Como cada 12 de octubre, este domingo se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, efeméride con origen en la llegada de Cristóbal Colón a América. Este año, por decisión de la administración de Javier Milei, esta fecha volvió a llamarse “Día de la Raza”, concepto que no solo refuerza la desigualdad en la sociedad, sino que también carece de validez científica.
En 2010, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner publicó el Decreto 1584 que esta efeméride sería denominada como Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Esta modificación se dio en un contexto de época “muy distinto al actual”, afirma la investigadora del CONICET y docente de la UNCuyo, Victoria Martínez. Ese período, explica, estuvo atravesado por “debates sobre la colonización, la dominación y los procesos de descolonización” impulsados por movimientos indígenas y sociales en América del Sur.
En la actualidad, donde en distintas partes del mundo resurgen discursos de supremacismo blanco y se reinstala el término “Día de la Raza”, la también socióloga advierte en diálogo con SITIO ANDINO que “la idea de raza genera exclusión y desconocimiento”.
Nombrar también es gobernar: la política detrás del regreso del “Día de la Raza”
Para Martínez, la fotografía era otra 15 años atrás porque “se reconocía la preexistencia de los pueblos originarios y se promovía la interculturalidad como un diálogo necesario entre culturas”. Hoy, advierte “asistimos a una vuelta global al supremacismo blanco, hegemónico y occidental, y Argentina es parte de esa retórica”.
El riesgo de legitimar nuevamente el concepto de raza desde el Estado “se desprende de retomar ideas que no contribuyen a la interrelación] social ni a la valoración de la diversidad, sino que generan discriminación y exclusión”.
Según la académica, la decisión del actual Gobierno de volver a utilizar el término “Día de la Raza” refleja “un retroceso simbólico y discursivo” frente a los avances logrados hace más de una década. Desde una mirada sociológica, la idea de raza es “errónea” y, en sentido estricto, “las razas humanas no existen”.
“Se trata de un concepto que había caído en desuso tras revisiones históricas y científicas”, afirma Victoria Martínez.
En ello coincide -o coincidía- el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), el cual fue cerrado a principios de 2024. En rigor, la entidad decía que el cambio de denominación “se cimentó en el entendimiento de que la división de la humanidad en ´razas´ carece absolutamente de validez científica, lo que constituye hoy una concepción político-social errónea y peyorativa; por lo tanto, su utilización sólo favorece reivindicaciones racistas”.
diversidad cultural, manos.jpg
“La idea de raza es, con toda seguridad, el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años”.
Foto: Freepix
Martínez recupera las palabras del sociólogo Anthony Giddens, quien sostiene que “el color de piel es sólo una expresión de la diversidad genética, pero no una categoría científica válida”. En ese marco, la etnicidad representa “las prácticas culturales de los grupos sociales, diversas en todos los continentes, incluidos los pueblos occidentales”.
De la colonización a la colonialidad: la “raza” como herramienta para la dominación
En uno de sus textos, el catedrático peruano Aníbal Quijano desnuda la problemática de forma clara y contundente: “La idea de raza es, con toda seguridad, el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años”. En el escrito publicado en septiembre del año 2000, “¡Qué tal la Raza!, el sociólogo explica que la noción de “raza” como un elemento de la “naturaleza que tiene implicaciones en relaciones sociales”, se encuentra fuertemente arraigado en nuestro sistema de creencias.
“La colonialidad es la matriz cultural y de poder que persiste hasta nuestros días”, cita Martínez, señalando que este sistema de pensamiento “sostiene la idea de superioridad de unos sobre otros por el color de piel”. Es más, agrega, se instaló como “supuesto hecho científico para justificar la dominación de los pueblos blancos y occidentales sobre las poblaciones originarias de América y las poblaciones esclavas de África... para justificar que realicen trabajo esclavo en minas, plantaciones y demás industrias que necesitaban trabajo sin costo para el surgimiento y sostenimiento del capitalismo”.
Entre el pretérito colonial y el pasado presente
Los discursos de odio y las manifestaciones racistas no quedaron en el pasado, por más que en algunos países o localidades se muestren de forma más clara -y agresiva- que en otros. En las redes sociales, términos como “marrón”, “aborigen” y “negro” son usados de forma despectiva en discusiones sobre política, a modo de “chiste” o simplemente para insultar. De hecho, en los últimos días el actor argentino Osqui Guzmán denunció haber sufrido un hecho de discriminación de parte de una oficial de policía “por su color de piel”.
Sin embargo, hablar sobre un incremento o descenso en casos de violencia racista o xenófoba es más complejo desde 2024, puesto que el cierre del INADI impide contar con datos actualizados sobre el fenómeno: “Recomiendo revisar los mapas nacionales de la discriminación elaborados por el organismo en 2009, 2013 y 2019; seguramente hoy los resultados serían distintos”, apunta Martínez.
Este cambio de nombre no solo refuerza disparidades sociales, sino que pone de manifiesto los discursos racistas naturalizados, los cuales persisten incluso entre las nuevas generaciones: “Si no cuestionamos nuestros propios prejuicios y las representaciones mediáticas, seguiremos reproduciendo estructuras de poder hegemónicas que sostienen las desigualdades”.
“Desnaturalizar los discursos y las prácticas que generan diferencias donde no debería haberlas es una tarea urgente, porque sólo desde el pensamiento crítico podremos construir una sociedad más justa, plural e intercultural”, concluye la profesional.