Los jugadores de la Selección se despidieron en Ezeiza la madrugada del 17 de julio. El golpe de la noche anterior estaba fresco. La prematura eliminación de la Copa América era una herida que comenzaba a sangrar. Las caras largas bajaron del avión que los trajo desde Santa Fe y se diseminaron. Cada uno tomó su camino. Sergio Batista eligió refugiarse en su casa. No volvió a hablar en público. Aseguran que está abatido, con ganas de seguir pero con pocas esperanzas. De hecho la lista de convocados para el amistoso contra Rumania (que se jugaría el 10 de agosto) quedó incompleta.