Luego de un año de clases virtuales producto de la pandemia por coronavirus, los alumnos/as de Mendoza regresan a la presencialidad absoluta. Ahora, comienza otra etapa en la que los adultos/as tienen una importante responsabilidad no sólo en brindar contención sino también en ayudarlos a gestionar sus emociones en medio de una realidad cargada de incertidumbre.
El mes de la niñez es motivo válido para volver la atención a la infancia, etapa en la que el ser humano desarrolla sus herramientas de socialización y construye sus primeros vínculos afectivos. Sin embargo, la pandemia impactó en estos y en otros aspectos. Con el cierre de escuelas se perdió el espacio de aprendizaje y juego así como la posibilidad de romper dinámicas familiares- algunas con realidades muy duras- y la posibilidad de seguir en contacto con amigos/as y docentes en un lugar que siempre brindó seguridad y contención.
En diálogo con Sitio Andino, Carla Camurati, licenciada en Psicopedagogía y Psicoanálisis, se refirió al impacto de las fases de la pandemia en los más chicos y a cómo influye el regreso a las clases presenciales. Señaló que los niños/as aún tienen temor y que es tarea de los adultos/as que tiene en su entorno ayudarlos a tramitar sus miedos y otras emociones, como el enojo, que se generan a partir del contexto actual.
"Lo que ha debilitado la pandemia es el contacto cuerpo a cuerpo y para un niño/a esto forma parte de su constitución interna. Que puedas abrazar a otro, es rearmarte internamente. Entonces, el regreso a la presencialidad es favorable y, además, va acorde a lo que está pasando afuera. Por ejemplo, si se podía ir a bares con amigos y amigas, por qué la escuela no podía tener presencialidad. La infancia lee esto, lo razona y ahí se produce la disociación porque la palabra no acompaña a los actos y esto les causa confusión", comenzó a explicar Camurati.
A la escuela otra vez. Foto: Cristian Lozano.
"Lo que se dice debe ser compatible con lo que se hace. A los niños y niñas siempre se los cargó con el estigma de que ellos eran un riesgo para otros adultos, que eran transmisores de la enfermedad. Esto ha calado profundamente y aún expresan temor al respecto. Puedo citar un claro ejemplo: tengo una paciente de 8 años que cuando se habilitaron las reuniones familiares, me planteó que no podía ir a ver sus abuelos porque podía matarlos'. Ese razonamiento lo hacen muchos/as porque se les hizo creer que ellos eran el peligro", sumó.
La profesional indicó que algunos sienten más temor que otros pero que el miedo es el mismo: "Es el temor a perder a las personas que quieren, sus espacios de intercambio. Muchos chicos/as perdieron a un ser querido, a un abuelo, a un tío o algún vínculo cercano. Entonces, aquí retomo la idea de la responsabilidad de los adultos/as para ayudarlos a tramitar este miedo, padres, madres son fundamentales en este acompañamiento y la escuela también lo es".
"El espacio de la escolarización es encuentro, aprendizaje, contención y diversión. En la escuela se gestionan muchas emociones y situaciones diferentes tanto agradables como problemáticas, no se trata sólo del aprendizaje formal. La verdad que no sólo lo necesitaban sino que los niños/as también lo querían, querían regresar a las aulas a ver a sus amigos/as a sus maestras. Están felices y ahora hay que ayudarlos a transitar por este nuevo cambio, nueva etapa que viven pero aún en pandemia", indicó la profesional.