La selección argentina cerró la fiesta del campeón con una goleada
La Selección de fútbol de Argentina goleó esta noche a su similar de Curazao por 7 a 0, Lionel Messi convirtió 3 goles y pasó los 100 goles con la albiceleste.
Foto: Prensa AFA Selección Argentina
La Selección de fútbol de Argentina campeón del mundo goleó por 7 a 0 al Seleccionado de fútbol de Curazao en el partido disputado en el Estadio Único Madre de Ciudades de Santiago del Estero, donde el capitán Lionel Messi, autor de un triplete, pasó la barrera de los 100 goles con la camiseta "albiceleste".
Para el plantel campeón del mundo la fiesta fue completa: Lionel Messi tuvo otra noche excepcional en la que superó el gol número 100 con la casaca albiceleste y, a tono con la gesta de Qatar, hasta el último gol fue obra de Gonzalo Montiel igual que en la tanda de penales en la final ante Francia: el mejor guionista parece seguir escribiendo la historia de la Scaloneta.
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A pedir del público, la Pulga hizo su show de punta a punta, con tres goles y una asistencia. Arrancó con una buena habilitación para un disparo frustrado de Lautaro Martínez y un intento personal tapado por Eloy Room. Lautaro también tuvo otra chance con un tiro desviado antes de la apertura del marcador, a los 19 minutos, cuando Giovani Lo Celso se la dio a Messi para que hiciera pasar de largo a dos defensores y definiera bajo y contra el palo para lograr su gol 100 con la Albiceleste, en otra jornada histórica.
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Con el arco abierto, lo que siguió fue un festival. Nicolas González desperdició una llegada primero y se desquitó enseguida, a los 22, venciendo en el salto al arquero tras un despeje en la línea a un cabezazo de Germán Pezzella.
Poco después, Messi tejió un jugadón que no pudo cerrar bien Lautaro, y enseguida volvió la contundencia: Messi recibió de González y definió para un golazo a los 32, generó la jugada de peligro y habilitó atrás a Enzo Fernández para el cuarto a los 34 y volvió a anotarse con una corrida tras pase de Lo Celso a los 37.
En el complemento, después de que Lionel Scaloni moviera el banco con los ingresos de Ezequiel Palacios por Enzo Fernández, Rodrigo De Paul por Alexis Mac Allister y Juan Foyth por Nicolás Otamendi, Lautaro Martínez tuvo dos oportunidades frustradas por Room.
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Ángel Di María cambió por gol un penal que sancionó el árbitro Gustavo Tejera por una mano dentro del área. La Selección golea 6-0 a Curazao en Santiago del Estero.
El arquero titular de la Selección Dibu Martínez fue reemplazado por Franco Armani. Estalló el público en el estadio Madres de Ciudades para aplaudir de pie al ídolo.
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Para el final, desborde de Paulo Dybala y centro para la definición de Gonzalo Montiel. La pelota ingresó por el medio del arco y de nada sirvió la estirada del arquero para evitar el 7-0 de los campeones del mundo.
Esta Selección refundó el término Interior. Con ella juegan todos de local: los santiagueños, los de Salta, los de Tucumán, los de Córdoba, los de Floresta. Los que viajaron desde Jujuy o llegaron de Bariloche, los que caminaron sólo un par de pasos, los que visitaron el estadio con una cabra. Sí, con una cabra. Hasta los de Marte que pasean en careta extraterrestre con 35 de térmica. Todos viven en el interior de esta Argentina selladora de grietas y monoteísta que cree, venera y se rinde ante su único Diez.
El que no corre, flota. El que hace elástico el tiempo. El que nunca se equivoca. El que cada vez que se presume va a perderla, sigue. El que se acerca a un corner y multiplica reverencias acompañadas de un grito de admiración. Su apellido que se vuelve mantra.
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Todo se le festeja: hasta sus impecables tres goles. Y los cien que alcanza al acariciar la pelota con un “tac” preciso, de alienígena futbolero, tercer intento tras dos atajadones de Room.
De él todo emociona: un tiro de esquina, una asistencia que Lautaro no alcanza a convertir, un par de jueguitos al ritmo de Life is life. La bandera que lo muestra besando la copa en la popu norte, la otra que lo exhibe abrazándose con un Maradona que al ritmo de Rodrigo también recibió homenaje. El “vení, vení, cantá conmigo” porque la vuelta se da con él.
Esta Argentina entró en el corazón y por ese interior transita, a su ritmo, sin sprints de nivel mundialista por comprensión de contextos: el rival, que obsequia un juego menos amarrete, no exige como Francia. Y a su modo le rinde culto: intenta hacer lo que mejor le sale a Messi y al equipo en el que Scaloni, también mimado en el ranking de múltiples ovaciones, logró insertarlo.
En el interior de esta Selección está todo. El Himno en versión folclórica que eriza las pieles de todo el Madre de Ciudades. El Muchachos en la voz de La Mosca y del pueblo. La T & la M cantando hasta con el partido empezado.
El Dibu Martínez, top tres en el escalafón de cariño, que pudo salir del campo para sentir el impacto emotivo que genera.
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Di María, reivindicado y amado, mimado desde que salió al campo para elongar y trotar y que de penal pudo potenciar su conexión en cancha. Son todas piezas de una gran mamushka: Mac Allister, Montiel con su gol para recordar el grito que nos dio un Mundial, Lautaro corriendo a todos, el mismísimo Enzo Fernández que hace un año estaba en River y no se imaginaba volver a Santiago en rol de campeón del mundo, ni marcar un gol, ni recibir un “Enzo, Enzo” como reconocimiento perpetuo.
El éxito de esta Selección fue haberse transformado en Argentina. En la síntesis de todo un país habituado patológicamente a la discusión. Es la número uno del ranking FIFA porque ganó el Mundial, porque superó a Brasil en puntos, porque no hay ninguna mejor que ella. Ni en cancha ni en las gradas, si hasta volvió el Decime qué se siente.
Pero es la número uno, también, por lo que representa. Porque todos la sienten propia: no hay quien no la lleve en el Curazao.