El fútbol en la provincia de Mendoza no se explica solo dentro de la cancha: se entiende en las tribunas. Las hinchadas mendocinas son una marca registrada, con historias de fidelidad, caravanas y cánticos que traspasan generaciones. En el Gargantini, el Malvinas, el Legrotaglie, el Sperdutti, el Malvinas y el Este, la pasión nunca descansa.
La Lepra y el Parque
La hinchada de Independiente Rivadavia convierte al Bautista Gargantini en un hervidero. La Lepra es seguidora a su manera: con bombos, banderas y un aliento inagotable que acompaña tanto en los ascensos soñados como en los malos momentos deportivos.
Siempre dicen presente, en el Parque y en cada viaje por el país.
El Tomba y su pueblo bodeguero
La hinchada de Godoy Cruz es puro corazón bodeguero.
hinchada Tomba
Un castigo ejemplar en el fútbol.
En el Malvinas Argentinas, y ahora nuevamente en el Gambarte, el Tomba sabe que su gente no falla. Bancaron las campañas en el ascenso y hoy disfrutan la Primera, llevando su aliento por estadios de todo el país y demostrando que su pueblo creció, pero nunca cambió su esencia.
El Lobo y la pasión blanquinegra
En el Víctor Legrotaglie, la hinchada del Club Atlético Gimnasia y Esgrima late con una fidelidad sin igual. El Lobo tiene seguidores que aguantaron en épocas duras y festejaron en los mejores momentos.
Lobo hinchada - 295653
El aliento blanquinegro es distinto: caravanas históricas, canciones que hacen vibrar el Parque y un amor que se transmite de generación en generación.
Maipú y el empuje botellero
El Omar Higinio Sperdutti se tiñe de rojo y negro cada vez que el Deportivo Maipú juega en casa. Su hinchada es el orgullo botellero, que empujó al equipo en años difíciles y celebró cada ascenso como propio.
Deportivo Maipú hinchada
Foto: Cristian Lozano
Con bombos y banderas, bancan en las malas y se multiplican en las buenas.
El Globo y el corazón lasherino
En suelo lasherino, el estadio General San Martín vibra con el aliento de Huracán Las Heras. El Globo tiene una hinchada de barrio, de corazón popular, que no abandona nunca.
hinchada Huracán
Han llenado su cancha, viajado a cualquier punto de Mendoza y el país, demostrando que la camiseta roja y blanca se defiende siempre.
Los Leones del Este y el orgullo albirrojo
El Atlético San Martín es sinónimo de historia y pasión en el Este mendocino. Su hinchada, los Leones del Este, hacen del Libertador Gral. San Martín un templo de fútbol.
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Fieles en las malas y eufóricos en las buenas, pintan de albirrojo cada partido y mantienen vivo el orgullo chacarero.
El Celeste, la Escoba y los Matadores en el fútbol local
En el estadio Anselmo Zingaretti, la hinchada de Gutiérrez Sport Club alienta con la fidelidad del “Celeste”, que acompaña al Perro en cada desafío del Federal. En el Este, la hinchada de Palmira convierte al José Castro en un hervidero: la Escoba ha sido fiel en épocas doradas y en tiempos difíciles. Y en Godoy Cruz, la gente de Atlético Talleres hace del Jorge Pedro B° una caldera, con los Matadores que sostienen un aliento incesante, orgullosos de su rica historia en el fútbol mendocino.
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Las hinchadas mendocinas son mucho más que espectadores: son motor, identidad y folklore. Bancaron las buenas y las malas, llenaron estadios en noches históricas y pusieron su voz incluso cuando el resultado no acompañó. Cada tribuna, con su estilo propio, sostiene la pasión de un fútbol cuyano que nunca deja de vibrar.
Eduardo “Cato” Aguilar, símbolo eterno de la pasión blanquinegra
Eduardo “Cato” Aguilar es uno de esos hinchas que marcan una época. Un referente de Gimnasia y Esgrima de Mendoza, respetado en toda la Liga Mendocina, y alguien que con sus recuerdos, anécdotas y escritos mantiene viva la esencia de lo que significa ser parte del fútbol mendocino.
“El Víctor Legrotaglie es mi casa. He llorado, he reído, he vivido. Ojalá que cuando me llegue el final, sea ahí mismo”, dice con emoción. Y no exagera: desde 1949, cuando apenas era un niño, nunca más se despegó del club de sus amores.
Su primer recuerdo está ligado a un amistoso contra River Plate, al que lo llevó su padre. Ese día, en el arco norte, vio un gol que jamás olvidó. Más tarde, llegaron tardes imborrables como la final frente a Independiente, ganada con gol de Genoley a la una de la tarde, y tantas otras jornadas que, como él mismo cuenta, “fueron mi vida entera”.
Aguilar lamenta que el fútbol mendocino ya no viva aquellas épocas: “Extraño la Liga Mendocina con las dos hinchadas en la cancha. Yo iba los sábados a ver a Gimnasia y los domingos me iba a otro partido. Eso ya no existe, y se siente”.
Gimnasia
Sin embargo, nunca deja de valorar a la hinchada blanquinegra: “Es organizada, tiene su banda de música, ensayan, se respetan entre ellos y me respetan mucho a mí. Eso es un gran estímulo”. No es casual: fue fundador de la gloriosa Agrupación Blanquinera, con la que durante 25 años compartió partidos de fútbol con los caudillos del parque, lo que le permitió forjar amistades en clubes rivales como Huracán o San Martín. “Siempre respeté a los demás y ellos me respetaron a mí”, aseguró.
Su vínculo con el Lobo fue más allá de las tribunas: fue jefe de prensa del club, integró la comisión directiva en varias etapas y hoy sigue ligado al fútbol desde la AFA, donde colabora en Cultura y Museo de Historia. Allí plasmó su pasión en libros oficiales, escribiendo sobre la historia de los ángeles blancos y negros, el penal del Cato, y relatos que cuentan el pasado, presente y futuro de Gimnasia.
“El Lobo es mi vida. Llegué a la cancha en 1949 y nunca me fui. Yo soy un hincha antes que todo lo demás”, resumió. Y entre la seriedad y el humor, también reconoce sus “ locuras por Gimnasia”: faltar a compromisos de trabajo, meterse en los viejos camarines atravesando una pared de adobes para reclamar por un jugador, o abandonar cualquier otra obligación con tal de estar cerca del club.
Con orgullo y un dejo de poesía, confiesa que su legado más fuerte es la creación de la filial celestial “Los ángeles blancos y negros”: “Cuando nos toque a todos, nos volveremos a juntar allá arriba, con el mismo amor eterno por Gimnasia”, concluyó.