En el Salón Blanco de la Casa Rosada, el asesor estrella de la Presidencia, Demian Reidel; el propio presidente Javier Milei; y el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, se turnaron en un despliegue de alabanzas y proclamas que, paradójicamente, provienen de una gestión que, según críticos, ha desmantelado sistemáticamente buena parte de la estructura que sustenta dicho logro histórico.
Reidel enfatizó que la energía nuclear será “la piedra angular del futuro energético argentino y mundial”, añadiendo que “nuestros ingenieros son reconocidos entre los mejores del mundo”. Según sus palabras, el país no solo estará en condiciones de liderar esta “revolución energética”, sino que lo hará con tecnología 100 % local, producto de la “determinación inquebrantable” y el “talento pionero” de la comunidad nuclear argentina.
“Desde los primeros pasos de nuestra historia nuclear, la capacidad y el talento argentinos demostraron ser pioneros –aseveró Reidel–. Y los reactores modulares pequeños (SMR) son prueba irrefutable de ello. Representan un avance sustancial frente a los modelos tradicionales, ofreciendo mayor flexibilidad, menores costos iniciales y la posibilidad de instalarse en ubicaciones más diversas. Pero lo que verdaderamente distingue a esta tecnología es su origen: no la importamos, no dependemos de terceros. Es una invención argentina, forjada en nuestros laboratorios, diseñada por nuestras mentes más brillantes y construida con nuestra determinación”.
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Demian Reidel, Javier Milei y Rafael Mariano Grossi, durante la presentación en la Casa Rosada de su programa para la energía nuclear argentina.
Energía nuclear: Un anuncio sin cronograma
Desde aquel anuncio oficial hasta ahora nada ha cambiado ni se ha explicitado sobre aquellas declamaciones eufóricas, pues no se brindaron precisiones sobre plazos de construcción, financiamiento concreto, ni un cronograma de implementación de las futuras centrales modulares.
La única medida concreta fue la creación de un nuevo Consejo Nuclear Argentino, encabezado por Reidel y conformado, además, por el jefe de Gabinete Guillermo Francos, el ministro de Defensa Luis Petri, y el presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Germán Guido Lavalle. Este organismo se sumará a la extensa estructura estatal, a pesar de que el discurso oficial pregona una drástica reducción del tamaño del Estado.
Solo hay una certeza: la desarticulación del programa ya en marcha y avanzado, con ventas cerradas al exterior del CAREM, el proyecto de reactores nucleares pequeños pero desarrollados con tecnología y ciencia argentina, y no importada como se pretende con los SMR.
Desarrollo con presunciones y silencios
El núcleo de aquella exposición y de otras que brindó en el exterior Reidel (como aquella memorable donde expresó que “el problema de Argentina era que estaba lleno de argentinos”) giró en torno al desarrollo de los reactores modulares pequeños, conocidos como SMR (por sus siglas en inglés).
Según Reidel, “el primer paso de este plan es la construcción de un reactor SMR en el predio de Atucha. (…) Existe una alta probabilidad de que la Argentina sea la primera nación en producir y comercializar este innovador modelo de reactor nuclear. Este hito no solamente asegurará nuestra soberanía energética, sino que también nos permitirá replicar este éxito en el territorio nacional y exportar esta tecnología al mundo. Los cortes de luz serán apenas un mal recuerdo”.
Paradójicamente, nada se mencionó en ninguna de las ocasiones acerca del CAREM, el prototipo de reactor modular argentino pionero –y ya en construcción desde 2014– en ese mismo predio de Atucha.
El silencio oficial respecto al CAREM (gran parte del mismo fue desarrollado y construido en IMPSA antes de la privatización) sigue generando preguntas sin respuestas en la comunidad especializada, pues este reactor, diseñado íntegramente en el país, se había presentado en múltiples ocasiones como la concreción más avanzada de un SMR local.
Hasta el propio Lavalle, al asumir la presidencia de la CNEA, había reservado elogios para el progreso del CAREM; sin embargo, el veterano proyecto fue omitido en la solemnidad del anuncio realizado por el egresado del Instituto Balseiro, y que es sindicado como el gran negociador de los “contactos tecnológicos” de Javier Milei.
