7 de noviembre de 2025
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MENDOZA

Malvinas, 41 años después: la guerra, en primera persona

Se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas. La historia de un soldado de Mendoza que combatió en el conflicto con 17 años.

Por Florencia Rodriguez

La Guerra de Malvinas, el conflicto bélico contra Inglaterra por la soberanía de las islas en 1982 se extendió durante 74 días y en ella, perecieron 649 soldados argentinos- fueron aún más los que murieron en la posguerra. Con el paso de los años, la sociedad logró revertir el proceso de “desmalvinización” y comenzaron los reconocimientos y homenajes. Las historias de quienes protagonizaron la guerra se convirtieron en un testimonio de vital importancia en la reivindicación de la causa. Este es el recuerdo de un soldado de Mendoza.

Malvinas, en primera persona

- Hola, ¿Argentino?

- ¡Hasta la muerte! Buenos días.

Así comienza cualquier conversación con Argentino Rosales, veterano de guerra de Malvinas. A meses de cumplir 59 años conserva intactos sus recuerdos, pensamientos y sentimientos de aquellos días: la incertidumbre, el miedo, las alegrías y los golpes de realidad de una vida que lo había puesto con 17 años en una guerra.

La noticia del inicio de la guerra lo alcanzó en el medio del mar, navegando, Argentino- cabo segundo- era mecánico Sistema en Armas. Formó parte de la Armada Argentina, y el hermetismo de las fuerzas en general sólo permitía que algunos rumores se escurrieran entre bocas y pasillos pero ese día llegó la confirmación: Argentina iba a la guerra con Inglaterra por la soberanía de las Islas Malvinas.

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“Una cosa era cuando salíamos a navegar para probar máquinas, otra fue lo que pasó aquel día, cargamos muchos proyectiles, mucho combustible, ya estábamos navegando, pasábamos por el golfo San Jorge cuando emitieron el comunicado N°1. Decía algo como: ‘Mañana, el pueblo va a saber que somos una nación que no se doblegó, que íbamos a tomar las islas’, en fin, anunciaron oficialmente el inicio de la guerra. Recuerdo que me entró un poco de miedo, sinceramente, pensé ‘Yo quiero estar con mi mamá’. Salimos el 20 de marzo y ya no volvimos hasta que terminó la guerra”, contó Argentino quien, al momento del inicio del conflicto, tenía 17 años.

“Cumplí 18 en junio del ’82, estábamos en guerra todavía. Me acuerdo que en la noche de mi cumpleaños estaba haciendo una guardia, yo estaba en uno de los cañones, tenía compañeros en otro pero estábamos relativamente cerca unos de otros. En un momento de respiro, en el que dan la alarma de que ha pasado el peligro, vinieron, me saludaron y felicitaron. Luego, cada uno a sus puestos y a seguir”, recuerda.

Argentino iba a bordo del destructor ARA Seguí uno de los que acompañó a posicionar al ARA General Belgrano. “Había estado en dique seco antes de la guerra, cuando lo sacamos, le habían desarmado el sonar, el radar, en fin, la intención era posicionarlo en el canal San Carlos, dentro de las islas, fuimos en el ARA Seguí y con otros como el destructor ARA Piedrabuena. Una vez que tomó su rumbo, regresamos para tomar la custodia del portaaviones y también de la costa argentina, bueno, ahí fue cuando los submarinos comenzaron a seguir al Belgrano…”, rememoró.

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El hundimiento del ARA Belgrano fue un golpe en lo emocional, nos tiró por tierra. Esas pequeñas alegrías que uno podía cosechar en algún momento se fueron al piso. Yo tenía amigos de la escuela que murieron en el Belgrano y tuve que entregarle la ropa a los padres, fue realmente muy duro. Qué podía decirles más que ‘fui su amigo, era un gran hombre, yo tengo su ropa y sus cosas’ y ver el dolor en la cara de esos padres, esas madres. Tuve que hacer eso tres veces porque todos nosotros teníamos que elegir dos albacea. Así que conmigo fueron dos compañeros más a comunicar a las familias sobre la muerte de sus hijos o hermanos, siempre fui con los muchachos pero no duele menos, dar esa noticia, solo o acompañado te desgarra igualmente”, expresó.

