Debate presidencial

Un profesional y un amateur en la pelea de fondo

Este domingo, Sergio Massa y Javier Milei, candidatos a la presidencia de la Nación expusieron sus ideas en un intenso debate.

Por Cristian Pérez Barceló

No podía salirle peor la pelea final a Javier Milei. El hombre que llegó a candidato a Presidente de la Nación por sus participaciones en programas de televisión, en el mismo ring tuvo su peor actuación. Es que un debate no es para panelistas. No era el de este domingo un combate de amateurs, sino la pelea de fondo de profesionales por el cinturón de peso completo.

Cual boxeador que se coloca en el centro del ring para hacer girar alrededor suyo al contrincante, y cansarlo hasta llevarlo a las cuerdas, así fue la estrategia de Sergio Massa contra el libertario.

La desafiante reiteración de preguntas por sí o por no, fueron un test prediseñado con astucia por los estrategas del rincón de Massa, al que Milei no supo esquivar, sucesivamente cayendo en la maraña de tener que responder, por más que se negara repetidamente: la encrucijada estaba entre decir algo distinto a lo que espetaba en anteriores entrevistas y diatribas para la tribuna o reconocer posiciones y proyectos piantavotos.

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Subsidios que si los corta encarecen todo y disminuyen los salarios; privatización de Vaca Muerta, ese acto fallido convertido en proyecto de su plataforma presidencial cuando es asunto de las provincias todo lo relacionado a recursos del subsuelo argentino; fueron trampas letales en las que ahora respondió por la negativa, y le permitió a Massa citar hasta con el nombre del periodista a quien antes Milei le dijo que sí, para dejarlo sin garras al león, convertido en gatito mimoso, como la fábula de otro debate de presidenciables previo a la general.

Es que Milei llegó como un felino sedado, a mitad de camino entre lo que rugía en campaña y los ronroneos de ahora, desde que sus nuevos socios le bajaron el tono. No sirvió de mucho aquello de que algunas reformas serán más tarde y otras más temprano, según su nunca explicada escala de primera, segunda y tercera generación.

Que el candidato de la Libertad respondiera “no, en el corto plazo, no”, le dio pie a Massa para concluir lapidariamente: “Pero, entonces sí en el largo plazo…”.

Con la credibilidad dañada, faltaba ver si aparecían en el hombre de la motosierra, propuestas o chicanas. Fueron las últimas la que con su tradicional facilidad provocadora permitieron develar que la naturaleza humana puede más que cualquier “coacheada” posición pour la gallerie.

“Si fueras Pinocho, ya me hubieras lastimado un ojo”, suena bien para redes y memes; pero impacta más dejar a Margaret Thatcher como referente a imitar cuando seguimos cantando “en Argentina nací, tierra de … los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”.

Milei pareció solo. Ni los libertarios que se le fueron estos días por entregarse a Macri ni los del Pro que no se arrimaron siquiera anoche a la Facultad de Derecho para acompañarlo en el debate, parecen estar seguros de un final feliz con este rockstar de tercer mundo: ciertamente, nadie de Juntos por el Cambio fue citado en sus afirmaciones en la última contienda televisiva, donde ni los de antes ni los nuevos socios, pudieron ver a un Javier auténtico.

Aquel que se comía la cancha, ahora caía en “te cedo la palabra…”, vacío de contenido y magullado.

Nada peor que ir a un examen sin estudiar. Esa es la imagen que dio: temas en los que debió lucirse, como la economía, con un simple cuestionamiento sistemático a las falencias de la actual gestión nacional, lo hubieran reubicado en su centro preferido. Sin embargo, terminó reflejándose ignorantes en asuntos clave como en la cuestión que se volvió central en el debate: las relaciones comerciales internacionales.

Ni sabía qué era el sistema de Gestión Documental, que Massa, pícaramente, sólo lo citó como el GDE. ¿Cómo puede un futuro presidente desconocer el sistema de trámites del Estado? No podría presentar ni una ley, con semejante ignorancia.

Pero tan grogui se lo vio por momentos, que ni siquiera pudo salir por la tangente cuando Massa tomó el guante al momento en que el libertario elogiaba la actuación de Rudolph Giuliani, quien justamente vino a elogiar el sistema de seguridad que creó el ex intendente de Tigre en su comuna.

No fue un triunfo por nockout, pero Massa lo llenó de dedos. Cada round fue un punto menos para Milei. No supo poner contra las cuerdas al ministro de economía ni siquiera en temas relacionados con el kirchernismo. La salida fue brillante: “No se trata de Macri ni Cristina, sino de vos y yo”.

Y allí, nada peor que te recuerden en cámara un fracaso clave en tu vida: “trabajaste en el Banco Central y contale a la gente por qué no te renovaron la pasantía”; como justo estaban hablando de exámenes psicotécnico, el golpe fue al hígado. Ahora, algunos entenderán por qué quiere quemar el Central.

Dio la sensación, desde ese momento, que el mayor acierto de Massa fue desnudar que para Milei lo más importante es ser centro de la escena, tomar decisiones o iniciativas por intereses personales, sin el temple ni la mesura necesaria, antes que por las necesidades de todos los argentinos que ameritan ser subsanadas con carácter y equilibrio.

El felino se quedó sin garras, el resto del combate lo degastaron, hablaron de sus propiedades y cuentas en el exterior, lo que no supo negar; lo mostraron desagradecido con privados y con el estado, cuando le recordaron que durante 10 años trabajó para uno de los concesionarios más importantes del Estado.

En definitiva, quedó expuesto en este último debate, que alguien estuvo preparado, y otro fue a improvisar. Uno entrenó, y el otro se fue a poncho. Massa ganó en fallo unánime.

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