Primero, para captar la atención de su víctima, y tras hacerle creer que era una mujer a la que Aguilar apenas conoció un par de noches una década atrás, se valió de la creación de un perfil falso donde comenzó a desplegar su modus operandi.
En efecto, se puso de nombre Caro Arenas, mismo apellido que la ex pareja del delincuente. Y comenzó a narrarle a Aguilar penurias idénticas a las que vive su ex: economía endeble, problemas de pago en el almacén, situaciones de sufrimiento de la criatura. Todo lo que experimenta la mujer con la que terminó sus vínculos, Ríos lo trasladó al personaje que le escribía al cordobés para conmoverlo.
En ese falso perfil de la inventada Caro, el asesino puso una foto que seleccionó de otra mujer de su círculo cercano: la sobrina de su actual pareja. Por ello, se descubrió luego, esta chica desesperadamente salió a anunciar hace unas semanas en las redes su malestar: “me están usando mi foto para un perfil de Facebook que no soy yo”; se quejaba, en otros términos.
Para generarle confianza a Aguilar en la recepción que fatal y personalmente iba prepararle a su llegada a San Rafael, y siempre escribiéndole desde el falso perfil de Caro, le dijo que lo iba a esperar un supuesto amigo de esta, a quien le puso de nombre Pedro; y hasta le pasó un número de celular, que justamente había obtenido el criminal días antes de salir de la cárcel.
El tal Pedro no era sino el propio Brian que iba a abordarlo amistosamente en la estación de servicios de la localidad de Salto de Las Rosas, cuando el cordobés arribara el 2 de julio.
Y aquí, un siniestro mensaje digno de análisis de los especialistas: en el perfil de wspp del número de celular, Ríos, el falso Pedro, tenía una foto de una máscara de lobo. Una señal, tal vez, del depredador solitario que aguardaba a su presa.
Luego de matar a Aguilar, y quedarse con su teléfono, el asesino comienza a asumir costumbres de su víctima, a robarle sus características.
Primero se encontró con una persona que le preguntó por qué tenía dos celulares, su respuesta fue tenebrosa: “uno es de mi trabajo, comencé a cosechar sorgo”. El que cosechaba sorgo, era el jubilado que acababa de matar.
Se subió en el auto del muerto en carácter de conductor y cuando se dio cuenta de que no podía seguir flojo de papeles, inventó un engaño al que le pasó el vehículo para que lo tuviera hasta el momento de desguazarlo: “Me lo quedé, es de mi nuevo patrón, porque ahora trabajo cosechando sorgo”, en una confirmación de que asumía nuevamente el papel que en vida tenía Aguilar.
Lobo solitario
El lobo solitario siempre se valió de la vida, las acciones y la personalidad de otros para cada paso que dio en este horrendo crimen.
Por ejemplo, a un amigo en la cárcel, le pidió su billetera virtual para las primeras transferencias de dinero que le fue sacando a Aguilar bajo el cuento de las penurias económicas de la falsa hija. Luego, le usó una cuenta a su actual pareja.
Pero todo demuestra que estos no sabían que Ríos estaba dispuesto a matar, en la continuidad de su acoso a Aguilar.
Por ejemplo, Luffi, la pareja de Brian, cuando le allanaron la casa, presentaba una herida cortante. El fiscal entendió, inicialmente, que podía ser parte del hecho de violencia ocurrido dentro del auto de Aguilar, cuando lo hirieron también con un cuchillo.
Sin embargo, al ser revisada, la lesión en la mujer databa como mucho de 48 hs, cuando el crimen del cordobés había ocurrido hacía 20 días.
Por otro lado, la señora Luffi dijo al momento que le revisaban la casa: “Brian salió hace unos días con una campera azul que no volví a ver nunca más; y tres días después vi que faltaba un cuchillo en la casa”.
Es cuestión de atar cabos, en una investigación, y así el fiscal Javier Giaroli recordó que un testigo que vio a Brian en el Gold Trend, robado a Aguilar, le dijo que en esa oportunidad Ríos tiró una campera azul entre el asiento del acompañante y el del conductor. Justamente, donde después Policía Científica descubrió manchas de sangre, cuando hallaron el automóvil.
Difícilmente, la pareja de Luffi, estuviera mintiendo. Por lo que se descartaría su participación en el homicidio. Dio demasiados detalles incriminatorios contra su novio, a quien, el año pasado, no tuvo problemas en mandarlo a la cárcel por violencia de género. Ahora, la mujer volvió a su casa, pero en prisión domiciliaria, porque no hay que olvidar que prestó una cuenta para recibir transferencia de dinero del engañado Aguilar.
Quedó dicho, también, que a otro de los detenidos, de apellido Campos, Ríos también lo usó, pero es en su caso, en los preparativos para intentar desguazar el vehículo y venderlo en partes, como repuestos.
Una comunicación telefónica entre ambos, transcripta el pasado fin de semana, reflejó que Campos dudaba mucho acerca de la versión aquella de que el auto era de un ex patrón de la farsa de la cosecha de sorgo… Por eso, Campos logró su libertad condicional.
También indica que actuó como un lobo solitario, el haberle atado las manos con un alambre, a Aguilar. Si ya apuñaló a su víctima dos veces, dejándolo gravemente herido, claramente se quiso asegurar que no intentara salirse del auto durante el viaje de casi una hora entre el lugar del ataque, el mencionado Salto de Las Rosas, y el sitio donde lo fue a rematar y depositar, en la entrada de Sierra Pintada, donde una cantera abandonada de piedras le iba a servir para tapar el cuerpo.
Todo lo tenía planeado; la tenaza con el alambre, es un indicio. Conocía dónde ir a dejar el cuerpo y cómo esconderlo; pero, sobre todo, cómo ir asumiendo distintos roles en su accionar. Un astuto lobo solitario que se valió de todo y de todos para su elaborado crimen.