Claves del "certificado" que impulsa Suarez para priorizar inversiones en Mendoza
Foto: Prensa de Gobierno de Mendoza
No todo es pandemia y sus efectos para Mendoza. La factibilidad agronómica, un proyecto de ley que el gobernador Suarez presentó como parte de su plan de acción de este año el 1 de mayo, termina de tomar forma para ser enviado a la Legislatura el mes próximo. Y si bien habrá que esperar a 2021 para empezar a ver su implementación, es un nuevo intento por adaptar la matriz productiva de Mendoza a los tiempos que corren, léase, que la oferta quede supeditada a la demanda y no al revés, para rediseñar una economía que necesitará fortalecerse tras la crisis.
Así lo ven desde el Gobierno, al explicar la iniciativa que parte de un mapa de factibilidad agronòmica, ambiental y económica que debe elaborar el IDR (Instituto de Desarrollo Rural). Pero que tiene como propósito de fondo fijar nuevas reglas de juego para las inversiones a través de una suerte de "certificado habilitante".
"La idea es que cada quien quiera implantar algún tipo de cultivo deberá contar con la factibilidad agronómica. Por varias razones: primero para saber si la zona es apta, si los rendimientos son rentables, si el producto tiene mercado interno o externo y si dispondrá de agua suficiente. Y así que la vocación inversora cuente con esos 4 o 5 elementos para evaluar su viabilidad. Por ejemplo,
no todas las zonas son para producir Malbec, ciruelos o nogales. Tampoco cultivos hortícolas", explicó Sergio Moralejo, secretario de Agricultura, a Sitio Andino.
Dentro de un nuevo ordenamiento a partir del mapa para aprovechar al máximo y extender las casi 300 mil hectáreas productivas de Mendoza, Moralejo incluye un plan de recuperación de tierras, "tratando de cuadrar oferta-demanda, desincentivando desde lo tributario aquellos cultivos que no tienen la factibilidad otorgada y con muchos beneficios para quienes la obtengan".
La dispersión de rendimientos por zonas y una reconversión desordenada son otros dos factores esgrimidos para sostener el proyecto. "¿Tiene sentido que un inversor apueste a la producción de ciruelas con extremos de 8 mil a 30 mil kilos por hectárea, cuando el ideal ronda los 20 mil? Además, proporcionalmente no se han perdido tantas hectáreas, si hubo una mutación, como pasa con el sector vitícola: lo que se perdió en la zona Este se ganó en Valle de Uco", resume el funcionario.
Desde el sector privado coinciden en que los parámetros deben ser tales que la ecuación del negocio cierre. Algunos rescatan el caso paradigmático de la cereza mendocina hace un par de años, que al "descubrir" China se encontró con un "cuello de botella": tenía un mercado gigantesco para abastecer, pero no la suficiente escala.
Raúl Giordano, presidente de CAFIM (Cámara de Fruta Industrializada de Mendoza) defiende un modelo "a la chilena": supeditar las hectáreas por explotar, al volúmen demandado y el precio. "Si conviene hacerlo, y el nicho de mercado se agranda habrá que ir adaptando la superficie y la cantidad de kilos, pero sin dejar que haya exceso de oferta y capacidad de empaque. Transferencia tecnológica y el aprendizaje con las primeras inversiones es fundamental. Los proyectos sustentables no se hacen a prueba y error, y sí con distintos actores además del Gobierno, para evitar que los resultados queden en manos de unos pocos terratenientes ".
De prioridades e inversiones
Otra arista importante de la FA es que de cada 10 familias mendocinas, 2 viven de la agricultura. Aunque no hay datos de superficie sin cultivar (por abandono o falta de explotación) la certeza es que hoy existen unas 300 mil hectáreas productivas en Mendoza, y 160 mil ocupadas por viñedos. Muchas de ellas con derecho de riego, lo que no significa acceso garantizado al agua.
"Cada año se hace una zonificación según cultivos prioritarios por oasis. De hecho, para financiarlos se evalúa cada proyecto, lo que no solo implica contar con riego, sino que sea rentable, tener escala y la seguridad necesaria, entre otros factores", señaló Alfredo Baroni, gerente técnico del IDR, respecto al trabajo que se toma como referencia para los créditos del Programa de Mejora Competitiva (PMC) que vía Mendoza Fiduciaria llegaron a unos 1.000 productores en los últimos tres años y se prepara la convocatoria de proyectos 2020.
En ese contexto, el mapa pondera la mayor oferta y la demanda para determinar el potencial inversor. En vitivinicultura, la mayor oferta viene de Malbec, Cabernet Sauvignon, Bonarda y Syrah, pero la demanda divide a las cepas en 3 grupos: las que busca el mundo, las que pueden revertir obstáculos y las que han perdido interés. Dentro del primer grupo se podría recomendar implantar Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc. Entre las "recuperables" están Ancelotta, Tannat y Petit Verdot. Y entre las de inversiones menos factibles, Tempranillo y el Bonarda.
