Los ecos de la victoria de Donald Trump traen algunos nubarrones para el furor del Gobierno de Javier Milei, que ve bajar los índices de inflación y alinearse, con fórceps, algunas variables macrofinancieras.
El triunfo de Donald Trump desató variables económicas, que al igual que las medidas que planea, podrían perjudicar más que ayudar a Javier Milei.
Los ecos de la victoria de Donald Trump traen algunos nubarrones para el furor del Gobierno de Javier Milei, que ve bajar los índices de inflación y alinearse, con fórceps, algunas variables macrofinancieras.
La explosión del Bitcoin a récords históricos de 89.000 dólares, el nacimiento de un "superdólar" y la caída de los precios de los commodities en las primeras horas post triunfo abren interrogantes por doquier.
En apenas 48/72 horas de la victoria del candidato republicano, el dólar se revalorizó contra las principales monedas del mundo: subió 1,1% en México, 0,8% en Chile, 0,7% en Japón, 0,5% contra el euro y en China, 0,4% en Brasil y 0,3% contra la libra. Así, la canasta del dólar contra todas esas monedas escala a un valor récord en los últimos años, mientras Argentina profundiza el camino contrario y consolida la idea de un atraso cambiario.
Solo un dato que se conoció ayer: en los primeros días de noviembre, los consumos en dólares con tarjeta de crédito superaron los 500 millones de esa moneda, valores que no se registraban desde mayo de 2018.
Pero si el escenario del dólar ya genera algún nubarrón, la caída del 3,2% en el precio del petróleo, el 2% promedio en metales preciosos y cobre, y los valores a la baja en casi todos los granos —sobre todo para el trigo, tanto en Chicago como en Rosario— a 20 días de que empiece la liquidación de la cosecha fina, generan aún más incertidumbre. La tonelada de trigo en el puerto de Rosario cayó hasta los 173 dólares (2,3%), lo que acumula una pérdida superior al 50% desde mayo de 2022, cuando tocó el máximo de 351 dólares.
En medio de un clima político y económico nacional e internacional enrarecido, se hace necesario mirar más allá de los relatos de los economistas y medios adictos, así como de los discursos de un presidente que sigue virgen en pisar una fábrica o un emprendimiento industrial, para pasar sus días alabando y visitando as inversiones financieras.
Las explicaciones simples y ramplonas que ensayan funcionarios y seguidores no hacen más que aumentar el riesgo de barrer bajo la alfombra las complejidades de una economía argentina que parece ir en caminos inversos.
Uno de los puntos de debate más recurrentes es el control cambiario, o "cepo", una herramienta que muchos consideran un obstáculo para la "libertad económica" y una de las principales causas de la parálisis económica.
Discusión que se profundiza en un momento de superdólar, como el que parece nacer de la mano del triunfo de Donald Trump. Sin embargo, la razón por la cual el gobierno se ha enamorado de una herramienta que detestó durante la campaña y desde el primer día de vida política de Javier Milei es clara: abrir el mercado desencadenaría un desajuste macroeconómico de magnitud incalculable.
La demanda de dólares, insatisfecha por la oferta oficial, generaría una devaluación poco controlable con la consiguiente disparada inflacionaria. El cepo se mantiene, así, no como una herramienta ideológica, sino como una necesidad de contención de los desequilibrios económicos. Ortodoxia y casta política pura en la aplicación de un programa o idea económica.
Pero también es la confesión que la supuesta sostenibilidad fiscal que se ha divulgado desde el gobierno de Javier Milei es inexistente.
El superávit que proclaman a cada rato el presidente y Luis Caputo, en la práctica, no es tal. La postergación de pagos de deuda interna, como los compromisos con las energéticas (un tipo de default parcial), y la exclusión de los intereses de la deuda pública en la cuenta, ya alcanzan para dar vuelta la ecuación y el supuesto superávit, que solo se obtiene con contabilidad creativa.
A lo que se debe sumar los recortes que son un obstáculo al desarrollo social y económico, como los que sufren las áreas de salud, educación y, sobre todo, las jubilaciones.
Recortes que, junto con la caída vertical de los salarios, generalizaron el empobrecimiento ciudadano, y las clases medias acomodadas intentan subsistir quemando sus ahorros, lo que no es más que una solución temporal.
El alivio momentáneo que experimenta el Gobierno en materia cambiaria no tiene relación con una expansión genuina de la producción o de las exportaciones por sobre los valores promedio. Más bien, los dólares que ingresan al mercado provienen del blanqueo de capitales (19.000 millones de dólares que no pertenecen al Estado, sino a sus depositantes), las ventas del sector agropecuario y agroexportador que mejoraron post-sequía, y los microcomercios y particulares que recurren al dólar colchón o canuto para poder operar y hacer frente a sus obligaciones.
Dos de estos flujos no son sostenibles, por lo que más temprano que tarde, el gobierno se encontrará con una pared que deberá saltar de alguna manera. El ministro de Economía y el presidente sueñan con que sea vía endeudamiento.
Esa pared puede llegar pronto con la presión por lo que se espera sea una fuerte salida de dólares por la cuenta turismo, como ya se viene experimentando estos días, y cuando las inversiones pasajeras, que están juntando ganancias impensadas con el carry trade, decidan que es momento de salir y no aumentar el riesgo.
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En el ámbito local, más que en el internacional, se ha hablado mucho sobre la afinidad entre Javier Milei y Donald Trump. De hecho, el Gobierno sobrevaloró (y mucho) la conversación telefónica de ambos en las últimas horas, y el presidente imagina un asesoramiento de su gobierno al del mandato electo.
Sin embargo, más allá de las palabras, Trump, durante su campaña, anunció medidas que en la teoría parecen bastante negativas para la economía argentina.
Veamos:
Las políticas que Trump ha anunciado tienen el potencial de crear serios obstáculos para la economía argentina. No solo empeorarían las condiciones comerciales, sino que también incrementarían el costo del crédito internacional, lo que agrava aún más la situación de la deuda externa.
La pregunta es: ¿hasta cuándo al Gobierno le saldrá bien o la suerte estará de su lado? Como un estudiante que va a rendir sin estudiar y se entusiasma