La economía argentina atraviesa un proceso de apertura comercial basado en las importaciones cuya profundidad y velocidad no encuentran antecedentes en las últimas dos décadas.
La apertura comercial impulsa un récord de importaciones y profundiza la crisis industrial en Argentina, reconfigurando el mapa productivo y laboral del país.
La economía argentina atraviesa un proceso de apertura comercial basado en las importaciones cuya profundidad y velocidad no encuentran antecedentes en las últimas dos décadas.
Impulsada por el Gobierno nacional mediante la reducción de aranceles, la eliminación de restricciones cuantitativas y una apreciación sostenida del tipo de cambio, la entrada de bienes de consumo importados alcanzó niveles inéditos y comienza a configurar transformaciones estructurales en sectores productivos sensibles. Mientras las góndolas exhiben una variedad creciente de productos extranjeros (hasta los supermercados comenzaron a importar productos con marcas propias) la industria nacional atraviesa uno de los períodos más críticos de su historia reciente.
Así lo señaló un reciente informe del Centro de Política Económica Argentina (CEPA) que reveló los datos estadísticos oficiales del INDEC.
Los datos del comercio exterior son contundentes e irrefutables. En septiembre, por tercer mes consecutivo, se registró un máximo histórico en la llegada de mercancías del exterior. Solo ese mes ingresaron bienes de consumo por 1.157 millones de dólares, mientras que el acumulado entre enero y septiembre alcanzó los 8.376 millones de dólares. Se trata del valor más alto del siglo, superior en 1.693 millones al récord previo de 2018 y equivalente a un incremento del 25,3% respecto de aquel año. Más relevante aún es el peso de estos bienes dentro del total importado: representan ya el 14,6% de las compras externas, 4,1 puntos más que en 2023 y el nivel más elevado desde 2004, excepto por el año atípico de la pandemia.
Los rubros que lideran la expansión ofrecen una radiografía del cambio de modelo. Electrodomésticos, baterías y lámparas crecieron un 248,9% frente a 2024; motos, bicicletas y equipos de transporte lo hicieron en 124,6%; las prendas de vestir aumentaron 61,8%; los alimentos, 77,4%; y la marroquinería, 44,7%. Estos cinco sectores explican casi la mitad de las importaciones totales de bienes de consumo en los primeros nueve meses de 2025.
El fenómeno se profundiza con la irrupción de nuevos protagonistas. En los diez principales rubros se observa un fuerte aumento en la cantidad de empresas que participan del comercio exterior. Los productos de caucho y plástico sumaron 2.490 nuevas firmas importadoras respecto de 2023; la marroquinería, 1.524; las prendas de vestir, 1.391; y el segmento de electrodomésticos y baterías incorporó 1.069 participantes adicionales. Ratificando dos fenómenos conocidos y que fueron advertidos: la transformación de productores a importadores en todos los sectores y la aparición de “oficinistas” que circunstancialmente se transforman en importadores mientras el negocio sea redituable.
El mapa del comercio exterior argentino se ensancha, y con él se reconfigura el equilibrio entre producción local e importación.
En el sector alimenticio, la expansión de las importaciones marca un punto de inflexión en la estructura del mercado interno. Empresas que históricamente operaban con producción nacional o con compras externas marginales incrementaron significativamente su volumen de importación.
En carnes, Quickfood lideró el proceso con 37,3 millones de dólares entre enero y septiembre, seguida por Swift, que prácticamente no registraba actividad anterior y ahora exhibe un salto superior al 4.000%. En fideos, C.V. Trading encabeza con 3,5 millones de dólares; en lácteos, Elcor multiplicó por cincuenta su volumen; y en aceites y manteca, Arcor muestra un crecimiento del 112%. En panificados, Coto y Fargo duplicaron o triplicaron sus operaciones, mientras que las cadenas de supermercados -Carrefour, Coto y Cencosud- avanzan hacia una estrategia de abastecimiento basada en proveedores internacionales.
La sustitución de producción local por bienes terminados importados ya es visible en conservas, frutas, verduras, chocolates, bebidas energéticas y cítricos. La combinación de tipo de cambio apreciado y oferta externa abundante crea un entorno favorable para la importación masiva, con efectos directos sobre la industria nacional.
La industria textil figura entre las más afectadas por la apertura. Adidas lidera el ranking con 40,2 millones de dólares importados, un crecimiento del 323% respecto de 2023, mientras que Puma acumula 15,7 millones, un incremento del 100%. Según la Fundación Pro Tejer, en los primeros nueve meses se incorporaron 15.000 nuevos CUIT al registro de importadores del rubro, un indicador que refleja la magnitud del viraje hacia el producto terminado. La composición de las importaciones también se transforma: ingresa más indumentaria finalizada y menos insumos, lo que desplaza actividad a lo largo de toda la cadena de valor.
El calzado reproduce esta dinámica. Adidas importó 105,4 millones de dólares, un salto del 385%; Puma incorporó 66,4 millones; y Southbay irrumpió con 38,2 millones sin antecedentes previos. La entrada de ocho millones de pares terminados por parte de Adidas marca una ruptura respecto del esquema de ensamblaje nacional que había prevalecido hasta hace pocos años.
Productos de tocador -con Natura, Unilever y L’Oréal al frente-, muebles, plásticos y vidrio también evidencian un giro hacia la importación. El caso de muebles resulta ilustrativo: Cencosud lidera con 5,7 millones de dólares, mientras que firmas como Naldo o Delos, tradicionalmente vinculadas a proveedores locales, retoman la compra externa ante la apreciación del peso y la flexibilización normativa.
El informe destaca que mientras los volúmenes importados crecen, la estructura productiva nacional se contrae. Según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, entre la asunción del presidente Javier Milei y agosto de 2025 cerraron 1.974 establecimientos manufactureros y se destruyeron 55.941 empleos formales en la industria. Estas cifras no incluyen los efectos posteriores a las elecciones del 26 de octubre, cuando la tendencia se aceleró.
Los casos recientes confirman esta dinámica. La pesquera Marechiare y la fabricante de muebles Color Living despidieron a 40 trabajadores cada una; Georgalos aplicó 600 suspensiones; Lear suspendió a 250 empleados en Córdoba; y Reinaudo S.A. concretó 10 despidos. En Chaco, la textil Coteminas echó a 56 personas, mientras que la cadena Caromar sumó otros 58 recortes. El golpe más severo provino del sector alimentario: Mondelez-Pacheco suspendió a 2.300 trabajadores en su planta de Tigre, un hecho que sintetiza la profundidad de la crisis.
Los datos del comercio exterior muestran con nitidez la transformación profunda del modelo productivo argentino, en el que la lógica comercial y financiera se impone sobre la industrial, que no es otra cosa que lo que el Gobierno de Javier Milei se propuso desde el primer día.
La apertura irrestricta, sin amortiguadores, redefine capacidades, desplaza mano de obra y tensiona al máximo la estructura fabril, dejando a la Argentina ante un punto de quiebre cuyo alcance y consecuencias aún están en pleno desarrollo.

