El costo oculto del rescate: las confesiones del Tesoro de Estados Unidos sobre la ayuda a la Argentina
Scott Bessent reveló que la ayuda financiera de Estados Unidos a la Argentina no fue un rescate sino un negocio rentable en lo financiero y lo político.
Scott Bessent que Estados Unidos hizo un buen negocio financiero con Argentina.
Las declaraciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, agitaron las aguas de la política y la economía argentina. En una entrevista televisiva concedida a la cadena MSNBC, el funcionario de la administración Trump reconoció abiertamente que la ayuda financiera brindada a la Argentina durante el proceso electoral de 2025 no fue un gesto de solidaridad, sino una operación de alta rentabilidad para el Tesoro norteamericano.
La afirmación, que no tardó en repercutir en la city y la política porteña, abre un nuevo capítulo sobre el carácter y los costos reales del rescate financiero recibido por el gobierno de Javier Milei.
Bessent explicó sin rodeos que la intervención estadounidense tuvo un propósito claro: “estabilizar al gobierno de uno de nuestros grandes aliados en América Latina durante una elección”. El funcionario reveló que se utilizó una parte del swap de divisas por 20.000 millones de dólares para intervenir en el mercado cambiario argentino antes de los comicios. “Obtuvimos ganancias con ello”, afirmó con naturalidad.
La confesión derrumba la idea de un salvataje desinteresado. Según el propio Bessent, el Tesoro norteamericano compró pesos argentinos antes de las elecciones y los colocó a tasas elevadas, aprovechando la rentabilidad de corto plazo que ofrecía la plaza local. Una vez confirmada la victoria electoral del oficialismo, el Tesoro activó el swap, convirtiendo parte de esa línea contingente en deuda efectiva para la Argentina. El resultado fue un negocio redondo para Washington: estabilización política del aliado y beneficios financieros inmediatos.
Dólares en vez de misiles
En la misma entrevista, Bessent ofreció una justificación que combinó pragmatismo financiero y retórica geopolítica. “Prefiero usar la paz mediante la fortaleza económica antes que tener que disparar a narcolanchas si un gobierno colapsa”, sostuvo, aludiendo a los riesgos de un eventual retorno de gobiernos “populistas” en la región.
El mensaje fue claro: Estados Unidos utiliza su poder financiero como herramienta de control político, una suerte de “diplomacia del dólar” que busca condicionar las economías latinoamericanas a través de la deuda. En esa lógica, el rescate argentino aparece como parte de una estrategia más amplia destinada a consolidar aliados y contener la influencia china en Sudamérica.
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Scott Bessent en la entrevista dónde confirmó que Estados Unidos activo el swap e hizo un buen negocio financiero con Argentina.
La deuda que nadie explica
Del lado argentino, la reacción fue un silencio casi absoluto. Ningún funcionario del gobierno explicó las condiciones del acuerdo ni el monto exacto del tramo activado del swap. Las estimaciones de consultoras privadas, como Eco Go, calculan que el país habría utilizado alrededor de 3.000 millones de dólares, parte de los cuales se habrían destinado a pagar vencimientos con el Fondo Monetario Internacional y a devolver los fondos que el Tesoro estadounidense había utilizado para intervenir antes de las elecciones.
El economista Cristian Buteler lo resumió con precisión en sus redes sociales: “El Tesoro norteamericano ingresó dólares, compró pesos, los colocó en una letra con interés y, tras las elecciones, recuperó sus dólares con ganancia. La diferencia es que ahora la deuda quedó en manos de la Argentina”.
Transparencia ausente
La falta de información pública sobre las condiciones del acuerdo ha generado inquietud incluso dentro del Congreso. El diputado Carlos Castagneto, de Unión por la Patria, reclamó explicaciones al ministro de Economía, Luis Caputo, y calificó la operatoria como “una maniobra de endeudamiento encubierta”. Según el legislador, “Bessent no prestó dinero: hizo un cambio que nos dejó con más deuda en dólares”.
Esa opacidad oficial no es nueva. El manejo de swaps con China en el gobierno anterior o con organismos multilaterales ya había mostrado zonas grises en la contabilidad del Banco Central, pero en este caso la cuestión adquiere otra dimensión, dado el reconocimiento público de que Estados Unidos obtuvo ganancias directas de la operación.
Un capítulo de alto costo político
Las declaraciones de Bessent dejan al descubierto el carácter políticamente condicionado de la asistencia. En su exposición, el funcionario norteamericano fue explícito al afirmar que el apoyo a la Argentina formaba parte de una “oportunidad generacional en América Latina para crear aliados”. De hecho, insinuó que, si el gobierno libertario perdiera respaldo, la estabilidad económica se vería amenazada.
En ese contexto, la intervención norteamericana no sólo consolidó una deuda externa de magnitud incierta, sino que además dejó al país atado a compromisos geopolíticos difíciles de medir. La promesa de “sacar a China de la Argentina”, mencionada por el propio Bessent, podría implicar futuras concesiones en áreas estratégicas como infraestructura, energía o comercio bilateral.
Un negocio, no es un rescate
Lo que se presentó como un apoyo financiero para “estabilizar los mercados” terminó revelándose como una operación lucrativa y condicionante. La administración estadounidense “entró y salió” del mercado argentino con beneficios concretos, mientras el país quedó con nueva deuda.
Lejos de los discursos sobre cooperación o alianza, el affaire Bessent muestra hasta qué punto la política internacional contemporánea utiliza la deuda como herramienta de poder. Estados Unidos hizo un buen negocio. La Argentina, en cambio, suma deuda.