La economía argentina tiene un tridente de problemas indisolublemente ligados a sus situaciones problemáticas casi eternas; escasez crónica de dólares, distorsión de precios relativos e inflación estructural, en muchos casos como emergente de los dos problemas anteriores.
A pesar de ello en las previsiones de los organismos internacionales Argentina aparece como uno de los países menos golpeados por la situación internacional. El Banco Mundial prevé que este año el PIB mantenga una tendencia de desaceleración a nivel mundial y muestre un crecimiento de 1,7 por ciento, después del incremento del 5,9 por ciento en 2021 y de 2,9 en 2022. Entre las regiones más afectadas aparecen América Latina y el Caribe con una proyección de 1,3 por ciento de crecimiento. Sin embargo en esas mismas proyecciones la Argentina es anotada con un crecimiento estimado de 2 puntos para este año, por encima del promedio mundial.
Sin embargo, una vez más, los datos de la macroeconomía no se condicen con la vivencia diaria de los ciudadanos, entre otras cosas por los problemas estructurales que mencionamos en el primer párrafo.
La dependencia casi absoluta que tiene el país de las divisas que genera el sector agropecuario es uno de los grandes limitantes.
Hasta ahora las políticas de ampliación de esa matriz productora de divisas tuvieron escasos resultados. La minería, por diversas razones, no termina de despegar y las leyes ultra blandas y beneficiosas de la década del 90 le permiten saltar varias vallas y no ser la productora de divisas que podría ser para la economía nacional. El sector energético quedo muy retrasado en su desarrollo y recién ahora parece romper esa tendencia para, en un corto plazo, dejar de ser gastador de dólares para pasar a ser proveedor de los mismos.
Mientras tanto la economía argentina sigue siendo mono dependiente del llamado campo y sus necesidades y caprichos. De allí nace el dólar soja, por ejemplo, acompañado de una pulseada que parece interminable.
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La economía argentina mira otra vez a las silo bolsas donde quedarían aún más de 3500 millones de dólares sin liquidar.
El gobierno ya está poniendo la mira otra vez sobre la soja. Según los datos que maneja la Secretaria de Agricultura y los del Monitor Agroindustrial de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores quedan por liquidar entre 6 y 7 millones de toneladas. La producción del 2022 rondó los 42 millones y medio de toneladas del poroto y las ventas registradas ascienden a los 36.6 millones. A valor promedio del Mercado de Chicago de esta semana significa que entre 3500 y 4000 millones dólares todavía están almacenados en silo bolsas.
Los dirigentes del campo reclamaron en el inicio de la Expo Agro la baja de retenciones y aseguran que los productores ya no tiene nada por liquidar, sin embargo la propia Cámara reafirma con sus datos que el faltante en algún lado está.
No es difícil deducir que es altamente probable que sea cierto que los productores ya no tengan esa producción y este retenida en manos del 10 por ciento de los 58 mil productores de soja que tiene la Argentina y que concentra el 56 por ciento de la producción. Productores gigantes que están fuertemente ligados a las grandes sociedades que tienen posibilidad de acopio. No son mas de seis o siete que suman volumen para retener unos 30 millones de toneladas.
El inconveniente en el control de la generación de divisas es el mismo que aparece a la hora de generar políticas que puedan contener las distorsiones de precios relativos que acompaña a la economía del país. Ambos temas que no parecen relacionados si lo están, ya cualquier ciudadano sabe los problemas que trae la falta de divisas y como afecta esto los precios del mercado interno.
La necesidad de políticas fuertes de control junto a la ampliación de la matriz productiva y exportadora además de consolidad la industrialización de esas exportaciones aparecen como imprescindibles si la idea como país es en algún momento romper ese tridente de inconvenientes permanentes de desarrollo.