Abordaje y tratamiento

Consumo problemático: cómo se trabaja en Mendoza

Cuál es el abordaje que reciben las personas con consumo problemático y qué hacer cuando un allegado/a vive esta situación.

Por Florencia Rodriguez

El escándalo mediático que protagonizó el conductor Marcelo “Teto” Medina, a quien la Justicia de Quilmes concedió este miércoles la excarcelación extraordinaria luego de estar detenido durante una semana, acusado de supuesta asociación ilícita y reducción a la servidumbre dentro de la comunidad terapéutica “La razón de vivir”, en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires volvió a poner en debate cómo se trabaja con las personas con consumo problemático de drogas.

En Mendoza- y en Argentina- la cocaína es la cuarta droga más consumida y es frecuentemente combinada con el alcohol lo que desencadena múltiples problemas de salud. Ahora bien, en la provincia funcionan 9 centros preventivos, pero hay diferentes modalidades de asistencia como, por ejemplo, los hospitales El Sauce y Pereyra, los Dispositivos Territoriales Comunitarios (DTC) o la institución “Los Campamentos”, en Rivadavia, con la que el Gobierno provincial tiene un convenio y que permite la estadía- voluntaria- para un tratamiento más prolongado.

Marta Hintuchi, Coordinadora del Plan Provincial de Adicciones de la Dirección General de Salud Mental y Adicciones y el dr. Jesús Espejo, a cargo del flamante DTC de Santa Rosa, explicaron cómo se trabaja con las personas con consumos problemáticos en Mendoza.

“En la provincia, hay 9 centros que están distribuidos por toda la provincia. Tienen una modalidad de atención por georreferencia y que está centrada desde lo ambulatorio e intenta trabajar en un abordaje comunitario que enlace los distintos niveles de atención. Por ejemplo, cuando personas con un consumo problemático consultan, el equipo de profesionales evalúa la situación y articula con el resto de la red. A veces, puede haber problemas clínicos que requieren una derivación o en ocasiones, algún problema de consumo de alcohol y cocaína- las principales- que precisa de un abordaje residencial”, comenzó a explicar Hintuchi.

“Es entonces cuando desde el centro de adicciones, se articula con los cupos que la Provincia tiene en una institución que se llama Los Campamentos donde las personas pueden ingresar voluntariamente, previa admisión, para recibir un tratamiento que puede llegar a un año. Hay otros espacios que ofrecen algún tipo de tratamiento residencial que ofrecen una guía de recursos que hemos hecho desde el área de asistencia donde están las instituciones que hemos podido relevar”, agregó.

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Sobre el escándalo en Buenos Aires, la profesional comentó que, en el siglo pasado, las personas con consumos problemáticos eran marginadas por la sociedad e incluso, por el sistema de salud. De esta manera, “recibían atención y contención en grupos de ayuda o en comunidades religiosas que los recibían, donde había gente que había vivido una experiencia, había podido superarla y contaba su experiencia en la recuperación mientras ofrecían su ayuda. Así fue cómo estos espacios, ya instalados comenzaron a convivir con los del Estado que finalmente reconoció al consumo compulsivo como una problemática de salud que debía ser abordada por equipos interdisciplinarios de salud integral. Hoy, conviven ambas modalidades”, señaló.

Y continuó: “El abordaje de todos los centros y dispositivos preventivos es entonces interdisciplinario y la diferencia con Los Campamentos es que cuando hay una complejidad en el consumo problemático con una dependencia que las personas no pueden manejar, a veces, deciden una experiencia residencial y desde el Estado les damos la posibilidad de hacerlo. En esta institución de Rivadavia hay 15 cupos mensuales que se pueden extender hasta un poco más si lo necesitamos. Actualmente, tenemos un dinamismo que nos permite que, en caso de que un centro de adicciones nos envíe un informe de pedido para este tipo de tratamiento, estamos dando turnos de admisión para la misma semana o la siguiente”.

Recientemente, en julio de este año, en Santa Rosa se inauguró- a través de un convenio entre el municipio y Sedronar- un dispositivo espacio de atención para personas con consumos problemáticos. Este DTC está a cargo del médico psiquiatra, Jesús Espejo quien explicó cómo funciona este centro orientado tanto a lo preventivo como a lo asistencial.

“Es el primer nivel de atención que va a recibir la persona con una problemática de consumo. En el país, hay diferentes dispositivos o instituciones que realizan distintos abordajes dependiendo de la severidad de cada caso. Por ejemplo: lo más abundantes son los Centro Preventivos en Adicciones (CPA), de gestión provincial y/o los DTC que son de gestión nacional o municipal como el caso de Santa Rosa”, dijo.

“Luego están los hospitales generales y monovalentes, estos últimos, son los especializados en Salud Mental, en Mendoza son el Pereyra y El Sauce. En los hospitales generales hacen atenciones de pacientes intoxicados, que acaban de consumir y producto de eso, tienen alguna alteración química como aumento de la presión, infartos cardiacos si combinan cocaína con alcohol, es decir, esas formas agudas van al hospital general y dependiendo de la gravedad del caso se deriva o queda en el mismo hospital porque la ley establece que los pacientes deben ser atendidos allí”, expuso Espejo.

