18 de noviembre de 2025
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Historias de la Ciudad

El Pasaje San Martín de Mendoza camino al centenario: conocé la historia de su local más antiguo

La Tabaquería Caliri mantiene viva la historia del Pasaje San Martín con tradición, ética y un legado familiar de generaciones en el corazón de Mendoza.

La Tabaquería y Regalería Caliri no solo es parte del paisaje: es el local más antiguo y quizás representativo, un emprendimiento que lleva más de 65 años en manos de la familia y que hoy llevan adelante Ignacio y Pablo, nietos de Carlos, quien junto a su esposa compraron la regalería Espinola casi siete décadas atrás.

Su presente, marcado por la continuidad y la fidelidad de su clientela, es el reflejo de una filosofía de trabajo que se mantiene inalterable desde mediados del siglo pasado.

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La regalería Espinola caís 70 años atrás el día que la compró Carlos Caliri y pasó a ser el negocio con su nombre. Ahora Regalería y Tabaquería Caliri es el negocio más antiguo del Pasaje San Martín

La regalería Espinola caís 70 años atrás el día que la compró Carlos Caliri y pasó a ser el negocio con su nombre. Ahora Regalería y Tabaquería Caliri es el negocio más antiguo del Pasaje San Martín

Los Herederos

Ignacio Caliri, con 39 años y dos décadas tras el mostrador (se incorpora al negocio a los 18), junto a su hermano Pablo, un par de años menor, son los actuales custodios del legado del único negocio del Pasaje que puede contar casi la historia íntegra.

Los hermanos recuerdan que “el otro día en el festejo de los 99 años del Pasaje se acercó el intendente Ulpiano Suárez a saludarnos y contarnos que él de chico venía a buscarle los cigarros que su abuelo le encargaba al nuestro”.

El vínculo con el local está hecho de recuerdos familiares, de anécdotas contadas y repetidas, de fotografías que resguardan el día en que su abuelo, Carlos Caliri, adquirió el negocio. En esa imagen todavía puede verse el viejo cartel con la inscripción “Espinola, señal de un tiempo en que el emprendimiento no era una tabaquería, sino una regalería atendida por otra familia.

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Ignacio y Pablo Caliri, los herederos de la tradición del negocio más antiguo del Pasaje San Martín

Ignacio y Pablo Caliri, los herederos de la tradición del negocio más antiguo del Pasaje San Martín

De regalería a tabaquería de referencia

Los herederos cuentan que cuando el abuelo Carlos compró el local, este se dedicaba a la venta de artículos diversos: llaveros, tijeras, lapiceras, encendedores. Fue justamente la reparación de encendedores que potenció Carlos Caliri lo que le dio su primera identidad distintiva. Los clientes comenzaron a llamarlo “la casa del encendedor” y, más enfáticamente, “la clínica del encendedor”.

La oferta incluyó también la venta y arreglo de lapiceras, lo que convirtió al pequeño comercio en un punto de referencia para necesidades específicas que no abundaban en la ciudad.

La transformación hacia la especialización tabacalera llegó con la segunda generación. El padre de Ignacio y Pablo (el querido y recordado Chiche Caliri), que comenzó a trabajar allí en los años setenta -con apenas 18 o 19 años-, fue quien tomó la decisión estratégica de virar el negocio hacia el mundo del tabaco.

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Carlos y Chiche tras el mostrador del negocio en el Pasaje San Martín

Carlos y Chiche tras el mostrador del negocio en el Pasaje San Martín

La oportunidad surgió de un cambio en el entorno: enfrente funcionaba el recordado local De Soto, que vendía revistas que llegaban de Buenos Aires y el mundo, pipas y algunos tabacos importados. Cuando ese comercio cerró, la demanda de los clientes quedó sin respuesta, y fue entonces cuando la familia Caliri respondió incorporando nuevas variedades, primero nacionales y luego internacionales, siempre a pedido del público.

Esa combinación de escucha activa, buen precio y honestidad comercial consolidó la reputación del local. Fue así como la Tabaquería Caliri se convirtió, con el paso del tiempo, en “la tabaquería de Mendoza”, un punto de referencia para amantes de la pipa, del tabaco suelto y de los puros.

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Un prestigio basado en la ética

Ignacio suele decir que el prestigio del negocio se explica a partir de tres pilares: la calidad humana, la atención personalizada y la ubicación estratégica en el corazón del pasaje.

