Opinión

La educación en el abismo, el nivelar hacia abajo

En Argentina está cayendo en educación desde los '70. Los contenidos se diluyen y ya no se enseñan competencias para la vida real.

Por Myriam Ruiz

La mirada crítica de Eduardo Amézqueta -reconocido profesor de educación física que ha sido además intendente de Alvear- sobre las olimpíadas de escuelas primarias que llevan su nombre nos dejó regulando: "Esto ya no es una olimpíada. No se enseña a los chicos el espíritu deportivo y de competencia ahora todo se diluye bajo el mal utilizado concepto de integración". Habíamos visto a un grupo de niños jugar a un fútbol sin reglas que permitía agarrar la pelota con la mano, estaba todo dicho. La educación, en Argentina, está en crisis y tiene que ver también con esta idea.

Hablando con maestros y profesores existe una mirada crítica hacia la educación argentina que, se asegura, desde hace décadas viene cayendo en calidad. "El ejemplo del no enseñar a los chicos a competir, no importa la disciplina de la que hablemos, es crucial porque permite ver el objetivo de la educación en los últimos años. Integrar es en realidad nivelar hacia abajo", me dijo uno de ellos.

En vez de estimular al alumno que lo merece para que se mida con los mejores dándole todas las oportunidades, lo que incentivan esos imbéciles es la indiferencia y el mínimo esfuerzo, penalizando a los que de verdad estudian. Arturo Pérez Reverte En vez de estimular al alumno que lo merece para que se mida con los mejores dándole todas las oportunidades, lo que incentivan esos imbéciles es la indiferencia y el mínimo esfuerzo, penalizando a los que de verdad estudian. Arturo Pérez Reverte

Las voces críticas del sistema educativo argentino hablan de un imperativo contemporáneo de lograr que todas las experiencias de la vida, incluída la escolar, sean divertidas. Pero el esfuerzo por el aprendizaje debería ser otra cosa. Por otro lado, se señala que hay expectativas desmedidas en cuanto al aporte de la tecnología en el proceso educativo cuando, en realidad, debería ser un medio más para llegar al conocimiento.

Leyendo materiales de diagnóstico y de búsqueda de objetivos sobre la escuela, tanto primaria como secundaria, es difícil encontrar metodologías de enseñanza que vayan por el lado del aprendizaje que un niño necesita para ser luego un adolescente y joven formado. Lo mismo en la secundaria.

No hay desarrollo de mecanismos de pensamientos complejos que lleven a la reflexión; la lectura ha quedado en último lugar, comparada con mirar y buscar imágenes en redes; en matemáticas no hay profundización sólo memorización de fórmulas. O sea, mecanización.

Un estudio demuestra que desde la década del 70 venimos cayendo en saberes en el país. Por ejemplo, en el área de las funciones lógico matemáticas vinculadas a la capacidad de abstracción entre 1971 y 1980 el 70% de los jóvenes logró el nivel considerado aceptable, mientras que en la década de los '90 sólo el 18%. Igual ocurrió en lo lógico verbal que del 62% cayó al 31; y en lo lógico espacial que del 49% se desmoronó al 20%. Y no hablamos aún de lo que ha ocurrido del 2000 para acá, pandemia incluída.

En un artículo, el periodista y escritor Arturo Pérez Reverte critica por algo similar a lo que planteamos al sistema educativo y a la sociedad entera española. "Para prolongar tan fascinante milagro en Bachillerato, la Selectividad ya no selecciona una puñetera mierda. Mientras que hace tres décadas aprobaban siete de cada diez alumnos, hoy ninguna autonomía española baja de nueve (País Vasco 98%, Castilla y León 97%, Aragón 96%…). Cosa lógica si consideramos que la idea repetida de nuestra chusma gobernante era y sigue siendo que nadie se quede atrás. Que todos los chicos, dicen, tengan las mismas oportunidades. ¿Quién puede oponerse a eso? Pero en vez de estimular al alumno que lo merece para que se mida con los mejores, dándole todas las oportunidades, lo que incentivan esos imbéciles es la indiferencia y el mínimo esfuerzo, penalizando a los que de verdad estudian y luchan por conseguir la excelencia; reventando a los mejores y premiando a los vagos y los mediocres".

Luego del año de pandemia en que las escuelas argentinas estuvieron cerradas aparecieron decisiones como la de aprobar a todos los alumnos que entre 2020 y 21 hubieran cursado un trimestre, suprimiendo aplazos, repitencia y materias previas. Y sin embargo en ese tiempo los chicos sí tuvieron clases, y tuvieron a sus maestros y profesores del otro lado de la pantalla durante horas interminables.

Seguramente que esta experiencia ha dejado una verdadera "tragedia educativa" y ha terminado como siempre premiando a los que menos se esforzaron.

Necesitamos un país mejor y la educación es vital, es la columna vertebral para lograrlo. La mirada apocada y mediocre de poner una tabla rasa buscando un promedio y de ese modo ponerle un tope al saber, a la competencia sana, al deporte, a las matemáticas, a la lengua y comprensión de textos, a la formulación de estrategias y entendimiento de cómo se mueven las sociedades, el mercado, la vida pues pensamos que no sería la manera.

La escuela debe enseñar a niños y adolescentes habilidades, no a mecanizar acciones que en brevísimo lapso lo harán las computadoras y robots. Enseñarles a ser ingeniosos, creativos, a aprender a resolver problemas y que se pasen horas pensando porque, en definitiva, son esos retos los que, cuando resuelves lo que buscabas, te dan esa sensación de felicidad que es realmente el aprendizaje.

¿Dónde quedan los padres en un sistema educativo y social que está mediocrizando la enseñanza? Pues me quedo con una frase más de Pérez Reverte para el final: "La crisis de la educación cuenta además con la complicidad idiota de tantos padres, la hiperprotección que dejará a los chicos indefensos cuando la vida real llame a la puerta".

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