La vitivinicultura, columna vertebral de la economía de Mendoza, vuelve a ocupar un lugar central en el debate productivo a partir de la presentación de un informe elaborado por la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (ACOVI). El estudio, conducido por el economista Daniel Rada, ofrece una radiografía detallada del impacto económico del sistema cooperativo, que hoy representa cerca del 30% de la industria vitivinícola provincial. Sus conclusiones refuerzan la importancia estructural de este modelo asociativo en términos de estabilidad, generación de empleo y desarrollo regional.
Una cadena integrada con fuerte contribución al PBG
El eje del trabajo se concentra en la contribución del sistema cooperativo a lo largo de toda la cadena de valor, desde la producción primaria hasta el fraccionamiento. Según el análisis, el sector aporta 184.430 millones de pesos en Valor Agregado a la economía provincial. La cifra permite dimensionar la escala del entramado productivo y su capacidad para sostener la modernización tecnológica y la diversificación de productos.
En términos macroeconómicos, el informe reafirma que la vitivinicultura se ha consolidado como la principal actividad agrícola de Mendoza. Evaluada como cadena integrada, su participación en el Producto Bruto Geográfico (PBG) 2024 alcanza el 12,4% del Valor Agregado provincial. Dentro de ese total, el sistema cooperativo nucleado en ACOVI aporta un 3,4% del PBG, superando a sectores clave como el comercio, el transporte y la industria petrolera.
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Al abrir los aportes a PBG de Mendoza la vitivinicultura en toda su cadena es el principal aportante
Escala productiva y estabilidad en tiempos de retracción
Uno de los elementos más relevantes del modelo cooperativo es su sustentabilidad productiva. ACOVI reúne a 5.000 productores, equivalentes a la mitad del total provincial, que cultivan 25.000 hectáreas de vid, es decir, el 17,5% del área cultivada de Mendoza. Esta estructura ofrece estabilidad frente a los vaivenes climáticos y económicos que han afectado a otras regiones.
La cooperativización facilita el acceso a asistencia técnica, financiamiento, tecnología y mejores condiciones de comercialización. Además, el sistema controla cerca del 30% del vino consumido en el mercado interno, consolidando un papel decisivo en el abastecimiento y en la configuración de precios.
Un engranaje esencial para el empleo formal
El entramado cooperativo sostiene más de 10.000 empleos registrados, lo que supone que uno de cada cuatro puestos de la industria vitivinícola pertenece a esta red.
En la producción primaria se generan 6.575 empleos, equivalentes al 26,7% de la mano de obra agrícola de la provincia. Las etapas de elaboración y fraccionamiento aportan 3.650 puestos, es decir, el 25% del empleo industrial del sector. Este volumen confirma que el cooperativismo es un actor clave no solo en lo agrícola, sino también en la industrialización del vino.
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Distribución del valor dentro de la cadena vitivinícola
La producción primaria aporta 72.838 millones de pesos, de los cuales 45.430 millones -cerca del 40%- corresponden a salarios. La etapa de fraccionamiento es la de mayor peso en la generación de riqueza, con 92.898 millones de pesos, seguida por la elaboración, que agrega 18.694 millones.
El cooperativismo como estabilizador estructural
El informe concluye que el modelo cooperativo actúa como un estabilizador estructural de la economía regional. Su capacidad para mantener producción, empleo y demanda de insumos, incluso en períodos de incertidumbre climática o contracción económica, demuestra la fortaleza de un sistema basado en la integración de miles de pequeños y medianos productores.
Las 5.000 familias que integran ACOVI conforman un engranaje que garantiza continuidad, previsibilidad y destino para la producción vitivinícola. Frente a sectores más sensibles a las fluctuaciones del mercado, el cooperativismo sostiene la rueda productiva y contribuye a la cohesión social y al arraigo rural en Mendoza.