Tras verificar en 2018 el menor volumen de consumo y producción de los últimos doce años, en el primer trimestre de 2019 el consumo de bebidas en total (con y sin alcohol) continuó una marcada tendencia negativa para la actividad sectorial, en línea con el menor poder adquisitivo que deteriora el consumo interno. Esta coyuntura de pérdida de capacidad de compra de las familias, reforzó en el corriente año el patrón que deriva consumo hacia las segundas marcas de bebidas, lo cual beneficia a las pymes del sector, que crecen a expensas de las grandes empresas que verifican despidos ante el menor volumen de operaciones y magros resultados financieros, advierte un informe de IES Consultores como pone el vino como la excepción y el único que lográ mejores resultados aun en esta crítica coyuntura.
Dentro de este panorama negativo en el primer trimestre de 2019, el segmento de bebidas sin alcohol es el que exhibe la mayor contracción, al registrar un consumo anualizado similar al del año 2005, seguido por el segmento cervecero, que también tuvo una caída en su volumen de ventas con menor rentabilidad (aunque fue el único que creció en 2018), afectado por mayores costos logísticos y presión impositiva.
Finalmente, el segmento vitivinícola parece haber encontrado un piso en sus ventas internas, tras caer consecutivamente en los últimos tres años y alcanzar al menor consumo per cápita histórico en 2018 y verificando, a su vez, un fuerte repunte de las exportaciones en cantidades en el corriente año, tras haber consolidado un elevado volumen de exportaciones en 2018 (el mayor de los últimos cinco años).
Luego de registrar caídas anuales entre 2016 y 2018, la elaboración de bebidas descendió 8,3% interanual en el primer trimestre de 2019 según nuestro índice de producción. El deterioro productivo obedece, principalmente, a la resentida demanda interna, por la pérdida de la capacidad de compra de las familias. En efecto, tras retroceder 4,4% en 2018 (y alcanzar el menor volumen en trece años), el consumo total de bebidas (en hectolitros) exhibió una profundización de su descenso, al caer 12,5% en el primer trimestre del año, con solo 16,3 millones de hectolitros.
El segmento de bebidas no alcohólicas (gaseosas tradicionales, aguas, aguas saborizadas, jugos, etc.) exhibió un volumen de ventas de 33,7 millones de hectolitros en 2018 y retrocedió 7,7% con respecto al año previo. Así, en 2018, el nivel de consumo de bebidas gaseosas fue el más bajo de los últimos trece años (solo mayor al de 2005). En lo transcurrido de 2019, con un volumen de ventas de 7,7 millones de hectolitros en el primer trimestre de 2019, el desempeño ha continuado deteriorándose, al verificar un desplome de 20,3% en el período analizado.
El consumo interno de vino tuvo un suave rebote de 0,5% en el primer trimestre de 2019, al totalizar 1,86 millones de hectolitros vendidos en este período. Así, se va dejando de lado las estadísticas de 2018, cuando retrocedió 6,3% y dejó el consumo per cápita en apenas 16,9 litros anuales por habitante, su menor nivel histórico.
El tenue aumento del consumo responde al crecimiento de los vinos varietales, que mostraron una suba acumulada del 11,9%, y contrasta con la caída en la venta de vinos sin identificar (1%), que son los de mayor volumen comercializado.
Las ventas internas de espumantes tuvieron una baja del 28,3% en el período analizado.
Tras crecer 2,5% en 2018, única categoría del sector que creció el año pasado, las ventas de cerveza cayeron 5,1% en el primer trimestre de 2019. Así, el segmento cervecero vuelve a ser afectado por el contexto de retroceso del consumo masivo, que se suma a la reforma impositiva (aumento de impuestos internos a la cerveza del 8% a 14%) y a la suba de sus costos logísticos. Todo ello, en un contexto en el que es difícil el traslado a precios, lo que determina un retroceso en los márgenes de ganancias del segmento.
Durante el primer trimestre de 2019, el consumo per cápita de bebidas sin alcohol promedió 70,1 litros, una contracción anual del 21,2%. En 2018, la ingesta de bebidas por habitante fue de 77,1 litros, una disminución anual del 8,7%, solo mayor a la de 2003, con lo cual fue la más baja en dieciséis años. Así, se registra un sendero decreciente desde 2014, con un nivel de ingesta actual que está lejos del récord de 105,4 litros por habitante alcanzado en 2013.
A pesar de la caída del consumo per cápita que se registra desde 2014, la Argentina sigue siendo uno de los países con la mayor ingesta por habitante del mundo en este segmento (liderado, en particular, por el consumo de bebidas gaseosas sin azúcar).