Por un lado, un hombre y sus hijos, todos adolescentes. Por el otro, otra familia. En el medio, un dealer que se llevaba bien con ambos grupos, pero que desde un tiempo, rompió relación con uno y se alió a otro.
Por un lado, un hombre y sus hijos, todos adolescentes. Por el otro, otra familia. En el medio, un dealer que se llevaba bien con ambos grupos, pero que desde un tiempo, rompió relación con uno y se alió a otro.
Ambos clanes son tenidos en cuenta como peligrosos en una de las zonas más conflictivas de Las Heras. Viven en el mismo barrio, y apenas los separa una cuadra. Y los dos quieren lo mismo: el control de al menos cinco barrios de la zona para la venta de estupefacientes.
El resultado es el peor: una guerra de bandas que ha protagonizado, en los últimos días, varios enfrentamientos a tiros, dejando como saldo un homicidio y dos menores una de 10 años- baleadas.
Se trata de Los Jamaicas y Los Cannabis, que saltaron a la fama dentro de las autoridades policiales en los últimos meses, pero que recientemente causan preocupación en la cartera que comanda Leonardo Comperatore.
Los primeros de estos, los integran la familia Villalba. Viven en la manzana G del barrio Santa Teresita, y la integran un hombre y sus cinco hijos. Todos estos tienen de 17 a 21 años y, según testigos, andan armados todo el día.
Además, cuentan con el apoyo de cuatro o cinco menores de edad, algunos de ellos de hasta 10 años, quienes son nietos del mayor, y ya están involucrados en algunos hechos delictivos, detallaron las fuentes.
Este clan, cuenta con el apoyo de un hombre de apellido Martínez que, según vecinos de la zona, es el dealer de los barrios Espejo, 26 de Enero, Dorrego y Belgrano, entre otros.
Esos son los barrios que se disputan con Los Cannabis, el otro grupo en cuestión, que vive en la manzana J del Santa Teresita.
A estos, los lidera Clavería, uno de los líderes de la barra brava del club Huracán Las Heras. Este, con integrantes de la familia Sander seis adolescentes- quieren tomar el control, luego de romper relaciones con Martínez, con quien antes había una buena relación.
Antes había códigos. No se atacaban entre sí, pero los pibes de ahora se roban mutuamente, se roban novias y por eso se inician los problemas, contó una fuente consultada por este diario.
Para la policía, todos estos son sumamente peligrosos, aunque admiten que tampoco son narcotraficantes que manejan grandes cargamentos.
Se matan para manejar el narcomenudeo, dice un policía de la zona, quien admite que ellos tienen miedo de actuar en la zona.
Ahora bien, la guerra pareciera no haber llegado a su fin. Las amenazas crecen, y los hechos se repiten a diario.
Desde el Ministerio de Seguridad ya mostraron su preocupación por el tema, y prometen trabajar en la zona, aunque por ahora no se ha registrado ningún detenido.
En la intimidad de esa cartera, hay temor de que esta rivalidad termine con varios crímenes, tal como ocurrió en el oeste de Godoy Cruz, donde hubo al menos siete homicidios por el enfrentamiento de dos grupos similares.
Otros uniformados culpan a la Justicia. Señalan una serie de allanamientos que se realizaron en marzo en los barrios en cuestión, porque a esa altura ya se hablaba que podía pasar esto, contaron.
Según las autoridades policiales, la Justicia les negó varios otros operativos en la zona, y no pudieron terminar de encontrar a los sospechosos cometiendo delitos.
La policía corre riesgo cuando entra a estos barrios. La Justicia tiene que actuar rápidamente, contaron desde el Ministerio de Seguridad.
Mientras todo esto ocurre, la tensión crece. La historia ya se cobró la vida de un joven, y de milagro no sumó otras dos víctimas inocentes. Y el futuro, al menos por ahora, no es alentador.