La ética transmitida por su abuelo "atender bien porque es lo correcto, no para vender más" se trasladó intacta a su padre y hoy lo guía a él y a Pablo. La honestidad, el precio justo y la búsqueda de buenos productos son, según dice, “reglas inalterables”.

La clientela refleja ese vínculo de confianza. Gran parte de los clientes son fijos, muchos vienen desde la época de su padre y no faltan quienes mantienen una relación que se remonta a los tiempos del abuelo. Hoy, adultos que conocieron la tabaquería a través de sus padres o abuelos continúan acudiendo al mismo mostrador, en un gesto de continuidad tan generacional como el negocio mismo.

Hábitos: Cambios y permanencias

El movimiento antitabaco, que modificó hábitos y regulaciones en todo el país, no afectó al local del modo que podría suponerse. Según Ignacio, la venta de puros, habanos o tabaco de pipa pertenece a un universo distinto del cigarrillo industrial. Son productos vinculados al ritual, al disfrute y al tiempo pausado, un sector que -aunque de nicho- se mantiene firme.

La regalería continúa siendo parte del negocio, aunque ciertos artículos perdieron relevancia. Las linternas casi desaparecieron, desplazadas por la funcionalidad del teléfono celular. Las lapiceras, en cambio, ganaron valor simbólico: se mantienen como un regalo tradicional para graduaciones, homenajes o celebraciones escolares.

En ese entramado de tradiciones, el pasaje en sí mismo cumple un papel fundamental. Sus normas estéticas estrictas -que prohíben carteles exteriores llamativos o modificaciones visibles- contribuyen a preservar la atmósfera histórica del lugar.

La apertura del Café Mundial en el centro de la galería revitalizó el flujo de visitantes y obligó a recorrerla, reforzando su identidad como espacio de paseo.

Historias de familia

La historia de la Tabaquería Caliri no puede contarse sin los personajes que la forjaron.

El abuelo Carlos, de carácter directo y humor involuntario, dejó frases memorables. Entre ellas, aquella vez que llegó Marcelo Romanello al local a comprar y Don Carlos le preguntó si era él. Ante la respuesta positiva, le dijo: “Me parecía. Usted es como Los Chalchaleros: cuando presenta las noticias no se le entiende la última sílaba”. Lejos de molestarse, el periodista lo tomó como una ocurrencia y se hizo cliente permanente.

A propósito, Los Chalchaleros eran clientes fijos de Caliri, sobre todo Polo Román y Pancho Figueroa, que -como se sabe- más allá de sus giras tenían inversiones comerciales en la provincia y llegaban a esta varias veces al año.

Ignacio recuerda a la abuela como un “amor de persona”, era la encargada de limpiar y dejar de punta en blanco el local cada día. El pequeño banquito donde se sentaba para limpiar las vitrinas y se subía para “llegar más arriba” permanece intacto en el local y, sentado en él, Ignacio charla con Sitio Andino para esta nota. Sigue siendo un símbolo íntimo de la memoria familiar.

Los "chicos" guardan celosamente una vieja caja de madera donde se guardaban los repuestos para el arreglo de los encendedores y lapiceras, en su tapa están escritos todos los nombres de quienes trabajaron y colaboraron con el negocio. Ya están escritos los de Ignacio y Pablo y aseguran que allí seguramente se escribirán los de alguno de sus hijos y sobrinos.

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La caja que testimonia quienes trabajaron y colaboraron en el local

La caja que testimonia quienes trabajaron y colaboraron en el local

Un futuro sostenido en la tradición

Ignacio reconoce que algunas cosas cambian, aunque lentamente. La contabilidad es digital, las luces ahora son LED y la oferta de productos se ajusta a los tiempos, pero el rubro del tabaco permanece inalterable y tiene una relación especial con el pasado. “Entrar al Pasaje San Martín es entrar al pasado. Y venir a comprar acá también es parte de esa historia”.

Cuando se les pregunta qué aportó su generación al negocio, Ignacio y Pablo contestan casi a dúo con la impronta inalterable del abuelo y el viejo. Afirman que algunas cosas cambian, pero otras deben permanecer inmutables. La esencia, la atención, la honestidad, el clima de confianza, no pueden negociarse.

En una época marcada por la velocidad y la globalización, la Tabaquería Caliri continúa su marcha a otro ritmo, sostenida por la tradición y la memoria.

Un pequeño relicario de la ciudad que, como un buen tabaco bien cuidado, ha sabido conservar su carácter inconfundible.

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