Comportamientos sociales

¿Estamos más violentos?: un análisis de la época actual

Un análisis psicológico sobre situaciones cotidianas que desatan fácilmente la irritabilidad y reacciones que se salen del control. ¿Estamos más violentos?

Por Florencia Rodriguez

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), definen a la violencia como el “uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. Ejemplos de actos violentos se encuentran a diario y van desde una discusión callejera hasta un asesinato absurdo a la salida de un boliche. Estos por nombrar dos casos pero también existe una violencia cuyo simbolismo transmite temor: colocar guillotinas o bolsas mortuorias en las cercanías de la Casa Rosada para que luego se repliquen en el nudo vial- que marca el ingreso a la Ciudad de Mendoza- en lo que constituye una amenaza de una hinchada contra la de su clásico rival y que muchas personas aún insisten en llamar “folclore del fútbol”. En ambos casos, hay un factor común y preocupante y es la legitimación por parte de la sociedad que, en cierta forma, los avala. Así, estos actos premeditados (dato no menor) se extienden y se agravan.

Gabriela Dik, presidenta de Colegio de Psicólogos de Mendoza analiza la pregunta: como sociedad ¿estamos cada vez más violentos/as?

“No creo pero sí pienso que la sociedad está habilitando ciertas violencias y eso es lo que a mí me preocupa. Somos sujetos que siempre entramos en disputa con la ley, desde el momento de nuestra entrada a la cultura que, en algún punto, es un hecho violento: no podemos hacer lo que queremos, la cultura nos ordena, nos limita, nos dice lo que está bien y lo que está mal según cada cultura e idiosincrasia. Esa sociedad, donde hay límites, es desde el psicoanálisis una entrada que Freud calificaba de violenta, en el sentido de que no podemos hacer lo que queremos, y esto no es nuevo”.

“Lo que me parece que está sucediendo es que se están habilitando, cultural y socialmente, estas manifestaciones de violencia: las bolsas mortuorias, los ataúdes, las guillotinas, estos actos que desde lo simbólico son mucho más violentos y premeditados. En otro momento, la sociedad los condenaba y ahora parece que los avala. Los medios de comunicación y las redes sociales habilitan y permiten a todas las personas a decir cualquier cosa de cualquier otra con una impunidad que preocupa, se puede insultar, vociferar cualquier barbaridad extremadamente violenta. En otro momento, eso se condenaba porque se no daba lugar a estos niveles de agresión y falta de respeto, hoy ya no es así”.

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Tipos de violencias y reacciones: ¿cómo tramitamos cada una?

“Existen los actos impulsivos. Por ejemplo, en un choque de autos, bajar y golpear a otra persona, esos no están premeditados, podrían responder- eso depende de cada sujeto- a las condiciones sociales, económicas y cierta habilitación porque parece que no hay una sanción desde lo social, ni siquiera hablo de la justicia. Parecería que en algún punto, la sociedad habilita algo de esto y eso me preocupa mucho porque son esos actos de golpear a una persona en un boliche, en un accidente de tránsito, balear, apuñalar, eso va en el orden de lo impulsivo”.

“Hay una parte de la sociedad que puede sancionar estos actos pero también vemos que cuando suceden estos episodios, hay un círculo de gente alrededor filmando y casi arengando lo que está ocurriendo, se aplaude ese impulso de ‘Puedo hacer lo que quiero’. Hoy, la sociedad interviene pero no intentando frenar el hecho violento que ocurre frente a sus ojos sino que interviene filmándolo y compartiéndolo en redes. No quedan pasivos, intervienen graban una pelea a golpes por ejemplo y la comparten, ese es un fenómeno de la época actual de las redes y su impacto, incluso hay gente que filma su propia muerte. Esa es una cuestión agresiva vía impulso, y hay sujetos más impulsivos que otros. Pero, por otro lado están estas situaciones muy preocupantes que son las premeditadas.

