La disputa por el abastecimiento de insumos y equipos para la industria hidrocarburífera en Vaca Muerta se transformó en un nuevo espejo de la realidad plagada de tensiones estructurales que atraviesa la economía argentina.
La importación de insumos desde China para Vaca Muerta reabre la disputa entre eficiencia, costos y defensa de la industria nacional en proyectos clave.
La disputa por el abastecimiento de insumos y equipos para la industria hidrocarburífera en Vaca Muerta se transformó en un nuevo espejo de la realidad plagada de tensiones estructurales que atraviesa la economía argentina.
El choque entre la búsqueda de eficiencia y reducción de costos por parte de las grandes operadoras y la supervivencia de la industria nacional que históricamente acompañó el desarrollo energético del país. El reclamo público del CEO de Techint, Paolo Rocca, para que YPF y Pan American Energy prioricen la compra de caños fabricados en la Argentina, en lugar de importarlos desde China, funciona como síntoma de un conflicto más amplio que atraviesa a toda la cadena del oil & gas.
La controversia no se limita a los grandes tubos para gasoductos. En los últimos meses, pymes proveedoras de válvulas, bombas y equipos complementarios comenzaron a denunciar una creciente pérdida de mercado frente a productos asiáticos, que ingresan al país con precios hasta 25% más bajos.
La última licitación de YPF para el aprovisionamiento de válvulas esféricas, por un monto cercano a los 10 millones de dólares y con contratos a dos años, profundizó ese malestar: el 80% de la adjudicación quedó en manos de importadores, mientras que solo el 20% fue para fabricantes locales.
Desde la petrolera explican la decisión en términos estrictamente económicos. “Estamos comprando lo más conveniente y más barato, bajando costos para ser eficientes”, señalaron fuentes de la compañía. Para los industriales, en cambio, el resultado marca un quiebre histórico. Empresarios del sector aseguran que es la primera vez que YPF adjudica mayor volumen a importadores que a fábricas nacionales, con el impacto directo que eso tiene sobre el empleo y la escala productiva.
La situación se replica en otros segmentos de la cadena. Fabricantes de grandes equipos metalmecánicos advierten que la habilitación para importar maquinaria usada, en el marco del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), acelera la pérdida de mercado interno. En paralelo, el consorcio Southern Energy, integrado por YPF, PAE, Pampa Energía, Harbour Energy y Golar LNG, avanza en el proyecto del gasoducto para exportación de GNL, una obra estratégica que volvió a poner en discusión el origen de los insumos.
Ese proyecto es clave para entender la magnitud del debate. El gasoducto requiere miles de toneladas de tubos de acero de gran diámetro y su provisión se transformó en una licitación sensible, tanto por los montos involucrados como por su impacto industrial. Techint, a través de su planta SIAT en Valentín Alsina, reclama condiciones de competencia más equilibradas frente a proveedores internacionales con costos sensiblemente menores. La empresa advierte que, si se prioriza el material importado, la planta podría enfrentar una reducción drástica de actividad, con riesgo para el empleo y la continuidad operativa.
El conflicto también alcanza a empresas de servicios industriales como Socotherm, dedicada al revestimiento de tubos. La importación de caños ya terminados o revestidos en origen podría dejarla sin carga de trabajo en el corto plazo, afectando a un entramado de proveedores asociados a grandes obras energéticas.
Del lado de las operadoras, el argumento es contundente: sin costos competitivos, los proyectos pierden viabilidad internacional. Desde YPF remarcan que la compañía actúa como una firma privada, orientada a cuidar los recursos de sus accionistas, y que la baja de costos es una condición necesaria para competir con cuencas como Permian, en Estados Unidos. En la misma línea, desde PAE sostienen que las importaciones son puntuales y que muchas pymes locales participan de proyectos llave en mano, aun cuando utilicen componentes traídos del exterior.
Las cámaras industriales advierten sobre un deterioro profundo de la cadena de valor. Según referentes del sector metalmecánico, en los últimos años se perdió cerca del 30% del empleo en algunas ramas, y muchos saberes técnicos resultan difíciles de recuperar una vez que desaparecen. El riesgo no es solo coyuntural, sino estratégico: sin una base industrial sólida, la Argentina podría quedar limitada a ser un exportador de recursos primarios, sin capacidad de capturar mayor valor agregado.
La discusión se amplía aún más con el desembarco de nuevos jugadores internacionales. La llegada de la china Sany, que presentó su línea de maquinaria para oil & gas y anunció inversiones en Vaca Muerta, confirma que el interés externo por el sector energético argentino sigue creciendo. La compañía apuesta a posicionarse como proveedor tecnológico y a establecer alianzas locales, en un movimiento que combina inversión directa con una mayor competencia para los fabricantes nacionales.
Así, el debate de fondo excede una licitación puntual. Lo que parece en juego es qué modelo industrial acompañará el desarrollo energético argentino. Si la prioridad absoluta será el costo más bajo, si se buscará preservar capacidades productivas locales aun con precios, o si existirá margen para esquemas mixtos que equilibren eficiencia y desarrollo industrial.

