En un contexto en el que muchos padres y madres se preguntan cuándo deberían dejar de llevar a sus hijos e hijas al pediatra para pasar a otros especialistas, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) reafirma su postura: la pediatría no es solo una especialidad médica, sino la medicina de una etapa de la vida.
Este posicionamiento no es solo una definición técnica. La SAP lo sostiene desde principios éticos, científicos, sanitarios y legales, con una visión humanista del cuidado que reconoce que niños, niñas y adolescentes atraviesan procesos de desarrollo únicos y complejos, que requieren un abordaje específico y profesional.
Así se desprende del último documento elaborado por el organismo y publicado este viernes
Por eso, la pediatría es la medicina de una etapa de la vida que abarca desde el período fetal hasta los 18 años inclusive.
Adolescencia: una etapa que también es pediátrica
Contrario a la creencia de que la atención pediátrica se limita a la niñez, la SAP subraya que la adolescencia —hasta los 18 años— también es parte del campo de la pediatría. Durante esos años ocurren transformaciones físicas, emocionales y sociales profundas, así como también se define la evolución de muchas enfermedades crónicas de inicio pediátrico.
En este sentido, los equipos pediátricos no solo se ocupan del diagnóstico y tratamiento de enfermedades, sino que también cumplen un rol clave en la contención emocional, el acompañamiento del adolescente y la toma de decisiones compartidas con las familias.
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Un marco legal y de derechos
Desde el plano legal, tanto la Convención sobre los Derechos del Niño como la Ley Nacional 26.061 establecen que toda persona menor de 18 años es sujeto de derechos y debe recibir atención integral y especializada. La pediatría, por su enfoque centrado en el desarrollo y el entorno familiar, es el ámbito más adecuado para brindar esa atención.
Más que una edad: una etapa de desarrollo
La SAP también fundamenta su posición en evidencia biomédica: la maduración del cuerpo humano —en términos fisiológicos, neuroendocrinos e inmunológicos— se extiende más allá de la infancia y culmina entre los 18 y 21 años. Por eso, pasar a un médico clínico o generalista a los 14 o 16 años, como ocurre en muchos sistemas, puede generar discontinuidades peligrosas.
De hecho, estudios internacionales advierten que los cortes abruptos en la atención pediátrica pueden aumentar los riesgos clínicos y emocionales, sobre todo en adolescentes con enfermedades crónicas, discapacidades o contextos sociales vulnerables.
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¿Y si hay enfermedades crónicas?
En casos de niños, niñas o adolescentes con enfermedades complejas, crónicas o poco frecuentes, como cardiopatías congénitas o trastornos del neurodesarrollo, la edad no puede ser una barrera. La continuidad del cuidado pediátrico puede —y debe— extenderse más allá de los 18 años si no hay una transición médica planificada al sistema de adultos.
Por eso, la SAP promueve protocolos de transición gradual, que integren a las familias y garanticen que el pasaje a otra etapa del sistema de salud no implique la pérdida del acompañamiento médico especializado.
La pediatría como medicina del desarrollo
La Sociedad Argentina de Pediatría concluye que la atención pediátrica debe abarcar desde la medicina fetal hasta los 18 años, e incluso más allá en algunos casos particulares. La adolescencia no es una interrupción, sino una parte del continuo vital que incluye la infancia.
La recomendación, entonces, es clara: los niños, niñas y adolescentes deben recibir atención pediátrica especializada hasta los 18 años inclusive, y los sistemas de salud deben estar preparados para acompañar esa transición de forma ética, científica y adaptada a cada realidad individual.