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Terapia de constelaciones: una nueva moda con polémica

En los ocho años que lleva en el país se duplicó la cantidad de profesionales que utilizan el método, creado por Bert Hellinger. La falta de control estatal y los riesgos para los pacientes

Por Sección Sociedad
Las angustias y preocupaciones que tenemos, los problemas que no podemos resolver y los conflictos en las relaciones con familiares y amigos tienen su origen en los antepasados, en los desajustes que nuestros parientes no pudieron o no supieron resolver. Con esta premisa se maneja la Terapia de las Constelaciones Familiares, que aterrizó en el país hace quince años y cada día gana más pacientes. La terapia, que no tiene aval científico ni exige matrícula a sus “consteladores”, busca la superación del problema a través de talleres vivenciales donde un participante expone su problema y luego otros concurrentes son seleccionados al azar para asumir distintos roles –padre, hijo, tío, bisabuelo– en una dramatización. Lo que se busca con la actuación es “la claridad de un amor sanador”, que alivie al participante del dolor y pueda superar el drama. Termina el acting y problema resuelto. ¿Así de sencillo?

A diferencia de las terapias convencionales, que suelen prolongarse por varios meses o años, la de constelaciones familiares promete ser la solución a inconvenientes concretos en sólo un encuentro. Y en un mundo donde vivimos hiperconectados, se han extendido las jornadas de trabajo y hay menos tiempo para la introspección y el análisis, el método resulta atractivo per se para quienes no quieren gastar demasiadas energías en resolver sus conflictos.

El fundador es el alemán Bert Hellinger, un ex sacerdote católico de 87 años que estudió filosofía, pedagogía, antropología y que mientras era misionero dirigió escuelas zulúes en Sudáfrica durante 16 años. Luego se apartó de la religión y se formó en psicoanálisis, aunque al poco tiempo de ejercer se decidió por crear un método propio, el modelo de terapia sistémica que hoy se conoce en todo el mundo como de constelaciones familiares.

La encargada de traer la técnica a la Argentina fue Tiiu Bolzmann, discípula directa de Hellinger, quien en 1999 fundó el Centro Bert Hellinger, que cuenta con el aval de la Asociación Española de Bert Hellinger y es el único del país que forma consteladores con título oficial. La formación dura dos años y mientras que en 2005 sólo había 55 profesionales para utilizar el método, hoy el número asciende a 109. Es decir que se duplicó en ocho años.

Graciela Fridman, consultora psicológica y consteladora familiar, explica que el trabajo puede hacerse de forma individual o grupal: “Cuando las constelaciones son grupales hay dos formas de trabajar: participando, ayudando en otra constelación, o constelando algún malestar, trabajar algo que nos incomoda, que no nos permite desarrollarnos, que nos traba. Entonces, cuando la constelación nos devuelve la imagen de lo que está sucediendo en el sistema familiar, la persona que está constelando puede tener un ‘darse cuenta’ y cambiar su mirada, pararse desde otro lugar y empezar a resolver sus dificultades. Cuando lo hacemos en forma individual estamos sólo el consultante y el constelador. Esta modalidad requiere de algunos instrumentos o herramientas para reemplazar al grupo, como por ejemplo muñecos, formas recortadas en goma eva, formas de cartón”.

Laura Jazmín Gulí ejerció sus primeros diez años de carrera en el campo del psicoanálisis freudiano y lacaniano. Luego pasó por varias terapias hasta que decidió formarse en constelaciones familiares y desde el año 2000 coordina talleres. Autora de Constelaciones familiares. Nuevas formas de curar (Editorial Kier), Gulí explica el rol del coordinador: “Actúa desde su centro vacío, vacío de conceptos incluso acerca de la salud y la enfermedad. Está en sintonía con la familia de origen del consultante, sea como sea esta. No establece alianzas internas con ningún integrante de esa familia, no juzga víctimas ni victimarios, más bien está más allá de los pares de opuestos. Tiene su corazón con todos, sensible a los excluidos. Opera colaborando a reordenar aquello que está en desorden, sugiriendo cambios de posición y lugar y a veces frases curativas que el paciente repetirá. En lo práctico el terapeuta escucha los pedidos de constelación, selecciona quiénes van a hacerlo. Casi siempre, antes de poner en escena a los representantes, tiene una breve entrevista con el consultante ante el público. Decide quiénes son los integrantes del conflicto que van a ser puestos en escena y solicita al paciente que los elija al azar entre el público”.

A modo de ejemplo, Susana Bauman, psicóloga social y consteladora familiar, relata un caso que se trabajó en uno de sus talleres: “Una pareja viene preocupada por su hijo de 7 años, que no está bien en la escuela, es muy inteligente, pero no se puede concentrar. Durante la constelación el papá comprende que ese hijo está mirando a su abuelo que había muerto y nadie había hecho el duelo. Cuando el papá se conecta y le da un lugar en su corazón, su hijo queda libre. Y fue maravilloso constatar que a los pocos días ya estaba mostrando interés por sus tareas y mayor concentración en la escuela”.

Los precios del tratamiento varían de acuerdo a cada constelador. En el caso de los talleres de Bauman el costo de la participación es de cien pesos y 300 si uno quiere ser constelado. De los talleres participan entre 12 y 25 personas y tienen una duración de entre 4 y 5 horas. En ese lapso se constela a varios pacientes ya que cada problemática se trabaja alrededor de 40 minutos.

Debido a que cualquiera puede dictar talleres y a que el Ministerio de Educación no reconoce la formación, el método suele ser cuestionado por la psicología tradicional. Incluso el verbo constelar, que tanto se menciona en la nota, en realidad no existe y es sólo una terminología inventada por el método. Gulí considera que sólo es riesgoso si la terapia está “en manos de quien no adhiere en sí a las órdenes del amor y usa esto como si fuera una técnica, desoyendo la filosofía esencial que lo mueve”, mientras que Fridman hace la salvedad de que “aunque las constelaciones parecen ser una terapia, prefiero insistir en que sólo se trata de una manera de ordenar, una herramienta”. Llamativamente, en la ciudad del psicoanálisis el método está en auge y cada vez gana más pacientes.

Fuente: InfoNews
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