Polémica

Guaymallén: ¿A qué le teme Marcelino?

Cuando Marcelino Iglesias ya no pudo seguir siendo intendente, quiso seguir siendo jefe de la Municipalidad de Guaymallén.

Por Cristian Pérez Barceló

Cronos, según la mitología griega, fue advertido por su padre Urano, que tuviera cuidado con los hijos que iba a engendrar porque uno, lo destronaría. Así, cada vez que nacía un hijo, se lo tragaba. Pero cuando su esposa y hermana Rea dio a luz a Zeus, le dio a comer una piedra envuelta en pañales a Cronos, y a la criatura la mandaron a ser cuidada por unas ninfas que lo tenían en una cuna dorada que colgaba de un árbol y cuando el recién nacido entraba en llantos, los escuderos golpeaban sus lanzas para que nadie escuchara.

Cuando Marcelino Iglesias ya no pudo seguir siendo intendente, quiso seguir siendo jefe. Habrá comprendido que los dioses de la política vernácula alguna vez le dejaron claro que cualquier sucesor, lo puede destronar; y allí estaría la explicación a la sorprendente decisión que tomó en febrero del año pasado de anular las aspiraciones de otros “hijos” suyos, para colocar a un Marcos Calvente como candidato, imaginando que semejante regalo evitaría que este se olvidara del gesto.

Fagocitarse a Nicolás González Perejamo podría haber sido una advertencia para que el vástago elegido, Marcos Calvente, se diera cuenta de que el poder que le iban a dar era de prestado, no más. Pero, ¿quién se resiste a ser mecido en la cuna de oro de una intendencia, por más que pase todos los días el Cronos Iglesias a inspeccionar “su” municipio.

El asunto son los llantos que comienzan a oírse hoy, de un Calvente que ve fuego amigo en los pedidos de informes y hasta denuncias, como la radicada en la Fiscalía 39, que se alimentan de documentación y data que sólo las huestes creadas por el “iglesismo” pueden proporcionar traicioneramente a concejales de la oposición o periodistas curiosos.

Este caso y otros detalles tan precisos dan a pensar que no es data opositora, que pocas veces tiene acceso a documentación oficial, y mucho menos tan rápidamente.

Esa es la razón del pedido de renuncia masiva a sus funcionarios que anunció ayer un Calvente que ahora sí quiere ejercer el poder que le dio el pueblo con su voto… más allá del dedo de Marcelino.

Ciertamente, la hipocresía política de Iglesias de cuestionar los métodos populistas y verticalistas del peronismo durante tantos años, no le resultaron óbice para aplicar las mismas artimañas a la hora de creerse el dueño del partido, la comuna y los votos para que fuera Calvente y no otro el que le sucediera.

Si hasta el nepotismo pasó a ser una de sus herramientas para dejar en las fuerzas del contralor del Concejo, nada menos que a su propia ex nuera; no vaya a ser que algún revisionismo histórico lo pudiera afectar; quizá imaginando que los expedientes que están Asuntos Jurídicos, algún día puedan ser reclamados desde alguna banca.

Ya bastante se sufre viendo que le soltaron la mano al inspector de cauce, Alejandro Currenti, que muchos entienden que lo puede salpicar.

El oficialismo provincial “de rabo de ojo y a un costao”, percibe en la rebelión del nuevo cacique Calvente, la típica y necesaria reacción de quien sabe que el poder no se ejerce en nombre de terceros. Pero no se quieren meter… si ni siquiera a la fiesta de la Vendimia quisieron ir las altas figuras del radicalismo y/o gobierno provincial.

Pero lo que más preocupa es la posibilidad de una sucesión de escándalos de corrupción que en ese departamento, nunca son sorpresa.

La política es un Olimpo donde todos los que la han transitado, saben que más temprano que tarde es conveniente bajarse. Marcelino se vino de Córdoba a Mendoza, por un amor; y acá hizo de la política su método de vida, quizá porque la bioquímica era algo menos apasionante o poco redituable. Está desde los ’80 en la función pública, cuando estaba a cargo de la Sub secretaría de promoción social y vivienda.

El ex diputado, el ex ministro, el ex capo de tutti li capi en Osep, ya bastante logró con que le dieran otra vez una banca, ahora como Senador provincial, para seguir viviendo de la política, del estado… para seguir siendo casta.

Pero a él no le basta o algo le preocupa. De ahí que las tres secretarías en carácter de ninfas que rodean a Calvente, deban ser cambiadas sólo a los efectos de nutrirse de fuerza propia para ser el verdadero sucesor del paterfamiliae que ha devenido más que en viejo sabio de la tribu, en la sombra detrás del poder. ¿Qué necesita seguir cuidando en Guaymallén, don Marcelino? ¿Sólo el trono que perdió o hay más privilegios y beneficios que deben ser ocultados?

Hay mucho ruido, en Guaymallén, hay que romper lanzas… y Calvente está en eso.

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