Este lunes se confirmó el fallecimiento de los tres andinistas desaparecidos en el Cerro Marmolejo de la Cordillera de Los Andes. Uno de ellos era el mendocino Ignacio Javier Lucero, quien contaba con una gran historia de vida.
Este lunes se confirmó el fallecimiento de los tres andinistas desaparecidos en el Cerro Marmolejo de la Cordillera de Los Andes. Uno de ellos era el mendocino Ignacio Javier Lucero, quien contaba con una gran historia de vida.
Lucero era instructor nacional de andinismo, guía de trekking en cordillera y guía de montaña. Con vasta experiencia subiendo el cerro Aconcagua y otras cumbres como el Himalaya, el hombre era hábil conocedor de la Cordillera de los Andes.
Además de los cientos de mensajes de despedida en las redes sociales, la familia del andinista de 49 años difundió un sentido mensaje para recordarlo.
Nuestro Aconcagua
« Que te vaya bonito
Que no te vaya mal
Y que el tiempo te deje
Donde tengas que estar»
Cómo una melodía distante, esta canción empezó a resonar suave en mi cabeza.
No tengo muchos recuerdos de esa época, pero tengo una imagen grabada: en el living de los abuelos, en calle Palpa, me despedía de Papá antes de su aventura cantando la canción de Rosana que sonaba en esa época. Creo que se nos había pegado, o nos gustaba, quizás la pasaban mucho en la radio.
La cuestión es que hoy hacia el final del día la empece a tararear de a poco, sin saber conscientemente por qué. Lentamente se fue haciendo más fuerte y los recuerdos más nítidos.
Cantándola mientras me lavaba la cara pensaba que, a fin de cuentas, todo es una elección. Seguir subiendo o bajar. Insistir o dejar para después. La ilusión de sentirse vencedores o vencidos; la ilusión de reconocer la derrota. Lo paradójico de todo pareciera ser que la inicial incomodidad de verse derrotados, trae aparejada la seguridad y comodidad que esa misma derrota significa.
El Nacho una vez más eligió. Eligió el desafío, el seguir para adelante. Eligió jugársela por la montaña, por la imagen de la cumbre. Eligió también no volver a la comodidad de la seguridad.
Lo complejo de la ecuación quizás sea que detrás de toda elección, hay algo que pesa menos, algo que decidimos dejar atrás, algo que dejamos para después. Ya sea por ambición, pulsión o convicción, hay algo de esa decisión que opera en nosotros desde lo profundo, desde nuestra esencia. Decisiones que nos definen, que nos marcan.
Después del accidente de Aconcagua siempre sentí un poco de enojo y resentimiento por la decisión que tomo en algún momento Papá de seguir subiendo a pesar del peligro. Quizás por sentirme no elegida, quizás por el miedo de perderlo.. No lo sé, pero hoy esos sentimientos anudados y engarrotados del pasado se distienden y aflojan un poco.
Hoy me doy cuenta que para lo que algunos toma la forma física de una cruz en lo más alto de una montaña, para otros puede ser una carrera profesional, emigrar, una vocación. Que para lo que algunos es la seguridad del camping base, para otros puede ser el amor de su vida, su familia, la propia cultura, la tranquilidad de la ciudad natal.
Después de algunas horas, la melodía de Rosana se afirma junto con mis ideas: a fin de cuentas, todos siempre elegimos. Mismo si de diferentes formas y altitudes, todos tenemos en nuestra historia un Aconcagua, todos tenemos un Marmolejo.
Su pareja, María Fernanda Martínez Thierry, con quien tenía un pequeño hijo de dos años, publicó un sentido mensaje en Facebook. "Me dejaste el regalo más hermoso. Éramos y somos los tres. Salvi va a saber que su papá era un superhéroe", escribió.

