Florentino cerró sus puertas tras 61 años de vestir a los hombres de Mendoza

Por Walter Gazzo

Llama la atención mirar el local vacío. No hay nada adentro, y allí hubo siempre ropa y buen gusto. Es que el 31 de marzo fue el último día que Florentino tuvo sus puertas abiertas. La célebre sastrería mendocina decidió bajar las persianas después de más de 60 años de actividad.

Florentino tenía un trato especial con sus clientes y muchos extranjeros llegaron hasta ese negocio para disfrutar de la elegancia de sus creaciones. Por el lugar pasaron la mayoría de los gobernadores mendocinos, celebridades, bon vivant, turistas y todo aquel que siempre soñó ponerse un traje de Florentino.

Roberto Florentino Cortegoso es el hijo del fundador del negocio y fue quien tuvo que tomar la difícil medida de dar el último corte de tijeras para siempre. Con una mezcla de tristeza y buenos recuerdos, Roberto se sentó a tomar un café con Sitio Andino para resumir una vida dedicada a la indumentaria para hombres.

"Florentino Cortegoso nació en 1910 y llegó a la Argentina porque su padre decidió que viajara desde España a Buenos Aires para vivir con sus hermanas. Llegó con 18 años y perfeccionó el oficio de sastre que había aprendido en su tierra. Acá hizo todas las tareas del sastre: tomar medidas, armar prendas y terminar prendas. Esas son tareas individuales habitualmente y Florentino hacía las tres a la vez. En Buenos Aires fue elegido como el mejor novato y en reconocimiento a ello, su maestro le obsequió la tijera de cortar, que aún mantenemos en la familia" cuenta orgulloso Roberto Cortegoso.

"Después de estar en Buenos Aires, lo contactaron los dueños de El Guipur (la familia Diez) y como el área sastrería la tenían sub explotada, se la ofrecen y él decide instalarse en Mendoza. Ahí conoce a mi madre y se casan. Después de un tiempo, aparecen unas personas que le proponer ser socio industrial en un emprendimiento textil. Los otros pusieron los capitales, él puso el conocimiento y formaron Arthom, una firma que hizo historia en Mendoza y que instaló en San Martín 1437" siguió contando Roberto.

La historia sigue contada por Roberto: "Ahí estuvo 15 años. En 1960, después de varias cosas que sucedieron y lo empujaron a tomar la determinación, de manera corajuda y como buen emprendedor decidió independizarse y formó Florentino, que estuvo a su cargo hasta 1987. Era un hombre muy conocido en el mundo de la vestimenta masculina, era una persona afable y correcta y cuando tomó esa decisión se dio cuenta que muchos lo siguieron, incluso empleados que estaban en Arthom que decidieron acompañarlo, como una colaboradora y amiga que trabajó más de 60 años junto a la familia".

"El primer local estuvo en el pasaje San Martín y después se mudó a Sarmiento 72. En 1981 nos mudamos a Avenida España 1142 y tuvimos el contrato de alquiler más longevo de Mendoza, que se extendió hasta este 2021. Estuvimos 40 años en el mismo lugar. Pasaron dos generaciones de dueños e inquilinos" recuerda.

Las razones del cierre

Roberto toma un sorbo de café y sigue recordando: "En una empresa unipersonal que permaneció tanto tiempo vistiendo a 3 generaciones de mendocinos era necesario buscar al emprendedor joven que quisiera darle continuidad. Todos mis hijos han emprendido sus propios proyectos de vida en forma razonablemente exitosa. Entre mis colaboradores no pude encontrar quien estuviese dispuesto a asumir esa responsabilidad. Ante la falta de esas opciones decidí considerar una etapa cumplida para, dada mi edad, poder cumplir dignamente con todas las responsabilidades inherentes".

"Todo eso lo plasmamos en el anuncio del cierre del establecimiento en tres elementos distintivos: permanecimos 60 años, vestimos 3 generaciones y nos retiramos con dignidad" indicó.

Y agregó: "Nuestros trajes tenían un valor especial porque eran una obra de artesanos. El cliente sabía que había trajes más baratos en otros lados pero no eran como los que hacíamos nosotros, con tela especial, con medidas únicas y personales, con detalles de altísima costura, y que lo pagaban muy orgullosamente. Esto también fue en baja y los tiempos hicieron que esta forma artesanal entrara en decadencia en todo el mundo".

"Lo más triste fue desarmar el local. Había cosas de 40 años que estaban intactas: estanterías de madera de cedro, sillas vienesas, sillones, espejos, planchas antiguas (teníamos muchas guardadas) y muchas cosas más. Hicimos un listado con todas esas cosas y las pusimos a la venta. Y se vendió todo. Muchos clientes fueron compradores de esos recuerdos de Florentino" concluyó.

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