La vitivinicultura argentina atraviesa un momento de incertidumbre. Los datos recientes de despachos para consumo interno y exportaciones, revelados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), muestran una tendencia preocupante, marcada por la contracción del mercado interno y la caída en los envíos al exterior.
Los referentes del sector coinciden en que se trata de un fenómeno multicausal, y todos reconocen que la rentabilidad de bodegas y productores se encuentra bajo fuerte presión.
Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina, advierte que los despachos al mercado local cayeron un 13% en julio respecto del mismo mes del año anterior, y acumulan una baja de 0,8% entre enero y julio de 2025. En perspectiva histórica, el panorama resulta aún más severo: los despachos acumulados del período enero-julio son los más bajos de la última década, un 14% por debajo del promedio y un 25% inferiores al máximo alcanzado en 2020. “Seguramente las disminuciones son multicausales, pero acompañan la caída del consumo masivo en general”, señaló.
En la misma línea, Sergio Villanueva (gerente de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA), director del Fondo Vitivinícola y miembro del directorio de COVIAR) subraya que, si bien el retroceso acumulado de enero a julio es relativamente leve, “lo que preocupa es la tendencia hacia abajo que tienen esos despachos”. Para el dirigente, existen dos factores principales: los cambios en los hábitos de consumo, que modifican la forma en que se bebe vino, y la merma del poder adquisitivo, que obliga a los consumidores a reemplazar productos.
El analista de mercado y consultor Juan Parajua también pone el foco en la dinámica de mediano plazo. Según sus cálculos, el último año móvil muestra apenas una caída del 0,3% en los despachos, lo que denota cierta estabilidad. Sin embargo, advierte que esta aparente resiliencia se explica por la agresiva competencia de precios en el segmento de entrada. “Hoy se ve una presencia muy importante de vinos varietales a precios cercanos al tetra. Eso sostiene el volumen, pero en detrimento de la rentabilidad”, explicó.
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Los despachos al mercado interno de la vitivinicultura argentina caen fuertemente en el último mes
Una ecuación de precios insostenible
El sostén parcial del consumo interno ha sido posible gracias a una estrategia de precios muy ajustada. Pablo Asens, titular de la bodega La Abeja de San Rafael, plantea que la relación precio-calidad del vino en góndola es actualmente muy competitiva en comparación con otras bebidas, lo que permitió amortiguar la caída del consumo. No obstante, advierte que este escenario tiene su contracara en el sector primario.
“El precio del vino de traslado es muy bajo, la uva de este año se pagó también bajo, y el panorama para la próxima vendimia es incierto”, afirmó. Villanueva coincide en señalar que las ofertas en cadenas mayoristas y supermercados muestran valores insostenibles. “Estamos viendo cortes comunes a tres mil pesos, lo cual es insostenible tanto para el productor como para la bodega”, alertó.
Este juego de precios, sostienen los especialistas, configura una tormenta perfecta: el consumo se sostiene en parte, pero a costa de erosionar la rentabilidad de toda la cadena vitivinícola.
Exportaciones en baja
El frente externo tampoco ofrece alivio. Las ventas al exterior cayeron en agosto un 19% en vinos fraccionados y 7% en granel, mientras que en el acumulado enero-agosto las bajas fueron del 7,5% y 12% respectivamente. Kuret asegura que “por las modalidades de compras y los temas logísticos, es conveniente mirar períodos más largos. No obstante, luego de la caída del 25% en 2023, venimos con disminuciones del orden del 3/4% anual para el total de vinos exportados”.
Para Asens, la Argentina mantiene una fuerte competitividad en calidad, pero enfrenta tres obstáculos que limitan su inserción internacional: elevada presión impositiva, altos costos logísticos y un contexto global de sobreoferta. “Los países europeos están volcando agresivamente sus excedentes al mercado, lo que complica aún más nuestra posición”, explicó.
Villanueva, por su parte, advierte que preocupa especialmente la caída de los vinos fraccionados, ya que representan los mercados más estables y vinculados a las marcas y clientes habituales. “Cuando se retrae ese segmento, las dificultades impactan también sobre las grandes empresas”, subrayó.
Una encrucijada estratégica
Los cuatro referentes coinciden en que el sector vitivinícolaenfrenta una coyuntura compleja, atravesada por factores estructurales y coyunturales. En el plano interno, la contracción del consumo masivo, la pérdida de poder adquisitivo y los cambios en los hábitos de consumo presionan sobre la demanda. En el plano externo, la competencia internacional, los costos internos y la sobreoferta mundial generan un panorama igualmente desafiante.
Villanueva resume la situación como una combinación de “problemas de consumo y acumulación de stock”, con el riesgo de que la próxima cosecha profundice el desequilibrio. En este contexto, plantea la necesidad de estudiar los mercados, reforzar la comunicación y promover un consumo más moderno y sostenido en el tiempo.
La vitivinicultura argentina, motor económico y cultural de vastas regiones del país, se encuentra así ante la necesidad de repensar estrategias. El desafío consiste en sostener el consumo sin degradar la rentabilidad y consolidar una presencia internacional en un mercado global cada vez más competitivo.