Con excepción de la virtualmente exiliada Sarah Ferguson, no faltó casi nadie. El Príncipe Carlos y Camilla Parker-Bowles, el Príncipe Andrés y sus hijas, Eugenia y Beatriz; Eduardo y su esposa, Sofía, Condes de Wessex, entre otros, se congregaron en Canongate Kirk, escenario real por excelencia en Edimburgo (es la iglesia de la Reina durante sus veraneos allí). Unos 300 invitados asistieron a la ceremonia y a la recepción posterior en el Palacio de Holyroodhouse, residencia oficial de la Monarca en Escocia.
Esta boda real es la primera que se celebra en Escocia en casi 20 años y los entusiastas esperan que ayude a calmar la fiebre nacionalista-separatista. La anterior fue la de la madre de la novia, la Princesa Ana, y el Capitan Mark Phillips.
Con un vestido muy clásico del diseñador Stewart Parvin, la novia lució la diadema "Cuña griega", que perteneció a su bisabuela, Alicia de Battenberg; mientras que el novio, con un sobrio traje, echó por tierra la especulación de que iba a lucir la tradicional falda escocesa. Los sombreros tuvieron la clásica extravagancia de los casamientos británicos. Con su perfil aplanado y escultural, el que lucía la Duquesa de Cambridgue corrió con ventaja.
A pesar de la pompa, la boda tuvo ese toque de normalidad que la Familia Real viene buscando desde la muerte de Diana de Gales en 1997. Por la mañana se supo que Zara Phillips conservaría su apellido de soltera en vez de adoptar el de su marido. Campeona mundial de equitación, Zara Phillips tiene un nombre y una carrera que se hubieran visto perjudicados si cambiaba su apellido. La familia de Tindall fue el espejo de los Middleton: empleado de Banco el padre, trabajadora social la madre, clase media de Yorkshire.
El enlace, rutilante por su brillo real, tuvo también su esplendor deportivo. El testigo de Tindall fue Ian Balshaw, excompañero de la selección nacional. Entre las celebridades de ese mundo también se encontraban el técnico de la selección inglesa de rugby, Martin Johnson, y el excorredor de coches escocés Sir Jackie Stewart, padrino de Zara. Hasta la luna de miel quedó trastocada por los compromisos deportivos de la pareja. En la noche de hoy Tindall se reintegrará a la concentración del equipo nacional, que el 6 de agosto se enfrenta a Gales mientras que Zara retoma su entrenamiento para un evento ecuestre en Gloucestershire.
La mezcla deportivo-real se vio facilitada por los primos de Zara, amantes del rugby (algunas versiones señalan que fue el Príncipe Enrique quien presentó a la pareja durante la Copa del Mundo de Rugby de 2003). En sus ocho años de relación la pareja rehuyó las cámaras. Sin embargo, el operativo de seguridad de ayer para controlar a los medios o a posibles escoceses antimonárquicos habría costado setecientos mil euros. Nada comparado con la boda de los Cambridge. Aún no hay información oficial al respecto, pero algunos estiman que aquella boda costó entre 6 y 22 millones de euros.
La princesa Catalina, una vez más fue de las más elegantes.
El príncipe Carlos y Camila.
La princesa Beatriz.
La princesa Eugenia, con un traje en blanco y chocolate.
La princesa Ana, madre de Zara, con falda plisada en fucsia