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Bruno Gelber: "Quise tocar el piano desde que tuve conciencia de existir"

El destacado concertista argentino tocará esta noche junto a la Orquesta Filarmónica de Mendoza en el Teatro Independencia. Con SITIO ANDINO, habló sobre la música, sus inicios y la búsqueda constante de superación.

Virtuosismo y devoción por la música. Quizá sean las palabras adecuadas para definir a Bruno Gelber, uno de los pianistas más brillantes que ha dado nuestro país y cuyo talento es admirado en el mundo entero.

En compañía de la Orquesta Filarmónica de Mendoza, esta noche en el Teatro Independencia brindará uno de los conciertos más difíciles de ejecutar para cualquier intérprete: el Concierto Nº3, para piano y orquesta del compositor ruso, Serguei Rachmaninov.

Siempre bajo la dirección de, Ligia Amadio, la orquesta tocará también “Muerte y transfiguración”; el poema sinfónico de Richard Strauss.

Días antes de su presentación y, durante el receso de una jornada extensa de ensayo, el músico dialogó con SITIO ANDINO. Sentado junto al piano y rodeado de un aire solemne expresó:

“Estoy feliz de estar en esta provincia divina que es Mendoza. A la cual vengo desde hace muchos, mucho años”. Al mismo tiempo continúa comentando las expectativas que le genera el concierto del domingo: “Las expectativas que tengo del concierto del domingo es la de satisfacer al que viene a oírme. Les estoy dando la interpretación de un concierto que es muy difícil. Uno de los más difíciles del repertorio y hacemos un esfuerzo porque es muy difícil para todo el mundo”.

- Maestro, ¿alguna vez llegó a imaginar hasta dónde podía llevarlo la música?

- Nunca tuve la pretensión de imaginar que iba a hacer todo lo que hice, pero soñaba con eso. Tenía muy cercano a los solistas que tocaban en el Colón y por eso. Mi padre que trabajaba allí me llevaba a verlos, entonces me fascinaba escucharlos y a veces estar con ellos y charlar.

- ¿Recuerda momentos que marcaron sus inicios?

- Sí tengo. Sobre todo el recuerdo de primer concierto a los 5 años. Fue un concierto de fin de año. No era un concierto muy importante, pero para mí fue hacer lo que yo había visto que los demás hacían. Estar en un escenario y tocar. Fue el único concierto en el que tuve nervios.

- ¿Recuerda aún ese instante siendo tan pequeño?

- Totalmente. Subí feliz con todo desparpajo.

- ¿Cómo fue crecer con la idea de ser un niño prodigio?

- No, yo nunca tuve la idea de ser un niño prodigio. Esa idea la tienen los demás, no uno. Yo la música siempre la hice de una manera muy seria, nunca para lucirme con puntillas. Yo tuve amor por el piano y quise tocar el piano desde que tuve conciencia de existir. Le pedí a mi madre que me diere clases y finalmente a los tres años se apiadó y me dio clases.

- ¿Y cómo fue la relación con sus padres?

Con mi madre maravillosa, porque fue una mujer excesivamente sensible. Música, inteligente, cariñosa, culta. Sobre todo en esa época que no se tenía tal costumbre de la psicología con los niños y sin embargo… Es muy difícil tener un nenito, geniecito, enfermo con polio. Asique supo educarme que nada me era debido porque estaba mal. Que la música era algo muy serio y que había que servirla con todo.

- ¿Y su padre?

Y papá estaba menos presente. Él me hizo la carrera pero estaba siempre trabajando afuera. Como estaba en el Colón, nos llevaba y para mí era toda una maravilla.

- El secreto de una buena interpretación, ¿cuál es?

- El secreto de una buena interpretación es cuando uno tiene la suficiente sensibilidad de sentir lo que el compositor sugiere y ser capaz de ser tan sensible como para ser el medio de paso entre el compositor y el público.

- ¿Podríamos decir que tocando el piano, sobre un escenario, es su lugar en el mundo?

- Sí. Como dije siempre, los escenarios son mi mundo. Mi casa es un avión y mi residencia es una valija. Viví viajando, hasta ahora, todo el tiempo.

- ¿Nunca sintió que por la música se perdió de vivir otras cosas, experiencias de la gente corriente?

- No, volvería a hacer exactamente lo que hice. Si tuviera que elegir, volvería a hacer exactamente lo mismo.

- Después de una extensa trayectoria y de haber tocado sobre los escenarios más prestigiosos del mundo, ¿cree que le queda algo por realizar, una cuenta pendiente?

- Sí, me queda siempre pendiente ir más allá. De no pensar, “bueno hasta acá llegué”. Siempre se puede más. Y sobre todo pasar amor y música a los jóvenes. Despertar el centro vital de los demás.

El concierto de esta noche tiene previsto su inicio a las 20. Las entradas tienen un costo de 150, 120 y 70 pesos la más accesible. Lo recaudado será a beneficio de “Avome”, organización que trabaja para brindar ayuda a familias con bajos recursos.  

 

Una vida dedicada a la música

Bruno Gelber nació en 1941 y creció en el barrio de Belgrano, Buenos Aires, en el ceno de una familia de artistas. Su madre profesora de piano y su padre violinista de la Orquesta del Teatro Colón. Niño prodigio, comenzó a tomar clases de piano con su madre a los 3 años y a los 5 dio su primer concierto en público. A los 10 lo hizo acompañado de una orquesta bajo la dirección de quien sería su segundo profesor más de 10 años, Vicente Scaramuzza. A los 19, viaja a Francia, becado para tomar clases con Marguerite Long. Según sus propias palabras “su último y mejor alumno”.

Luego de ganar el concurso Marguerite Long-Jaques Thibaud, comienza su prolífica carrera internacional con más de 4.700 conciertos en más de 45 países del mundo. La prensa especializada lo destaca como uno de los mejores pianistas de su generación y como uno de los cien mejores del siglo.

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