Inversiones extranjeras vs. industria nacional
Apenas horas después de aquel evento en diciembre, el Financial Times publicó desde Buenos Aires una nota que arrojó algo de luz sobre la polémica en ciernes. Según la crónica, el reactor SMR al que hizo referencia Reidel es un diseño recientemente patentado en Estados Unidos por la firma rionegrina Invap, a través de su nueva filial Meitner Energy.
No se entiende por qué Invap (ya en ese momento bajo la “supervisión” de Reidel) no patentó su desarrollo en la Argentina.
El diario británico detalla que, si bien el diseño se originó en la Argentina, el capital para desarrollarlo provendrá íntegramente de fuentes norteamericanas, en una sociedad de capitales 100 % privados.
“Creemos que podemos tener la primera planta lista en 2030. De allí en adelante, las cosas comenzarán a moverse más rápido y nos convertiremos en exportadores de la tecnología SMR”, aseguró Reidel al Financial Times, sin revelar el nombre de los inversores.
Este dato provocó reservas en la comunidad científica argentina, que cuestionan la pérdida de “liderazgo nacional” y advierten que la llegada de capitales foráneos podría desvirtuar el potencial de la industria argentina.
El físico nuclear Alberto Baruj, graduado en el Instituto Balseiro y exgerente de la CNEA, dobló la apuesta en declaraciones periodísticas: “Para que se entienda lo que implica poner en marcha un reactor, primero hay que hacer todo el diseño conceptual, luego los cálculos neutrónicos, termohidráulicos y de seguridad. Todo eso puede llevar años. Obtener una licencia de construcción para un reactor nuevo demanda al menos cinco años, por los múltiples requisitos de la autoridad regulatoria. Luego, hay que definir el sitio, construir, licenciar y poner en marcha. En definitiva, hablamos de unos 15 años de trabajo sostenido. El reactor patentado por Invap está, hoy por hoy, en un papel; no es ningún proyecto listo para ejecución”.
Las objeciones de Baruj fueron confirmadas por fuentes internas de Invap, quienes admitieron que la patente “es un concepto limpio y alentador, pero lejano a la realidad concreta”. Los ingenieros de la empresa insistieron en que el CAREM fue concebido para demostrar la capacidad tecnológica nacional, mientras que el modelo más reciente persigue la viabilidad comercial mediante componentes “off the shelf” (fuera de la plataforma).
Voces del exilio científico y la academia
Alfredo Caro, profesor de la Universidad George Washington y exdirector del Instituto Balseiro, de visita en el país por aquellos días, sostenía ante el anuncio que solo era de carácter propagandístico: “El Estado tiene la tarea de promover sus políticas y la oposición de criticarlas. Para quienes venimos del afuera, resulta evidente que la detallada labor institucional de la CNEA, Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), Invap y Conuar ha sido fundamental para sostener la industria nuclear durante décadas. El CAREM es un proyecto con dificultades, sin dudas, pero fue financiado y respaldado por el Estado. El desafío es saber si el sector privado puede tomar la posta. El anuncio del Gobierno fue vago: quedó claro que el sector nuclear crecerá con fondos privados, pero quedan en el tintero las condiciones para garantizar que esa transición no diluya la soberanía tecnológica”.
Caro advirtió que, de concretarse un financiamiento extranjero, “el diseño inicial y los cálculos pueden hacerse en la Argentina, donde la nómina de técnicos y sueldos competitivos son un atractivo, pero al momento de la construcción física, se opta por proveedores internacionales. Eso podría desmantelar el ecosistema industrial que ha costado décadas edificar”.
A pesar de los meses corridos desde el anuncio, el avance es 0. Por ahora, el Consejo Nuclear Argentino, liderado por Reidel –que también fue puesto al frente de Nucleoeléctrica (según denuncian sus trabajadores y científicos, para llevar adelante su privatización y desguace)– solo se limitó a dar declaraciones, pero no hay ningún dato de avance en el desarrollo de un SMR viable.
En el interín, el CAREM, ícono de la ambición nuclear argentina, sigue envuelto en la incertidumbre: sus impulsores reclaman claridad, mientras los nuevos gestores apuestan a un modelo de privatización que amenaza una tradición de soberanía nuclear de la Argentina.