Si bien existen diferentes concepciones sobre qué es la pobreza y cómo se puede medir, una forma de identificarla es como la dificultad de una persona en satisfacer las necesidades básicas que garantizan una vida digna. Esta condición se debe a diferentes causales, pero una de las principales responde a factores económicos. Asimismo, uno de los eslabones más vulnerables en este escenario son los niños/as y adolescentes, quienes no pueden valerse por sí mismos y cuya vida se ve condicionada por el contexto social, político, económico y cultural.
El alarmante efecto de la pobreza en niños y adolescentes
Según un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), titulado Trazando el Camino: Privaciones Estructurales, Avances y Desafíos en los Derechos de la Infancia y Adolescencia, en 2023 el 56,3% de los niño/as y adolescentes del país fueron pobres multidimensionales. Es decir, más de la mitad de ellos presentaron al menos una privación en alguna de las siguientes dimensiones: alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información y estimulación/educación.
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La compleja tarea de erradicar la pobreza infantil: qué ocurre con la psiquis de los niños
Estos datos dejan en evidencia que la problemática interpela a todos los actores de la sociedad. Según explicó la psicopedagoga y magíster en Psicología Social, Nancy Caballero, a Sitio Andino, la pobreza condiciona tanto el desarrollo intelectual de los chicos como su crecimiento físico.
“Desde hace varios años, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA viene advirtiendo que la pobreza, sobre todo en los primeros años de vida, implica la falta de alimentación o la alimentación deficitaria”, señala Caballero. Esto representa un problema de suma gravedad, porque se ve afectado el desarrollo cerebral del menor al no obtener los nutrientes necesarios para garantizar un crecimiento pertinente.
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“En esa etapa, la parte del cerebro que no se desarrolla correctamente se llena de líquidos. Por lo tanto, son niños que van a ser analfabetos funcionales, posiblemente, porque van a poder aprender pero ese aprendizaje será muy limitado”, detalla. A la larga, esto desemboca en un círculo vicioso que dificulta aún más las posibilidades de escapar de esa situación.
“La movilidad social, salir de la pobreza, está relacionado con el estudio. Hasta para aprender un oficio necesitas una capacidad. [Dicha dificultad] se ha ido incrementando en nuestro país durante muchos años”, continuó. Asimismo, la psicopedagoga precisa que, lógicamente, al verse afectado el rendimiento intelectual hay menos exigencias para con los estudiantes, y se genera una “cadena” difícil de romper.
¿Qué ocurre con la psiquis de los niños y niñas que crecen en situación de pobreza?
De acuerdo con Caballero, “el niño es una esponja y el aprendizaje es vicario. Esto quiere decir que va a ir teniendo actitudes y miradas similares a las que tienen los padres, a las que tiene el barrio donde vive. Yo he trabajado en barrios carenciados y se nota una estructura muy distinta [a otros barrios]: se nota el daño en personas que hace años que no tienen un trabajo estable, en blanco”.
Esto, afirma, no solo repercute en no tener la seguridad de contar con un ingreso estable sino también en el “hábito de levantarse, bañarse, ir a trabajar y poder llegar orgulloso con una bolsa de pan y con un poco de carne para la mesa”. “Algunos de nuestros chicos pobres han perdido eso y, en su lugar, ganaron cosas que, desde mi punto de vista, son muy negativas. Por ejemplo, la necesidad de tener el último teléfono o las zapatillas más lindas porque es compensatorio”, añade.
Al respecto, la licenciada detalló que cuando una persona no puede solventar sus necesidades básicas, buscará tener “algo que lo distinga”: “Hoy en día, la sociedad actual evalúa mucho esas cosas. ¿Vos los podés juzgar? No, porque así está viendo que es la sociedad. Entonces, hay que cambiar primero como adultos”.
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Prevenir la pobreza, ¿es posible?
Para revertir el dramático escenario de pobreza que registra nuestro país, no solo se debe abordar la el factor económico, sino que también se debe contemplar la toma de acción desde el ámbito educativo, sanitario y social.
“Es muy fácil hablar de la erradicación, pero lo primero que hay que hacer es prevenir. La pobreza no es lo mismo que la miseria”, señala la psicóloga. Y agrega: “A los pequeños los podemos salvar de esta pobreza estructural, pero la forma de empezar es incorporar en ellos no sólo hábitos alimentarios, sino también hábitos resilientes y la capacidad de tolerancia a la frustración”.
Caballero considera que la prevención debe ir orientada hacia el desarrollo de actividades sociales en paralelo al desarrollo nutricional y estructural. “En la vida de un chico, de una familia y su estructura -porque la pobreza estructural excede a que una persona tenga para comer o no- se han perdido hábitos, posibilidades y hasta el gusto de la comida”, continúa.
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La compleja tarea de erradicar la pobreza infantil: qué ocurre con la psiquis de los niños
En este sentido, la psicopedagoga contó a este medio que no solo trabaja con chicos desde su rol profesional, sino que también integra uno de los Centros Barriales del Hogar de Cristo ubicado en el Campo Papa, Godoy Cruz.
“Acá se les da leche a los chicos y hay muchos que ya no quieren. Prefieren té o mate cocido porque, también a eso, uno se acostumbra. [Nosotros] les damos leche igual, -y algo más porque, al ser a la tarde, muchas veces se suple la cena- porque va estructurándose su cabecita y su forma de vida”, relata.
"Que la pobreza sea ‘estructural’ significa que se ha ido asentando a lo largo de los años y hemos ido adquiriendo la naturalización de algo que en la Argentina no existía: chicos con hambre y gente en la calle", afirma Caballero.
Para implementar acciones y medidas que apunten a la erradicación de la pobreza se debe tener un “nivel de generosidad que exceda absolutamente al aquí y ahora”, asegura la profesional. “La pobreza no va a desaparecer nunca si no nos ponemos de acuerdo en trabajar en torno a varias cosas, pero principalmente en lo relativo a la nutrición y la educación. De acuerdo con Caballero, estos son los únicos factores que “nos pueden sacar de esto”.
“Los chicos necesitan un plan alimentario, necesitan una educación de calidad. Cuando hablo de esto me refiero a que puedan pensar por sí mismos, aprender, averiguar e investigar. Pero también necesitan, sobre todo, que abandonemos los prejuicios de por qué son pobres”, concluye.
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