14 de diciembre de 2025
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Entendimiento problemático

Acuerdo Mercosur - Unión Europea: tensiones políticas ponen en duda la firma definitiva

El acuerdo Unión Europea - Mercosur puede entrar en su fase final entre resistencias políticas, tensiones agrícolas y un complejo camino de ratificación.

Por Marcelo López Álvarez

Veinticinco años después de la apertura formal de las negociaciones, el acuerdo de asociación entre la Unión Europea y el Mercosur entra en su fase decisiva con la firma prevista para el 20 de diciembre (según anunció Lula) en un momento de alta tensión política y técnica entre Bruselas y varias capitales europeas que pone en duda que el paso definitivo se pueda concretar.

La celeridad con que las instituciones europeas intentan cerrar el proceso contrasta con la fragilidad política que atraviesa el expediente: el pacto -negociado y reajustado desde 1999 y sellado en términos políticos en diciembre de 2024- aún debe sortear obstáculos decisivos en el Consejo, el Parlamento Europeo y en las legislaturas nacionales.

La promesa de un mercado inmenso

El acuerdo propone la creación de una amplia zona de libre comercio transatlántica que abarcaría un mercado de más de 700 millones de personas y un producto interior bruto conjunto que, según varias estimaciones, se aproxima a los 20–22 billones de dólares, cifras que explican el entusiasmo de sectores industriales y empresariales por abrir mercados. A escala práctica, el texto contempla la eliminación progresiva de aranceles (afectando a la mayor parte del intercambio bilateral), reglas de origen, capítulos sobre servicios, propiedad intelectual, contratación pública y mecanismos de solución de controversias.

Francia y el frente agrícola europeo

La promesa económica se enfrenta, sin embargo, a una resistencia político-social intensa en varios Estados miembros. Francia, motor de la oposición al acuerdo desde hace años, argumenta que el acuerdo expone a su agricultura a una “competencia desleal” y reclama salvaguardas y cláusulas de reciprocidad que obliguen a los nuevos socios sudamericanos a respetar estándares de producción equivalentes.

Pero el movimiento francés, liderado sobre todo por el sector agrícola, no está solo. Polonia, Irlanda y Hungría han movilizado a sus bases con preocupaciones similares; Países Bajos y Austria mantienen reservas y Bélgica ha optado por la abstención activa. Para París y sus aliados, el texto debe blindar los mercados agrícolas europeos o el costo (sobre todo político) será inasumible para gobiernos con electorados rurales sensibles.

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Lula y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, los dos máximos impulsores del acuerdo entre el Mercosur y la UE. ¿Se concretará finalmente?

Lula y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, los dos máximos impulsores del acuerdo entre el Mercosur y la UE. ¿Se concretará finalmente?

Italia, entre el cálculo económico y la cautela política

En Italia, en tanto, a días de la posible firma, el silencio es el protagonista. Roma es el segundo exportador de la UE hacia el Mercosur y su industria percibe un interés directo en un posible acceso preferencial al mercado sudamericano. La primera ministra Giorgia Meloni aún no ha emitido una postura definitiva, lo que deja a Italia como posible llave de bloqueo o de respaldo.

El ministro de Agricultura Francesco Lollobrigida ha defendido medidas protectoras para el sector primario, aunque las garantías y mecanismos de supervisión presentados por la Comisión Europea pudieron haber rebajado la reticencia de algunos actores italianos. La ambivalencia de Roma entre presión política doméstica y cálculo económico resume la tensión en la negociación hacia adentro de la UE.

El Parlamento Europeo como árbitro final

A nivel institucional europeo existe otro escollo crucial: el Parlamento Europeo. Aunque los Estados miembros puedan acordar una posición común en el Consejo, la entrada en vigor del tratado exige la votación positiva del Parlamento. En estos días debería realizarse una votación sobre medidas de salvaguardia, incluida la llamada cláusula de reciprocidad; su resultado marcará el ritmo de las conversaciones con el Consejo para cerrar un texto final.

Como se ve, el tiempo parece agricultor francés: hace todo lo posible para que el acuerdo no salga. Las fracturas partidarias, con la extrema derecha y la extrema izquierda europeas en contra y otros grupos divididos, hacen que la ratificación parlamentaria no sea un mero trámite y abren la puerta a que, en 2026, el Parlamento pueda truncar definitivamente el acuerdo.

El argumento estratégico y el verdadero trasfondo

Desde la otra vereda, los defensores del pacto advierten el costo estratégico de un fracaso: pérdida de acceso a mercados en un momento en que la UE busca diversificar socios frente a la creciente polaridad entre Estados Unidos y China. Subrayan además que el acuerdo incluye capítulos sobre comercio sostenible y mecanismos para vigilar la adherencia a compromisos ambientales.

Sin embargo, el problema de fondo no es ambiental. Los productores primarios y los sectores políticos proteccionistas saben que el acuerdo puede reproducir, en sentido inverso, escenarios similares a los que hoy vive la Argentina: mientras aquí se multiplican los productos industrializados foráneos, el tratado habilitaría a que Europa reciba materias primas foráneas a bajo costo para su industria.

El Mercosur y una negociación liderada por Brasil

En este lado del mundo, la negociación quedó prácticamente en manos de Itamaraty. Brasil, con el impulso de Lula y la adhesión formal (pero inactiva) de Argentina, Paraguay y Uruguay, ha colocado la rúbrica como un objetivo central de su agenda externa.

Para los gobiernos del Mercosur, el tratado ofrece una vía para reducir la dependencia de mercados tradicionales y atraer inversiones y valor añadido. Sin embargo, la firma solo será el primer paso: cada país deberá ratificarlo internamente, con tiempos propios que pueden demorar su entrada en vigor.

En el caso de Argentina, la aprobación parlamentaria no aparece como prioridad en una agenda influida por Estados Unidos. El el acuerdo también podría afectar el acceso de los productos farmer al mercado europeo. Al posible veto estadounidense hay que sumar la idea rupturista del bloque sudamericano que tiene Javier Milei.

Una definición política inminente

El acuerdo promete beneficios macroeconómicos y estratégicos, pero plantea conflictos estructurales entre sectores competitivos de ambas economías. La aritmética de votos en las capitales europeas, la decisión del Parlamento Europeo y la voluntad política de gobiernos clave definirán si el texto se convierte en una firma simbólica con largo recorrido o si vuelve a quedar atrapado en la indefinición y el resentimiento mutuo.

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