Cómo me decía mi amigo Leandro, “son todas iguales”. Yo le pregunto ¿No estarás eligiendo siempre lo mismo? En este caso me hago cargo de que alguna vez lo pensé también. Pero pude darme cuenta de que hay algo que tiene una especie de imán. Es decir, elegimos parecido una y otra vez. Teniendo consciencia sobre esto me vuelvo a preguntar ¿Por qué elegimos siempre lo mismo? ¿Hasta cuándo uno repite? Tengo mis sospechas, pero como siempre, más preguntas que respuestas.
Desde adentro hacia fuera y al revés
En terapia hablo mucho del tema vincular y en un caso concreto pude identificar cómo vi y aprendí formas de relacionarme cuando era niña. Bien o mal, son las formas que entendí para dar y recibir cariño. Ya de adulta, cuando llegaba alguien con ciertas dinámicas similares a las que aprendí en el pasado, yo entraba. Al hacerlas consciente pude ir transformándolas.
A modo de ejemplo (cualquier coincidencia con la realidad es casualidad), si de niña mis padres festejaban solo mis logros y no mis esfuerzos, rechazaban mi enojo y “solucionaban” entre sí las cosas yéndose de casa, probablemente hoy mis reacciones sean las de tapar el enojo y emociones similares, complacer al otro constantemente y/o irme en medio de una discusión.
Creo que no solo lo que vivimos en el pasado nos condiciona al vincularnos con otros, sino y sobre todo con nosotros mismos. Siguiendo con el ejemplo, esa niña quizás hoy se sienta muy inestable y ante una dificultad su reacción será la de abandonar, soltar o irse. Quizás ni registre su enojo, ya que aprendió a taparlo para evitar así el enojo en otros, o el rechazo.
Es que claro, es de adentro hacia fuera. Sin embargo, fue en el pasado, que él afuera nos nutrió por adentro y luego la rueda sigue girando para vincularnos desde nosotros con otros. Él afuera y él adentro se retroalimentan.
El tema de lo que aprendimos en la infancia es muy interesante y profundo. Lo que me llevo como gran aprendizaje es que podemos resignificar lo que paso, lo que vimos y aprendimos. De esta forma lograremos ir modificando hábitos vinculares que nos llevan a elegir siempre lo mismo, y así la frustración y decepción. De todas formas, dicho suena fácil y bonito, será todo un desafío llevarlo a cabo. Como dice la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, en su podcast “amamos como nos amaron”
Discurso fácil y barato
“No seas tan minita” escuché por ahí. Definamos “minita” por favor. Este discurso, en mi opinión, responde a los modelos y/o estereotipos que tenemos en la sociedad. Estos serán distintos según el tiempo y el lugar en el que nacimos. Algunos se arrastran en el tiempo y otros se borran fácilmente.
Parece ser que “minita” es lo siguiente:una mujer joven, bonita, o sea hegemónica. Dulce, complaciente, busca llamar la atención de hombres hetero, un poco celosa de los amigos de su novio, chongo, crush, o su “casi algo”. Es exagerada. Hace preguntas. Otras mujeres la ven como “amenaza” (ridículo) y otras características según mi “investigación”.
Habrá que ver en qué contexto es utilizada esta expresión y de quién viene. Quien adopte este u otros términos del mismo palo, estará usando un lente y va a presuponer que todo lo que digas o hagas será propio de una “minita”. Parece ser que también existe el “pibe minita”.
Otras expresiones que encontré en el bagaje discursivo es el de “histérica/o”, muy conocido y cuyo concepto se trasladó desde el psicoanálisis a un lenguaje más cotidiano. En los tiempos de Freud y gracias a él, la histeria ya era un término popular. Era una enfermedad y se les diagnosticaba a las mujeres.
Algunos la calificaban como enfermedad física, algunos sostenían que era mental y otros además como una enfermedad emocional. Su origen se remonta a los antiguos egipcios y a los griegos para indicar una enfermedad en el útero. De hecho, Hysteria significa útero en griego.
Habiendo dicho esto, este término se usa de forma peyorativa para describir cierta conducta. Representa un estereotipo en nuestra sociedad y hace referencia a personas que dicen una cosa, pero hacen otra, buscan provocar algo en el otro y después niegan dicho propósito, desean tener la atención, magnifican ciertas reacciones asociadas a emociones. (Todo esto según la interacción con lectores en redes).
Discurso comodín
Otra de las modalidades discursivas que hoy observamos, es la de “qué tóxico/a”. ¿Qué sería esto de la toxicidad? Hay referencias y definiciones, sin embargo, creo también que es una carta comodín que usamos para casi todo aquello que nos incomoda por tener verdad o algún pedido válido del cual no queremos hacernos cargo.
Según lo que pude investigar en el mundo de las redes sociales, ser tóxico hoy sería algo así como ser celoso, posesivo, hacer demasiadas preguntas. Exigir y esperar ciertas cosas que de no cumplirse generan enojo en el otro. Este enojo es exagerado y es manifestado, ya sea de forma verbal o no verbal. Implica también la manipulación sobre la víctima para generar una reacción deseada por el tóxico.
Marian Rojas Estapé nos explica que en realidad no son las personas tóxicas, sino el efecto que ellas generan en nosotros. Además, agrega que son personas que no nos convienen. Las describe como personas egoístas, poco empáticas, negativos y quejosos. Son personas que juzgan constantemente y no validan lo que sentimos, hacemos o decimos.
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El efecto tóxico sería por ejemplo el de ocultar logros o buenas noticias para evitar su negatividad.
Pero ¿todo es tóxico? Muchas cosas sí, lo son y ese parámetro será definido en lo individual por nuestros propios límites. Pero hay algunas cosas que dado el contexto nos permitirán dudar. En mi opinión, no es el problema lo que sintamos, por ejemplo en el caso de alguien que siente celos. El tema será cómo los gestiona. La gestión será o no tóxica.
Hay otro costado de todo esto. Puedo observar cómo ante el planteo de una persona que sabemos está en lo cierto, la calificamos igualmente de “toxi”. En uno de los tantos videos de TikTokque toleré para escribir esta nota, el protagonista contaba cómo su novia le preguntaba si la había engañado con otra.
Ella lo interrogaba en un tono neutro, podríamos decir. Y él, en buena compañía de otra mujer, se lo negaba. Durante toda la escena un texto describe “la toxi de tu novia”. Toda una incoherencia. Y aunque ese video pueda ser real o no, ya pensarlo es bastante retorcido. Ni hablar de alguien que tiene un acuerdo una a uno con otra persona, y ante su falta a dicho compromiso culpa a su pareja de tóxica. Me da risa ¿Quién es el tóxico?
Para cerrar y como última observación: Cada vez más encontramos palabras o términos para describir personas. Histérica, tóxico, narcisista, minita, con apego evitativo o apego ansioso, etc. Algunos de estos términos vienen de ciencias que estudian el comportamiento humano y una vez trasladadas al uso cotidiano se transforma un poco su concepto.
Siento y sospecho que hay muchos otros términos que nos podrían describir. Incluso creo que a veces no hay término que nos pueda describir asertivamente. Es que somos mucho más que un cuadro calificativo de tipo de personalidades o de conductas. Somos historia. Somos contexto.
Gracias por leer y los invito a que puedan revisar qué palabras describen hoy sus vínculos. Que puedan también revisar qué palabras o términos describen la forma en que se vinculan con ustedes mismos.