“Colgar bolsas mortuorias, emular ahorcados, ataúdes como ocurrió en el nudo vial de Mendoza a días de un partido de fútbol o como ocurrió en Plaza de Mayo o la Casa Rosada, eso de impulsivo no tiene nada, eso es una elaboración, una construcción, es decir, hay que planificarlo y a mi entender es otro tipo de violencia. Me preocupa porque lo grave de esto es que hasta que no ocurrió el intento de magnicidio hacia la vicepresidenta, nunca se sancionó, nadie dijo ni hizo nada con las bolsas mortuorias, ni los ataúdes, ni las guillotinas, todas que quedaron habilitadas socialmente enmarcadas en ese concepto de ‘la libre expresión’ que parece que habilita a una o más personas a hacer lo que quiera, cuando quiera y hasta ahí bien, pero ahora ya escaló a otro nivel que en lo personal me asusta y me preocupa. El mensaje es inconfundible: ‘Tengo ganas de matarte, de que mueras y quiero que lo sepas’, ya sea por un partido de fútbol, por diferencias ideológicas, por lo que sea. El atentado a Cristina, por citar un ejemplo, significa claramente que ‘Si yo quiero, te mato. No me cuesta nada ir a pegarle un tiro, voy a la cárcel unos años pero te aniquilo’. Eso se expande a la sociedad con la idea muy implantada de no hay lugar para el otro, parece que es o vos o yo”.

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Enojo, ira y odio: ¿son sinónimos?

“El enojo es casi una de las emociones humanas, un sentimiento, algo que nos pasa a todas las personas. Es inevitable, cuando las cosas no salen como nos gustaría o vivimos una injusticia, nos enojamos, lo bueno del enojo es que se disipa, una persona puede manifestarlo de diferentes maneras: algunas hablan, otras se lo guardan. En el enojo, no importa quién tiene la razón, como todos los sentimientos, va más allá de la racionalidad pero se pasa”.

“La ira, no quiero hacer una teorización porque es muy compleja, pero cuando una persona entra en estado de ira, ésta tarda más en irse y en muchos casos puede llevar a otra conducta más disruptiva. Cuando la ira toma todo el cuerpo, empuja a una acción y ahí hay un universo de reacciones posibles, la respuesta no necesariamente tiene que ser violenta: muchas personas lloran, le pegan a una pared, no en todos los casos implica un grado de violencia dirigida a otro pero de alguna manera hay que procesarla. En esta coyuntura social, política, económica, con las frustraciones a la orden del día porque no llegamos a fin de mes, porque la cosa parece que no cambia porque los mensajes de los medios y las redes son cada vez más violentos, da la sensación de que nadie tiene el timón para ver hacia dónde vamos, como un sentimiento de acefalía. Estos contextos también dan lugar a que las manifestaciones puedan estar dirigidas a un otro casi y sin consecuencias aparentemente”.

“El odio, no diría que es estructural pero sí es una construcción más social. Ahí, se me viene a la cabeza el Nazismo: Hitler bombardeando un mensaje de odio hacia los judíos que niños y niñas escucharon y adquirieron desde muy pequeños, esto se puede ver en las juventudes hitlerianas, pequeños batallones de niños que preparaba para la guerra. La dictadura militar en la Argentina es otro ejemplo, el comunista y la construcción del comunismo que hoy se vuelve a sacar como si estuviéramos en los años ’70 nuevamente y que muchos adolescentes- no todos- de las nuevas generaciones no saben lo que es porque no lo han vivido, se enteran porque hay una construcción constante alrededor que se los define y les sugiere cómo responder ante esta ideología. Entonces, si uno la va alimentando con distintos referentes, va construyendo un odio que tiene la irracionalidad como característica principal porque no importa quién tiene razón, los argumentos pierden valor.

“Lo que me preocupa más que lo impulsivo- que es histórico, porque en otros momentos ha estado más sancionado por la sociedad- es lo premeditado. Parece que estamos habilitados a hacer cualquier cosa, incluso matar, sin sentido, porque sí. Es el sinsentido de la violencia del que habla, por ejemplo, el filósofo Zizek en su libro ‘Sobre la violencia’. Esta violencia excede todo tipo de análisis porque no hay una sola razón que justifique el acto, ¿por qué odias al comunismo? ¿por qué odias a los judíos? ¿por qué? Esa es la pregunta. Carece de sentido agredir y/o matar por odio y la legitimación de la sociedad a estos discursos es o debería ser preocupante. Hay políticos que lo dicen abiertamente en un medio de comunicación dando un mensaje que llega a todas partes y estamos hablando de personas a las que les delegamos como ciudadanos/as la tarea de administrar, gestionar y protegernos y todo termina en otra cosa que nada tiene que ver con eso y esos mensajes se expanden, se normalizan y se adoptan, eso es lo grave, que se naturaliza, se adopta y replica en todos los estratos sociales.

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