Trabajo, hijos y paso del tiempo: cómo sostener una amistad cuando la vida muta
De la infancia a la vejez, los vínculos de amistad mutan. Qué significa perder un amigo y cómo se puede mantener los vínculos en cada etapa de la vida.
Día del Amigo: el arte de sostener una amistad cuando la vida muta
Hay amistades que acompañan toda la vida, se transforman y otras que simplemente dejan de estar. Pese a que el Día del Amigo es una fecha en la que se celebra junto a quienes están a nuestro lado, también se recuerda a quienes dejaron una huella en el pasado y ya no son parte del presente.
“La amistad verdadera es un primer grado de parentesco”, afirma el psicólogo Walter Motilla, quien propone una nueva palabra para describir esos vínculos únicos: “Famigos”, una combinación entre amigos y familia. “Porque los amigos son los hermanos que uno elige libremente”, explica a Sitio Andino.
Las amistades, sostiene el también Director Clínico del Instituto Psicosalud, no son estructuras estáticas, sino vínculos en constante mutación. Cambian con nosotros, se ajustan a nuestras etapas vitales y, muchas veces, se redefinen o incluso se diluyen sin que lo advirtamos del todo. “Las amistades mutan, y en esa transformación revelan la esencia de la vida misma: cambio, evolución, movimiento”.
La amistad en la adultez: menos cantidad, más profundidad
Durante la infancia, los amigos llegan por azar o cercanía. “El vecino, el compañero de banco, el que juega a lo mismo”, dice el especialista. Hay una conexión instintiva, basada más en el compartir cotidiano que en afinidades profundas.
En la adolescencia, la amistad adquiere un carácter identitario. “Nos sentimos parte de una tribu, nos rebelamos juntos, soñamos con cambiar el mundo”. Es una etapa donde los amigos representan un refugio emocional y también una declaración de quiénes somos.
La adultez marca un punto de inflexión. “La amistad se vuelve más selectiva. No buscamos cantidad, sino calidad. Aparece la madurez emocional, y también la conciencia del tiempo limitado”. Cuidar los vínculos se vuelve una decisión activa.
En la vejez, según Motilla, la amistad se transforma en “una reserva afectiva”. Los amigos que perduran son testigos de vida. Su sola presencia es símbolo de contención y arraigo emocional. Son parte del capital emocional acumulado a lo largo de los años.
Qué pasa cuando ya no conectamos con los amigos de siempre
Pero ¿qué pasa cuando esos vínculos se rompen? ¿Es normal sentir que ya no hay conexión con los amigos de la infancia o juventud? “Sí, es absolutamente natural. Crecer implica cambiar, y cambiar significa distanciarse de ciertas versiones pasadas de uno mismo… y también de las personas que habitaron esas versiones”.
La pérdida no siempre responde a un conflicto. A veces simplemente hay un desfasaje: los valores cambian, las formas de vida se vuelven incompatibles, o el afecto ya no encuentra un canal para expresarse. “Hay amistades que tuvieron su tiempo, cumplieron una función vital y merecen ser honradas, incluso si ya no están activas”.
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Uno de los grandes desafíos aparece con la maternidad o paternidad. Motilla explica que este acontecimiento transforma las dinámicas afectivas. “Los horarios se alteran, las prioridades se reordenan y muchas veces sentimos que no tenemos ni tiempo ni energía para cultivar amistades como antes”.
Las amistades que logran superar esta etapa son aquellas que comprenden sin reclamar, que están sin exigir, que se adaptan a los nuevos ritmos. “Curiosamente, también pueden surgir nuevas amistades desde esa afinidad vital que es criar”, agrega.
Cuando una amistad se pierde, el dolor puede ser profundo. “No es solo compañía: es identidad compartida. Es alguien que nos vio crecer, caer y levantarnos sin necesidad de seducir o aparentar”. Por eso, muchas veces la pérdida de un amigo duele incluso más que una ruptura amorosa.
Amistades que se enfrían: por qué perder un amigo puede doler más que una pareja
A diferencia de las parejas, en las amistades suele no haber un final explícito. “Se apagan de a poco: primero los mensajes se espacian, luego los encuentros se posponen… hasta que un día descubrimos que esa persona ya no está en nuestro cotidiano, y eso duele en silencio”.
Además, cuando se rompe una amistad profunda, también se resiente la autoestima. “Se quiebra una parte del espejo en el que nos mirábamos. Esa persona que celebraba nuestras fortalezas ya no está, y eso puede sembrar dudas”.
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Según el psicólogo, el género también influye en cómo se viven las amistades. “Tradicionalmente, las mujeres han cultivado vínculos más emocionales, con espacio para la confidencia. Los hombres, en cambio, socializan más desde la acción: hacer cosas juntos”. Y también difieren en cómo manejan la distancia: “Los hombres tienden a cortar de forma más abrupta; las mujeres, a procesarlo más”.
¿Cómo se cuida la amistad?
Entonces, ¿cómo cuidar una amistad en la adultez? “Es una decisión. No siempre espontánea: a veces requiere voluntad, presencia consciente, empatía”. Entender que cada etapa tiene sus ritmos y que no siempre el silencio es abandono.
Motilla propone una metáfora potente: “Una amistad sólida es como un jardín que se cuida a lo largo del tiempo: se riega con atención, se poda cuando hace falta, se protege de las heladas, se admira en flor, y se respeta cuando entra en pausa”.