Las crisis cotidianas en la pareja, muchas veces se confunden con el fin del amor. Porque, aunque no siempre lo parezca, una discusión no marca el final de una pareja, sino que puede ser el inicio de un cambio necesario.
La comunicación, la sexualidad y el ritmo acelerado de la vida, sin dudas, impactan en las relaciones de pareja. Cómo atraversarlas sin perder el vínculo.
Las crisis cotidianas en la pareja, muchas veces se confunden con el fin del amor. Porque, aunque no siempre lo parezca, una discusión no marca el final de una pareja, sino que puede ser el inicio de un cambio necesario.
En la actualidad, las personas viven aceleradas en rutina diaria. Desean que los resultados sean inmediatos y que los vínculos se adapten a la misma velocidad que los mensajes de WhatsApp. Pero la pareja necesita tiempo, pausa y presencia real. En la convivencia, las diferencias en los ritmos personales pueden generar malentendidos: uno quiere resolver todo ya, mientras el otro necesita procesar.
En esa tensión se instala el primer conflicto: la incomunicación. El silencio, los monosílabos o el aburrimiento reemplazan el diálogo. Y lo que antes fluía con naturalidad empieza a sentirse forzado.
Cuando la comunicación se enfría, la sexualidad también se resiente. Los encuentros se vuelven más esporádicos y menos intensos, la previa desaparece y el deseo se debilita. Pero no siempre se trata de desamor, sino de falta de conexión emocional. En lugar de buscar respuestas en redes o en amigos, es clave hablar con la pareja sin culpar ni atacar.
Decir “siento que estás distante” no es lo mismo que “me hacés sentir mal”. El primer mensaje invita al diálogo; el segundo, levanta una muralla.
Verde: discusiones normales, sin consecuencias mayores.
Amarillo: conflictos que se repiten, aumentan en frecuencia e intensidad.
Rojo: crisis profunda, marcada por el desgaste, el miedo y el silencio.
Cuando una pareja llega al rojo, no se trata de buscar culpables sino ayuda profesional. Porque a veces no alcanza con “hablarlo”; se necesita un tercero que ayude a mediar, a ordenar lo que ya no puede resolverse desde adentro.
Sí, es posible pero no sin heridas. Salir de una crisis deja marcas emocionales, tensiones y silencios que pueden transformarse en angustia o incluso en síntomas físicos. Por eso, antes de romper, conviene frenar y evaluar: ¿es una crisis pasajera o una señal de cambio?
Las parejas que logran superarlo son las que aprenden a escuchar más, acusar menos y cuidar el vínculo como un espacio compartido, no como un campo de batalla.
En definitiva, amar también es aprender a discutir sin destruir. Porque el verdadero desafío de la pareja no es evitar las crisis, sino saber transitarlas sin perder la ternura.
Escuchá mi columna todos los miércoles a las 17, en Aconcagua Radio 90.1 en el programa Haciendo Cumbre, con la conducción de Emiliano Serrano y Cecilia Zabala.

