18 de noviembre de 2025
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Intolerancia

Conocé la historia del muro de Las Heras levantado para separar a pobres de pobres

En un barrio viven policías retirados que no llegan a fin de mes, del otro desocupados y albañiles que viven al día. De ambos lados pasan necesidades similares.

Por Leandro Abraham
En el conflicto desatado por la construcción de un muro en el límite de dos barrios en Las Heras, el ring está dividido en dos esquinas en las que se enfrentan rivales de la misma condición: pobres y pobres.

Es que más allá de la discriminación o la solución de un problema de inseguridad (según el cristal con que se mire), un dato que no se puede pasar por alto es que las partes en disputa están separadas por un fino hilo que los une e iguala al mismo tiempo en el estamento más perjudicado de la sociedad.

SITIO ANDINO se trasladó hasta la zona donde la calle San Martín se cae del camino y pudo observar en carne propia una disputa que deja por el camino las amistades históricas y prefiere mirar siempre la paja en el ojo ajeno.

Sucede que en el Covirpol (barrio policial que denunció robos e impulsó la construcción del muro) viven policías retirados, en su mayoría, que cuentan con jubilaciones o pensiones mínimas (entre 2.500 y 3.000 pesos) y a duras penas llegan a fin de mes.

Las casas son de una sola planta, elegantes y cuidadas pero de ladrillos huecos y los autos que se ven en la puerta generalmente pueden jactarse de haber sido creados hace varias décadas.

Del otro lado, donde habita el olvido, la mayoría de los habitantes son trabajadores de la construcción sostenidos día a día con un salario (si así se lo puede llamar) no superior a los $50 diarios.

No obstante, los pocos cientos de pesos más con los que los vecinos de Covirpol subsisten los hacen sentir distintos. “Nosotros somos pobres y honrados, comemos y vivimos como podemos, pero ellos se creen más y son iguales a nosotros”, destacan en el asentamiento autodenominado “Villas Unidas”.

Sin embargo, el conflicto entre los dos barrios es relativamente nuevo, ya que durante más de 14 años las partes convivieron en paz, es más, se necesitaron siempre mutuamente.

 

Pero un día una gota rebalsó el vaso de la intolerancia,  y tras una serie de violentos sucesos delictivos la buena relación que unía a pobres y pobres quedó en la nada y mediante un muro, como en los viejos tiempos de guerra fría, los vecinos decidieron separarse.

Y es que contrario a lo que muchos pueden pensar, lo que más molesta a los habitantes del lado más pobre de Las Heras no es la discriminación a la que son sometidos, sino la falta de acceso a servicios que de ahora en más deberán soportar, solo por ser más pobres que los pobres.

Es que desde los asentamientos de ahora en más no sólo deberán lidiar día a día con la basura, el olor a putrefacción y la pobreza, sino también con la marginación: para llegar a la parada del colectivo, por ejemplo, pensarán en 10 cuadras entre medio de los matorrales.

“Las ambulancias, policías y bomberos no querían entrar acá, pero por lo menos llegaban a 2 cuadras de nuestras casas, ahora no se podrán acercar a menos de 800 metros”, dijo Rosa, una sexagenaria angustiada por la decisión de sus vecinos de toda la vida.

“De estar todo bien hace poco tiempo ahora no nos quieren ni ver, si llego a salir ahora de la villa y me meto a su barrio van a salir mujeres de las casas y me van a cagar a palos, sólo por ser de acá y por hablar con los medios”, explicó Valeria, una joven que habita “desde siempre” en los terrenos tomados.

 Por otro lado, Héctor, habitante del Covirpol, justifica el accionar de sus vecinos asegurando que los robos en esas calles son “constantes” y asegurando que “hay pruebas de que todos los asaltantes provienen de ese lugar, son 3 o 4 a los que todos conocen”.

Pero si desde los números se analiza, esos “3 o 4 que todos conocen” no pueden ser tomados como la totalidad si se tiene en cuenta que en los asentamientos viven más de 800 personas.

Pese a esta pelea de pobres y pobres, de trabajadores en blanco mal pagados y en negro descuidados, la inocencia es el punto de apoyo de una esperanza de reconciliación entre los barrios.

Es que los ojos inocentes no entienden de robos, delincuencia y discriminación, y en la plaza que se encuentra en la frontera entre ambos barrios (del lado de los pobres menos pobres) dos niños de un lado del muro se juntan con dos del otro e improvisan un “picadito” sin pensar en las confrontaciones de los grandes.

Seguridad apoya la construcción del muro en Las Heras y asegura que "bajará la conflictividad"
El subsecretario Emilio Caram sostuvo que en los últimos meses se incrementaron los delitos en la zona y que el levantamiento del paredón traería calma. De todas maneras, un camión de Infantería custodia las 24 horas el barrio policial.

 

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