La incertidumbre y la recesión siguen siendo el denominador común de la economía diaria de Argentina. Un reflejo perfecto es la continua caída del consumo masivo. Según un preinforme al que tuvieron acceso algunos medios, la consultora Scentia, que mide mensualmente las ventas en el sector retail, indica que enero tendrá una caída cercana al 5% contra el pésimo enero de 2024.
Enero de 2024 ya había reportado una caída del 3,5% contra enero de 2023. En las próximas horas, cuando se conozca formalmente el informe, será el segundo mes consecutivo de declive bajo la administración de Javier Milei, después de una caída del 18% en diciembre, frente a un crecimiento de 1,4% en el mismo mes del año anterior. La continuidad de estas cifras negativas, incluso en comparación con bases históricas adversas, refleja la profundidad de la crisis que afecta al consumo en el país.
Las fuentes del sector supermercadista, aun así, esperan un respiro no antes de marzo o abril, pero los antecedentes no son alentadores. En febrero de 2024, el consumo ya había caído un 4%, y la tendencia se agudizó en los meses siguientes, llegando a un desplome del 22,3% en septiembre. "Si no logramos números positivos contra esas caídas, vamos a estar en un problema serio", advirtió una fuente del sector supermercadista.
La dinámica actual del consumo bajo el rumbo económico del gobierno de Javier Milei se explica, en gran medida, por la comparación con los peores meses de 2024, lo que podría ofrecer una ilusión de mejora si las cifras se comparan con aquellos mínimos históricos. Sin embargo, para revertir la tendencia negativa, se necesitaría más que una comparación favorable; se requiere una reactivación real del poder adquisitivo, algo que por ahora el Ejecutivo no parece dispuesto a convalidar en su política de aspirar los pesos de plaza para combatir la inflación por el método más ortodoxo posible.
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Canastos vacíos: Los datos de consumo para enero aparecen tan malos como los del año anterior
Varios factores contribuyen a la situación permanente de caída del consumo. Por un lado, el aumento de las tarifas de servicios básicos ha reducido considerablemente la capacidad de gasto de las familias argentinas. Con un salario promedio entre 600 mil y un millón de pesos, cubrir las necesidades básicas como alquiler y servicios deja poco margen para compras de consumo. Por otro lado, el impacto de la devaluación fundante de la política económica del Gobierno ha llevado los precios de los alimentos a niveles inaccesibles para muchos, exacerbando la crisis del consumo. Situación que no se ha revertido, ya que, a pesar de la desaceleración del IPC, la inflación de alimentos y servicios sigue siendo superior al promedio y también a los aumentos salariales convalidados a los trabajadores registrados.
La estrategia del gobierno de mantener los salarios por debajo de la inflación para controlar la espiral inflacionaria es un arma de doble filo, que, aunque ayuda a estabilizar los precios, también asfixia el consumo, vital para la reactivación de una economía como la argentina, cuyo mercado interno sostiene el 75% del PBI.
Una perspectiva modesta
El comercio espera que, eventualmente, la situación se estabilice, pero la recuperación del consumo masivo parece estar condicionada a mejoras significativas en el poder adquisitivo de la población. Mientras tanto, los supermercados y las empresas de bienes de primera necesidad se adaptan a un escenario de menor volumen de ventas, lo que inevitablemente lleva a ajustes en la operación y personal.
La caída del consumo refleja una crisis económica en la vida real que el Ejecutivo sigue negando, amparado en variables macro que también comienzan a flaquear.