"Yo nena, yo princesa". Estas fueron las palabras con las que Luana- quien por esa época llevaba nombre de varón- comenzó a manifestar a sus dos años de vida que se sentía niña aunque hubiese nacido con genitales de hombre. La lucha y el dolor que marcaron los primeros años de esta pequeña, que consiguió el DNI acorde a su identidad y que se convirtió así en la primera niña trans del mundo, se encuentran reflejados en el libro que escribió su madre (pilar fundamental en el camino de Luana), Gabriela Mansilla, quien dio este viernes una charla sobre esta historia en el Salón Malvinas Argentinas de Las Heras.
Una persona transexual es alguien cuya identidad no coincide con sus genitales. La Argentina tiene 498 personas trans, de las cuales 452 son mujeres y 46 son hombres y 3 de cada 10 transexuales sufrieron discriminación aún después de la aprobación de la Ley 26.743 de Identidad de Género. Pero estos números, fríos y que parecen lejanos, cobran sentido cuando una madre cuenta lo que vivió con su hija cuando ambas encararon la misión de conseguir algo tan humano como la identidad.
"Hoy mamá empieza a escribir todo lo que recuerde. Hoy voy a tratar de acordarme de cómo pasaste de ser mi nene a ser Luana, mi princesa... En julio de 2007 nacieron mis mellizos, de 35 semanas de gestación, después de un embarazo complicado, de alto riesgo. Vos naciste primero y a los cinco minutos, tu hermanito; los amé en ese instante. (...) Nada te complacía, siempre necesitabas algo que yo no podía descifrar porque ni siquiera hablabas. (...) Se notaba en tu mirada, sorprendían tus ojitos profundamente tristes", reza el primer fragmento del capítulo "La tristeza de Manuel", del libro de Gabriela contando cómo su niño empezó a vivir su identidad.
El libro donde Gabriela relata por lo que vivieron con su hija-
Luana nació con genitales de hombre y era muy pequeña cuando expresó que la forma en la que se sentía no coincidía con su cuerpo. Gabriela relató que sus hijos estaban viendo una película de Disney una tarde hace unos 7 años cuando uno de ellos vio a la princesa Aurora de "La Bella Durmiente" y apoyando su mano en la pantalla le dijo: "Mamá, yo nena, yo princesa". Por supuesto que en ese momento esta frase pasó como pasan tantas declaraciones que hacen los niños cuando juegan o ven televisión. Pero esta no era una frase más, estas palabras apenas marcaban el inicio de una batalla que esa pequeña, con el apoyo de su mamá, pudo ganar pese a las miradas y palabras de desprecio, odio, violencia y discriminación.
Fueron varias las vicisitudes que ambas vivieron en la escuela de Luana con sus docentes y la directora, y la humillación que vivió la pequeña cada vez que debía ir al hospital- ya luciendo como niña- y sintiendo una vergüenza indescriptible ante la insistencia de administrativos y médicos que la llamaban Manuel y no Luana como pidió su mamá una y otra vez con ella de testigo.
No fue fácil dar esos pasos que le pesaban soportando el calor que le recorría el cuerpo cuando caminaba hasta el consultorio ante la mirada atónita de los demás niños y sus familias en la sala de espera. Pidió a los gritos, por impotencia, a los profesionales de la salud que la llamen Luana, que es una niña y la traten como tal. Sin mencionar, por otra parte, los inconvenientes legales a los que se exponía su madre cada vez que debía llevar a su hija al médico porque presentaba un documento cuyo nombre no coincidía con la imagen de la paciente. "No sé cómo no terminé presa, creían que estaba haciendo pasar a una persona por otra. Conseguí un certificado, fue de gran ayuda aunque era muy doloroso, pero muy doloroso que dijera: diagnóstico: trastorno de identidad'", contó Gabriela.
Lo curioso de la vivencia de Luana y su mamá es que, para esa época, ya se había aprobado en Argentina la ley 26.743 de Identidad de Género, pionera en el mundo entero. De vanguardia, revolucionaria como la definió en su momento la activista trans, Lohana Berkins y la misma Gabriela y que garantiza, entre muchos otros, "el derecho a ser tratada de acuerdo con su identidad de género (la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento) y toda persona podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida", indica la legislación sancionada en mayo del 2012 y que venía elaborándose desde antes del 2010.
Pero pese a que Luana se encontraba amparada en una ley, la burocracia hizo su mejor papel para complicarle las cosas aunque, finalmente, en el 2013 recibió su nuevo DNI con sus datos rectificados y con el nombre que la niña eligió convirtiéndose en algo inédito. Es que se trata del primer caso en el mundo en el que el Estado reconoce este derecho a una menor de edad sin que el trámite pase por la Justicia, según lo señaló la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).
"No es una elección, es una cuestión de sentir. Luana no eligió ser una niña, ni vos ni yo elegimos ser mujeres, nuestro género se fue construyendo y la autopercepción es nuestra, es la vivencia interna, individual del género, cómo lo vive cada persona. Cuando un niño o una niña no entra dentro de los parámetros, dentro del celeste y el rosa, ¿qué hacemos? lo castigamos, lo obligamos. Nos fijamos qué genitalidad tiene, si tiene pene es varón y se terminó y no se escucha al niño y a la niña, no prestamos atención a qué es lo que sienten. Si vemos que un varón agarra una muñeca para jugar, ¿qué es lo primero que hacemos? Se la sacamos de inmediato porque se va a convertir en marica'. Empezamos a deconstruir el género desde el juego, por favor, que los niños y las niñas puedan jugar libremente con todos los juguetes. El rosa no te hace mujer y el celeste no te hace hombre. Tenemos que empezar a pensar que la genitalidad no define tu identidad", manifestó Mansilla.
Hoy, Luana es una niña feliz. Ella y su mamá dejaron atrás tantos días grises y de llanto. La pequeña que se convirtió en una referente para muchos niños, niñas y adultos en el mundo ahora está plena, sin tristezas, ya no se esconde debajo de la cama con la ropa de su mamá porque algún profesional de la salud mental le dijo que si es varón "está mal vestirse de mujer". Luana tiene el pelo como le gusta, como una princesa, se viste con la ropa que le agrada, las polleras de su madre supieron ser sus favoritas. Luana es una nena que empezó a luchar a los 2 años y que hoy, con 9 años ya comienza a prepararse para los años que vendrán, que no serán fáciles pero que valdrán la pena.
"Estoy orgullosa de mi nena, orgullosa de tener una hija trans y ella también lo está. Es feliz pero la lucha continúa porque ahora debemos preparar al mundo para que cuando esta nena y tantas como ella salgan a la calle tengan sus derechos garantizados. Por eso llevamos adelante esta campaña contra la violencia y la discriminación a niños y niñas y estamos trabajando para formar una ONG llamada Infancias libres'. Seguimos: Luana marcó el camino, ahora debemos seguir peleando por todos y todas las que estén viviendo algo así", manifestó Gabriela, autora del libro "Yo nena, yo princesa", declarado de interés cultural por el Senado de la Nación.