Densidad de empresas en Argentina: tres décadas de estancamiento y desafíos para la competitividad
El estancamiento de la densidad de empresas revela los límites estructurales de la competitividad argentina y los desafíos para crecer y generar empleo.
A pesar de los esfuerzos privados y públicos la cantidad de empresas permanece estancada
La competitividad se ha convertido en uno de los ejes centrales del debate económico y de las empresas en la Argentina, en un contexto marcado por bajo crecimiento, caída del consumo, fragilidad macroeconómica y persistentes dificultades para generar empleo privado formal.
Un trabajo del Consejo Empresario Mendocino (CEM) vuelve a poner el foco sobre un indicador clave para medir la vitalidad productiva de un país: la densidad empresarial, entendida como la cantidad de empresas privadas registradas por cada mil habitantes.
Los resultados son elocuentes y preocupantes. Pese al aumento en el número absoluto de firmas, la Argentina exhibe un estancamiento casi inalterado de este indicador desde hace cerca de tres décadas, una señal clara de las limitaciones estructurales que condicionan su desarrollo sostenible.
Entre 1996 y 2023, el total de empresas privadas registradas pasó de 442.084 a 623.470, lo que implica un crecimiento del 41 por ciento. Sin embargo, ese incremento fue prácticamente paralelo al crecimiento de la población, de modo que la densidad empresarial se mantuvo en torno a las 13,4 empresas cada mil habitantes. En términos económicos, esto revela la incapacidad del país para ampliar de manera significativa su base productiva y consolidar un entramado empresarial más robusto, capaz de sostener procesos de crecimiento de largo plazo.
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La cantidad de empresas por 1000 habitantes permaneces estancada.
Macroeconomía volátil y riesgo para emprender
El informe del CEM subraya que la evolución del tejido empresarial argentino ha estado estrechamente ligada a los vaivenes macroeconómicos. Los períodos de expansión coincidieron con fases de creación neta de empresas, mientras que las crisis recurrentes derivaron en cierres masivos de firmas y destrucción de empleo. El comportamiento del producto interno bruto, descripto como un “serrucho” a lo largo de las últimas décadas, refleja una volatilidad que conspira contra la previsibilidad y desalienta la inversión. En ese contexto, emprender en la Argentina se transformó en una tarea de alto riesgo, marcada por la inflación crónica, la inestabilidad cambiaria y la ausencia de reglas de juego estables.
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La creación de empresas se ha transformado en un item pendiente en el desarrollo económico argentino.
El peso del “costo argentino”
Uno de los conceptos centrales del diagnóstico es el denominado “costo argentino”. A la inestabilidad macroeconómica se suma una presión tributaria elevada y compleja, con más de 150 impuestos, altos costos laborales no salariales, dificultades de financiamiento y costos logísticos superiores a los de países comparables. Este conjunto de distorsiones encarece la producción, reduce márgenes y limita la competitividad sistémica. Sin estabilidad y previsibilidad, la densidad empresarial no solo deja de crecer, sino que se vuelve frágil frente a cualquier shock económico.
La estructura del entramado productivo refuerza este diagnóstico. Las microempresas representan el 68,4 por ciento del total de firmas y las pequeñas empresas explican otro 23 por ciento. En conjunto, las mipymes concentran cerca del 98 por ciento de las empresas y generan alrededor de seis de cada diez empleos privados formales. Sin embargo, conviven con un número reducido de grandes empresas que, aunque representan apenas el 2,3 por ciento del total, fueron las que más crecieron en el período analizado y concentran una porción significativa del empleo, las exportaciones y la productividad.
Primarización y límites a la diversificación
Desde el punto de vista sectorial, la economía argentina muestra una fuerte primarización de su entramado empresarial hacia actividades de servicios y comercio. Tres de cada cuatro empresas pertenecen al sector terciario, con predominio del comercio mayorista y minorista y de los servicios inmobiliarios y empresariales. Si bien la industria manufacturera y el sector agropecuario mantienen un peso relevante, su participación resulta insuficiente para impulsar un salto sostenido en productividad y diversificación. Esta configuración productiva, orientada mayormente al mercado interno, limita la capacidad de inserción internacional y la generación de encadenamientos de mayor valor agregado.
Brechas regionales y el caso de Mendoza
Las asimetrías territoriales profundizan el problema. La Región Pampeana concentra el 75,6 por ciento de las empresas del país y lidera la densidad empresarial, con 15,5 firmas cada mil habitantes. En el extremo opuesto se encuentran el NOA y el NEA, con menos de ocho empresas por mil habitantes, reflejo de brechas históricas en infraestructura, capital humano y acceso al financiamiento. La Región Cuyo se ubica en una posición intermedia. Mendoza, en particular, cuenta con alrededor de 25 mil empresas privadas, el 4 por ciento del total nacional, y una densidad cercana a las 12 empresas por mil habitantes, por debajo del promedio argentino y sin una tendencia sostenida de crecimiento en las últimas décadas.
La comparación internacional pone en evidencia la magnitud del rezago. Mientras la Argentina mantiene una densidad cercana a las 13 empresas por mil habitantes, la Unión Europea alcanza niveles cercanos a las 70, y países de la región como Chile, México o Uruguay se ubican entre 35 y 45. El indicador del Banco Mundial sobre creación de nuevas empresas refuerza esta brecha: el país registra apenas 0,2 nuevas firmas por cada mil personas en edad laboral, frente a tasas ampliamente superiores en economías con mayor estabilidad y previsibilidad.
Reformas estructurales para salir del estancamiento
Frente a este panorama, el CEM plantea la necesidad de una agenda de reformas estructurales orientadas a reducir el costo argentino y fortalecer la competitividad. La estabilidad macroeconómica aparece como condición indispensable, junto con una reforma tributaria que simplifique y reduzca la carga sobre el sector productivo, una modernización laboral que incentive la formalidad y una estrategia de simplificación regulatoria que disminuya la burocracia. Más allá del número de empresas, el desafío consiste en mejorar la calidad del entramado productivo y generar un entorno propicio para la inversión y la innovación.
El CEM destaca que la experiencia comparada muestra que los países que lograron crecer de manera sostenida lo hicieron a partir de reglas claras, previsibilidad y una articulación virtuosa entre el sector público y el privado. Para la Argentina y para Mendoza en particular, romper el estancamiento de la densidad empresarial no es solo un objetivo económico, sino una condición necesaria para construir un desarrollo más equilibrado, inclusivo y sostenible en el tiempo.