La vitivinicultura, al igual que todas las actividades económicas en el mundo agropecuario, trabaja de manera constante en la búsqueda de sostenibilidad en un entorno donde el mercado es cada vez más exigentes con los procesos de elaboración y gestión de productos.
En el mundo del vino, hablar de sustentabilidad implica considerar el seguimiento de la huella de carbono y la huella hídrica en la producción del vino, desde la uva hasta cada uno de los insumos que forman parte del proceso. En este proceso, los tapones de vino son protagonistas indiscutibles e indispensables para asegurar la durabilidad y calidad del vino, aunque también son el centro de un gran debate: ¿naturales, sintéticos o de vidrio? Poco a poco, este debate se va resolviendo.
Los tapones naturales de alcornoque son considerados irremplazables por muchos consumidores y guardianes de la calidad del vino. La industria de tapones naturales trabaja constantemente para perfeccionar sus propiedades, garantizando una homogeneidad perfecta en el producto, con el objetivo de controlar los diferentes niveles de permeabilidad y eliminar las moléculas que pueden generar el temido "sabor a corcho".
En cuanto a la sustentabilidad, el corcho natural tiene un punto a favor: se le atribuye la capacidad de absorber carbono del ambiente. Según datos de la industria del corcho, un tapón de vino tranquilo contribuye al secuestro de 150 g de CO2, es decir, 6 veces más que las emisiones derivadas de su producción. En el caso de un tapón de vino espumoso, se estima que contribuye al secuestro de 250 g de CO2, 8 veces más que sus emisiones.
No obstante, estos números son cuestionados por algunos sectores, que afirman que se requiere un tiempo indeterminado para lograr estos valores, ya que los alcornoques son árboles longevos cuyo desarrollo lleva muchos años.
Tapones sintéticos
Cuando los tapones sintéticos llegaron al mundo del vino, muchos consumidores conservadores (y también algunos productores) los asociaron con vinos de baja calidad. Sin embargo, ese prejuicio se ha demostrado infundado. Hoy en día, dentro del mundo de los tapones sintéticos, existen alternativas de origen vegetal o bioplástico, hechos a partir de biomasa, como la caña de azúcar. Estos tapones tienen un impacto cero en la huella de carbono debido a su origen no fósil, lo que significa que no contribuyen al calentamiento global y continúan evolucionando.
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La vitivinicultura trabaja en tapones cada vez más sustentables.
Recientemente, una de las empresas líderes del sector, Vinventions, presentó SÜBR, el primer tapón microaglomerado sin poliuretano, con garantía de estar libre de TCA. El TCA es un compuesto químico que provoca el característico olor a moho o humedad, responsable del defecto conocido como "sabor a corcho", que afecta a entre 4 y 6 botellas por cada 100 embotelladas a nivel mundial.
Vinventions dio su primer paso para combatir este problema en 1999 con la creación del tapón Nomacorc. Años después, en 2017, comenzaron a desarrollar un microaglomerado con dos características clave: su tecnología de elaboración y su aglutinante. Este tapón está diseñado para ofrecer una entrada mínima y consistente de oxígeno, lo que asegura la conservación de la frescura del vino y una crianza óptima en la bodega.
El nuevo tapón SÜBR es el resultado de una investigación llevada a cabo por especialistas en el centro de desarrollo de Vinventions en Francia. Además, la empresa ha realizado una importante inversión en su planta de San Juan, Argentina, para importar los tapones sin marcar desde Francia y llevar a cabo el tratamiento superficial y la impresión de manera local.
Este tapón innovador ha sido utilizado por bodegas europeas desde 2018, principalmente en Francia, Italia y España. En Argentina, 25 bodegas de Mendoza, Salta y San Juan ya han elegido este tapón para sus vinos.