Y agregó: “Lo que sucede es que a veces son casos graves o se trata de pacientes que se ponen muy violentos porque quizás tienen otro padecimiento como, por ejemplo, esquizofrenia o trastorno bipolar que complican el cuadro y el hospital general aún no está preparado para esta atención, entonces derivan a El Sauce o Pereyra donde se continúa el tratamiento. Eso en cuanto al agudo”.

Espejo indicó que luego, hay que pensar en el tratamiento crónico porque en el hospital general (Central, Lagomaggiore, etc), se hace la desintoxicación del paciente, y después se procede a la deshabituación en el hospital monovalente, proceso que dura entre 21 días y un mes. A partir de este momento, el o la paciente debe tomar una decisión: cómo continuar.

“La Ley de Salud Mental exige que las internaciones no deben ser prolongadas a menos que haya criterios médicos del equipo pero, caso contrario, debe recibir el alta al mes. Ahí puede elegir entre continuar el tratamiento ambulatorio en un CPA o en un DTC con equipo interdisciplinario con psicólogos, psiquiatras y trabajadora social, donde no solamente recibirá tratamiento asistencial sino también, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con el aspecto social como talleres y el trabajo para intentar incluirlos/as en algún dispositivo de empleo, es abordaje integral”, apuntó Espejo.

“La otra opción es una comunidad, un lugar cerrado donde el paciente puede estar 6 meses o más si lo desea y el trabajo de cada una es individual. Lo que hacen es mantener al paciente en abstinencia con actividades, talleres. No están reguladas, entonces cada una tiene su impronta, en Mendoza hay una de gestión pública/privada, “Los Campamentos” de Rivadavia en la que también participa Sedronar. Son de puertas abiertas y hay en muchas provincias como Buenos Aires y Córdoba, por citar dos ejemplos. Lo que sucede es que en esos lugares, se genera un microclima para el paciente, es un lugar donde la persona con consumo problemático y su familia se predisponen a hacer lo que aconsejan en estas comunidades, se les da la autoridad para decidir cómo sigue el camino de un paciente y esto puede tornarse un poco complejo porque no sabemos si las personas en esas comunidades están especializadas, si realmente buscan ayudar o si lo hacen por algún beneficio propio, de donde se puede desprender alguna situación como la que hemos estado viendo en los medios de comunicación y que la Justicia debe determinar si son presuntas o si hubo realmente un aprovechamiento de la vulnerabilidad de esas personas”, expuso.

El profesional indicó que si bien conoce que estas comunidades han ayudado a muchas personas en su proceso de recuperación, cree que en otros espacios de este tipo se ha dado un abuso o uso indebido de autoridad para conseguir otros fines lucrativos que poco y nada tienen que ver con el bienestar de los pacientes.

“Particularmente, como profesional de la salud mental, no pienso que las comunidades sean la mejor opción porque más allá de esta posibilidad de abuso de autoridad, se genera un microclima, es decir, el paciente está en un lugar cerrado, con un grupo, haciendo talleres, está ocupado y en abstinencia. ¿Cuál es la experiencia propia que he visto? Que cuando el paciente sale y comienza con el tratamiento ambulatorio, no está preparado, entonces recae poco tiempo después porque vuelve al mismo barrio donde estaba, con los grupos con los que convivía. Entonces no creo que sea lo más recomendable. Sí hay resultado en cuanto al consumo, pero una vez afuera, hay chances de volver atrás”, dijo.

Y continuó: “Por eso, pienso que lo mejor es generar lo ambulatorio, verlo como parte de proceso terapéutico del paciente, eso es muy importante más aún que la internación para la deshabituación porque en lo ambulatorio enseñamos al paciente a generar herramientas, estrategias para defenderse de situaciones que pueden relacionarse con el consumo, le enseñamos a adoptar nuevos hábitos. Lo hacemos responsable de que tiene que sacar un turno médico, hacemos un seguimiento primero diario, luego semanal, preguntamos si ha comido, si ha visitado familiares, pensamos que la idea es darle herramientas y no crearle un microclima de encierro que le complica la situación una vez que sale”.

Por último, Espejo dejó recomendaciones sobre cómo actuar en caso de que una persona cercana: familiar, amigo, pareja, tenga un consumo problemático: “Por ejemplo, en el DTC asesoramos a quienes nos consultan cómo hablar a pacientes que están en una situación de consumo y también entendemos que todo parte de la conciencia de la situación que tenga el paciente y desde ese lugar comenzamos a trabajar porque quizás, la persona viene una sola vez pero piensa que su consumo no es problemático, que lo puede controlar. Nosotros sabemos que eso es parte del proceso y orientamos la conversación en una dirección en la que esa persona pueda comprender lo que está sucediendo, se lo incluye, se lo invita a recibir ayuda explicando la situación para que pueda problematizarla”, cerró.

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