En el mismo lodo, todos "manoseaos"

Andá pá allá, bobo: los mejores del mundo y los más violentos en el fútbol

La consagración del seleccionado argentino de fútbol en Qatar como campeón del mundo, no puede aún opacar la violencia generalizada en las canchas del país.

Por Pablo Marcelo Pérez

Cuando repasamos extasiados y nos emocionamos a flor de piel con las imágenes de la copa del mundo, siendo levantada por nuestro "redentor" Lionel Messi, entregándose por completo en cuerpo y alma al corazón de los argentinos, no podemos más que sentirnos orgullosos de haber nacido bajo las "tres estrellas" de este suelo. Inflamos el pecho, buscamos cómplices sanguíneos a nuestro alrededor, asomamos el hocico por sobre nuestro bastardeado devenir cotidiano y gritamos, más allá de nuestra soberbia, con pasión encendida: somos campeones del mundo...andá pa' allá, bobo. A todo aquel que nos quiera refutar, pasando el límite de nuestra fronteras, sobre esa copa, que se mira y no se toca.

Y es cierto, quién no, siente una satisfacción precedida por emociones envueltas de recuerdos o esa sensación de sentirse omnipotente, indestructible, valiente y presuntuoso. Ser el mejor, en lo que siempre contamos y rostreamos al universo, que lo somos desde "siempre", te da derecho. Ahora bien, tras el regreso glorioso de esos muchachos que nos volvieron a ilusionar, desde la advenediza Qatar, fuimos juntando y brindando homenajes en nombre de aquella proeza deportiva, teñida de hazaña. Allá arriba, Messi y el valor de su hidalguía vestida de cuantioso talento o la "argentinidad al palo" del histriónico e inolvidable Dibu Marínez o la nobleza del silencioso armador de grupo "sin grupos" Lionel Scaloni, llenaron infinitas caricaturas de agradecimiento, haciendo honor a su patriotismo en celeste y blanco. Ellos son todo lo que está bien, todo lo que produce una envidia sana, ellos son el fútbol argentino, en esa suma expresión que atropella la historia, que nos avala.

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Pero como buenos argentinos que somos y solemos comunicar en estos pasajes de mancomunión popular, carecemos de memoria u olvidamos lo que realmente solemos ser aquí mismo, cada fin de semana, cada vez que tu equipo juega y vos jugas a ser parte de él. Como una rara mezcla de cambalache, obviamos que en el mismo lodo, todos somos "manoseaos".

Y de entrecasa y en bata, habiendo caído parados de vuelta empezamos a sentir cómo ese fútbol que cobija a los mejores jugadores del mundo, tiene escondido bajo la alfombra al público más violento, al más irritante, al que nunca le encuentra el sabor a la derrota, a ese hincha que no soporta perder y su frustración la descarga con un excitante acto de locura extrema.

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Y sí, somos esos mismos que sorprendemos a continentes por la pasión, esos mismos ternados por FIFA a convertirse en la mejor hinchada de todas las que pisaron suelo qatarí. Sí, sí, esos que llegaron en masas humanas y coparon tribunas desmontables y jamás si quiera se les ocurrió "escupir" en tierras extrañas.

Esos, ellos, nosotros, somos los servidores de actos detestables cada fin de semana en el glorioso fútbol argentino. Ayer, fue en San Juan, dando un ejemplo de miles que se puedan recordar y quedan en el olvido, como tantas cosas en este país. Un simple duelo de rivales futbolísticos, el motivo del encuentro, una final en esta ocasión, podría haber sido cualquier instancia y una realidad que nos quema y desintegra. Golpes, insultos, corridas, gases, balas, miseria humana al servicio de un muestrario indigno.

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No importa que hay en juego - no es la vida, por cierto - el objetivo es destrucción, aniquilación de tu hermano, que ya no vestido de celeste y blanco no merece festejar en tu mangrullo enmarcado en un terruño. Como poniéndole límites a tu felicidad, te corren cobarde y absurdamente desde su impotencia y no hay Messi, ni Dibu, ni Scaloni que los detenga. Te dan asco los vestidos con colores distintos y que llegaron desde otra provincia a quitarte "deportivamente" tu sueño bastardo. Y sos un xenófobo con tu par, algo peor. Sí, el odio que le provoca.

Ese hincha del fútbol argentino que cuenta con 346 muertes en su lista, que desde hace 16 años no puede ir de visitante y se juega solo con público de un lado, que pergeña emboscadas en honor a la revancha, que se desplaza cuál patrón de estancia, en la turbulencia de negocios impuros invocando a la pasión. Barras bravas, dealers del terror son la secuencia que conviven cada fin de semana.

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San Juan y Unión de Villa Krause enfrentando a Atlético San Martín de Mendoza por el torneo Regional Amateur, un sábado de enero, no hicieron más que transmitir la capacidad notable que tenemos para arruinar todo a los ojos del mundo, que nos sigue o comienza a admirar como ejemplos de corazones calientes. No hubo saldos por lamentar, pero el pavor vivido, el miedo a escapar, el rezar sin credos, la indignación de estar, solo lo conocen quienes ahí lo sufrieron.

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Como ayer y siempre, como hace décadas, en toda la geografía futbolera de la tierra donde habita el campeón del mundo, la violencia nos golpea con dureza y nos sigue alimentando el prontuario de ser los más estúpidos en el fútbol.

Andá pa' allá...bobo y abrí los ojos, que un día, si no curamos esta enfermedad, no vas a ver nunca más a Lionel Messi y a un pueblo ser feliz y a vivir en paz.

Agradecimiento videos, foto: Argentina FC

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