Editorial

Muerte de Lucio Dupuy: los partícipes necesarios

La mamá del niño y su pareja fueron declaradas culpables de homicidio de Lucio Dupuy.

Por Cristian Pérez Barceló

Cuando muere un niño, no es natural ni justo. Y el dolor mayor lo tiene su madre. Cuando murió Lucio Dupuy, la mamá no sufrió porque fue una de las asesinas. Pero condenarla a ella y su novia, es correr el velo de la Justicia e inclinar la balanza sólo a un costado; tratando de no ver que todos somos partícipes necesarios.

La historia clínica de esa criatura cuenta que entre diciembre de 2020 y marzo de 2021 entró cinco veces a centros asistenciarios. Al hospital Molas de Santa Rosa, en La Pampa, el 15 de diciembre por una fractura expuesta en un dedo de su manito. Luego se darían cuenta que también estaba rota su muñequita.

El 22 de enero siguiente, lo llevaron en la salita sanitaria del barrio Río Atuel, por traumatismos en un brazo. El 1 de febrero, al hospital Evita por traumatismo y heridas cortantes diversas. El 23 de marzo, lo recibieron allí también, tenía fractura en la falange de un dedito que unca fue tratada.

¿Qué pasó con el sistema de Salud de la provincia La Pampa? ¿No se dieron cuenta que esa historia clínica gritaba pidiendo auxilio? ¿Por qué no dieron aviso a la policía o los fiscales de turno?

Falló el Estado en las instituciones primarias de atención ante urgencias y riesgos de eventuales peligros mayores. Esos funcionarios están allí porque nosotros votamos a los que los contratan.

Cuestionar su accionar, no es otra cosa que ejercer nuestra soberanía popular. No pueden seguir siendo funcionarios ninguno de los que vieron esa historia clínica.

¿Y el sistema judicial? ¿Por qué la jueza de familia Ana Clara Pérez Ballester entregó en custodia de la madre a ese niño sin detenerse en analizar esa historia clínica?

Con otros 3 ingresos a hospitales, suman 8 las ocasiones registradas de que ese cuerpo fue golpeado. ¿Y las docentes del jardín de infantes o sus directivos, acaso tienen normalizado ver periódicamente vendas en el cuerpo de un niño a su cargo? ¿Por qué no avisaron a la policía?

Esta sociedad está así: se mira el ombligo; no los cuerpitos de nuestros semejantes dañados y sufridos. Con esa pregunta que aterra: ¿Para qué me voy a meter en líos?

Volvamos a la jueza: nunca requirió un informe socio ambiental que permitiera si donde lo enviaba de nuevo, iba a estar bien. Sólo lo hizo con la tía. Pero se negó a imaginar si quiera que la madre no le otorgara un ámbito de bienestar. ¿Cuál fue la base de semejante desatención?

No se podrá excusar en que habrá supuesto que el instinto materno la llevaría a cuidar de Lucio, porque claramente tenía ante sí a una víctima en la que resultaba necesario y urgente determinar el, la, las o los victimarios.

Ese instinto se construye; no surge de una gestación ni de un parto, dicen los especialistas. Las juezas, más que nadie, conocen de madres que no quieren a sus hijos, que simplemente los odian porque les representa el hombre que las embarazó y las dañó.

Es cierto que las hormonas gestacionales van preparando a la mujer para ese vínculo con su hijo; para ello la oxitocina desempeña el papel clave.

Sin embargo, el mosaico de rasgos que tienen las personas, no hace que todas se comporten igual; más en estos tiempos en que algunas prefieren desde retrasar sus tiempos para ser mamá hasta directamente evitarlo porque los parámetros de éxito y realización en la vida suelen ser menos vinculados a la idea de descendencia o trascendencia.

Las dos mujeres que conformaron la pareja que tenía que criarlo, lo despreciaban: “Cualquier cosa, Lucio se cayó del árbol y se golpeó la cara”, no era sólo preparar una explicación ante las evidencias de un golpe o una exigencia para que el mismo niño dijera eso, si le preguntaran. Eran su mecanismo de seguridad para evitar la cárcel. Ergo, sabían lo que le hicieron y eso es dolo.

“Parece que desde que está Lucio, nosotras no podemos pasarla bien juntas”, no es un chat sólo de egoísmo; es de desprecio. Culpaban al nene hasta de interrumpirles el vínculo de pareja. Por eso, “el tema es que yo quiero estar sola con vos” que le escriba una y la espantosa respuesta de la otra: “No sé, lo dejás afuera en el patio, no sé”.

Los vejámenes a los que sometieron al niño, no vale la pena volver a describirlo. Sólo basta con pensar que fueron permitidos por quienes no quisieron ver. Quizá desde un círculo más cercano o, lo que es peor, desde la visión profesional de los que el Estado dispuso que atendieran en casos así: docentes, enfermeros, médicos, directivos, policías y fiscales.

Pero estos funcionarios, no estarían allí si nuestras manos estuvieran limpias por exigir permanentemente que el sistema esté aceitado. Como integrante de ese grupo de intermediarios, nosotros, la prensa, no podemos dejar de poner en el tapete el estado de un centro de salud, el grado de atención de los profesionales, la celeridad en las respuestas ante situaciones de alerta y, sobre todo, las decisiones de organismos y funcionarios que deben actuar con rigor científico y no con suposiciones o especulaciones.

A Lucio lo mataron ellas, y nosotros, integrantes del Estado, fuimos y somos partícipes necesarios.

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