A criterio de Patricia Ortiz, de Bodegas de Argentina, "es un análisis difícil, porque el vino rosado no se consumía y hoy es lo que más se vende. Cambian las modas y tendencias de consumo, y es complicado regularlas. Sí hay que seguir trabajando en la reconversión, y en la integración de productores en función de unidades económicamente viables, tal vez cooperativas u otras formas de asciatividad".
Para complementar el monitoreo anual, en el último año el IDR encaró un estudio completo de la matriz productiva, sobre más de 32.400 productores, mayormente de vid, ciruela y otras frutas, además de ajo. Se hizo base a factores agronómicos (tierra, clima, disponibilidad y calidad del agua), económicos (comercialización, con variables logísticas y mercados), viabilidad del cultivo y hasta disponibilidad de mano de obra, un puntal para el proyecto de Factibilidad Agronómica.
Según Baroni "se tuvieron en cuenta más de 40 factores para determinar la situación de cada cultivo, y los resultados se validan con los productores, las cámaras, la Facultad de Ciencias Agrarias. Por ejemplo, con la cereza tenemos calidad y un gran potencial en el mercado de Estados Unidos; el problema es la falta de accesibilidad aérea que se agravó con el cierre de los aeropuertos".
Hacia donde va el mercado, pre y pos-pandemia
"Teóricamente es una herramienta interesante si se puede ejecutar, porque tiene sus fundamentos. Se trata de empezar de adelante para atrás, porque a este ritmo de 5% de la superficie que tenemos cultivada vamos a terminar en 2 o 1. El primer escalón consiste en encontrar el mercado, el segundo contar con el recurso hídrico necesario y después, por supuesto, las líneas crediticias para que el productor pueda hacerlo posible", consideró Giordano.
Para el referente del sector industrial, la cuestión de fondo es organizar la plantación priorizando productos que tengan mercado y que el Estado apoye con la exportación como norte. Y ve "dificil proyectarlo al mercado interno, porque si bien tiene importancia puede ser demandante o recesivo, dependiendo de la situación del país".
"Contar con mayor superficie implantada para aumentar la oferta exportable es clave, y me encanta que el Gobierno tenga esa mirada. Pero como proyecto de ley preocupa porque una intervención siempre es peligrosa, dado que con los años puede usarse en otro sentido: afortunadamente, la apertura del Ejecutivo nos permitirá la discusión", advirtió por su parte Ortiz.
Para la titular de BA, no se puede proyectar mercados eternos ni pensar sólo en lo que pueda lograrse con la gestión de Suarez. "No sabemos la demanda que habrá en el tiempo en Asia. Los tiempos de la vitivinicultura trascienden los 4 años".
No siempre acompañadas con medidas de estímulo, el propio mercado da señales que la fruticultura evidencia. Por ejemplo, la clásica producción de ciruelas en el Sur provincial, o de manzana y pera en el Valle de Uco, de a poco van cediéndole terreno a un rubro a los frutos secos, sobre todo nueces y almendras .
"Los frutos secos han crecido mucho, no solo por rentabilidad sino por su viabilidad, porque permiten la cosecha mecánica. De hecho, actualmente existe mucha mayor superficie implantada en Valle de Uco con nogales que con frutales de pepita, como también ha ocurrido en el Sur con la ciruela", consignó Baroni acerca del mapa en el que, junto con viñedos, olivares y durazneros, los nogales y almendros se cultivan en los 4 oasis productivos de Mendoza.
El diagnóstico de la ciruela, muestra que de 151 mil hectáreas productivas cayó a 1/3 el último año, con 95% del volumen exportable (17.119 toneladas secas). Aunque siga priorizándose en el Este y el Sur por su adaptabilidad a la infraestructura instalada, el análisis del IDR señala cosechas muy dispares "dificultando las ventas y contratos comerciales".
Pero no es lo único que ilustra como las inversiones se despegan de la matriz tradicional para "leer" lo que quieren los consumidores. También pasa con algunos cambios de variedades de durazno industria: se reconvirtieron variedades viejas como Fortuna por otras nuevas, como Carson, una de las más demandadas. Y la vigencia como negocio de las variedades de uva básica (criolla, rosada, cereza) en la zona Este es materia de estudio constante más allá de la reconversión impulsada por el Gobierno desde 2017 que ya superó las 3 mil hectáreas en favor de Malbec y Cabernet mayormente.
Patricia Ortiz sugiere trabajar "para abrirnos del Malbec". Y sobre todo "estudiar más en profundidad la demanda internacional, que cambiará despues de la pandemia".
Lo cierto es que la superficie total de vid en Mendoza disminuyó 2.872 ha en el último año. La mayor reducción se produjo en las variedades rosadas y blancas aptas para elaboración que disminuyeron 1.996 ha y 1.251 ha respectivamente, mientras que las tintas aumentaron 521 ha. La superficie de las variedades aptas para consumo en fresco y aptas para pasas disminuyeron 83 ha y 69 ha respectivamente en el último año.