Y recordó a uno en especial: “Magliotti. Era un nadador excelente, nadaba en competencia de las fuerzas armadas y murió ahogado. Cuando se produce el hundimiento del Belgrano, me cuentan otros compañeros, que se tiró y cayó al mar cerca de la balsa pero nunca volvió a salir. No sabemos qué fue lo que le pasó, era un nadador excelente, no lo volvieron a ver”.

41 años después

Hoy, Argentino vive en Maipú junto a Graciela, su compañera de vida. Juntos formaron una familia con dos hijas, Deborah, Daiana y Gabriel. Trabajaba hasta hace no mucho tiempo como albañil. “¡Ah!”, exclama antes de seguir: “Me apasiona la albañilería, me encanta. Mi señora me dijo que ya no tenía que trabajar y bueno, las chicas y el muchacho crecieron, se fueron de casa, estoy a punto de ser abuelo por tercera vez y me convenció de que ya era momento de disfrutar de la vida: de los nietos y poder viajar, ella todavía no se jubila, está por hacerlo y queremos pasear por Argentina, ese es nuestro plan en esta etapa de los dos”, cuenta.

Cuando regresó de Malvinas, la albañilería no fue lo único a lo que se dedicó Argentino: trabajó como changarín, “también laburé limpiando cuentas por un poco de plata para comprar un kilo de pan, creo que hice de todo un poco y es lo que siempre traté de inculcarles a mis hijas y a mi hijo: el trabajo dignifica, no se toma lo que no es de uno y a veces no es nada fácil y hay que romperse el lomo pero la vida, si uno ha sido una persona honesta y leal, siempre retribuye y acá estamos, yo no me puedo quejar, tuve trabajo, tengo a mi familia, qué más puedo pedir”.

De perfil bajo, Argentino siempre fue muy querido, ya sea en Tunuyán donde creció y trabajó en la cosecha o en Maipú donde vive hace un tiempo. “En mi infancia la pasamos muy mal, mi padre me hizo la vida muy difícil, mi madre sufrió muchísimo, ahora ella ya no está en esta tierra pero la llevo siempre conmigo”, cuenta.

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“Y actualmente, qué puedo decir, agradecido porque cuando volvimos de Malvinas, escuché cosas muy feas sobre nosotros. Hoy la sociedad ha cambiado mucho. Del rechazo y de los comentarios hirientes pasamos a, no sé, por ejemplo en el 2021 cuando aún seguíamos en pandemia y no pudimos conmemorar a nuestros caídos en el 2 de abril, recuerdo que aparecieron todos nuestros vecinos en la puerta de nuestra casa a cantar el himno a las 8 de la mañana. Lloramos todos. Mi hija me preguntaba: ‘¿vos sabías?’ y yo le respondía que no, porque no tenía idea que algo así podría suceder y pasó. Fue tan emotivo, emocionante, no podíamos parar de llorar”, sumó.

Cuatro décadas después, Argentino ya no le teme a la muerte, le tiene miedo al olvido: “Mi deseo es que no se olvide a los veteranos. Siempre lo comento con mi esposa, ya no le tengo miedo a la muerte, entendí y acepté que aquí todos estamos de paso pero sí le temo al olvido. Creo que si pudiéramos dejar un legado, el más importante sería ese: no olvidar, no tanto por ser veteranos sino por lo que se hizo en la guerra, que no se olviden de esa gesta donde inocentemente nos llevaron, pero fuimos, estuvimos y peleamos hasta el final con alma y vida. Dios quiera que cuando ya no estemos, se recuerde la gesta y que nuestros hijos sean unidos y quizás, nos puedan ayudar a mantener la memoria”, cerró Argentino Rosales.

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