Durante los últimos dos años, la industria de la leche argentina ha enfrentado uno de los capítulos más críticos de su historia reciente, marcado por condiciones climáticas extremas —en particular, una de las sequías más severas del siglo— y por un escenario macroeconómico adverso que deterioró profundamente la rentabilidad de la actividad, tanto en el mercado interno como en las exportaciones.
La incipiente mejora de los indicadores productivos y de consumo (que aún no alcanzan los valores de 2023 y menos aún los de épocas doradas) no alcanza para recuperar la industria, y el colapso operativo y financiero de Lácteos Verónica —una de las empresas más tradicionales del sector— revela la persistencia de problemas estructurales que exceden los vaivenes coyunturales.
Industria láctea: una pequeña brisa de recuperación
Tras un 2023 marcado por una de las sequías más severas del siglo y por una fuerte inestabilidad macroeconómica, la actividad lechera comenzó a mostrar signos de reactivación a partir del segundo semestre de 2024. El cambio de tendencia se apoyó en una combinación de factores: estabilidad de precios relativos, mejoras en el clima, mayor disponibilidad de forrajes y, sobre todo, una batería de medidas oficiales orientadas a mejorar la competitividad. Entre ellas se destacó la eliminación de las retenciones a los productos lácteos en agosto de 2024, lo que favoreció las exportaciones y mejoró el precio recibido por los productores, según el análisis de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Según datos de la Secretaría de Agricultura, en los primeros cuatro meses de 2025 la producción nacional de leche alcanzó los 3.300 millones de litros, con un incremento interanual del 11%. Las proyecciones para el año rondan los 11.200 millones de litros, lo que representaría una mejora del 6% respecto a 2024.
Este repunte se reflejó en la elaboración de productos: quesos, yogures, dulce de leche y crema aumentaron su producción un 13% interanual en el primer cuatrimestre. Destaca el crecimiento de yogures y leches fermentadas (23%) y de crema (18%), mientras el consumo interno trepó a 194 litros per cápita anualizados, tras haber tocado un mínimo histórico de 155 litros un año atrás.
Mejora de la rentabilidad
Otro aspecto que motoriza la recuperación es la mejora en la relación insumo-producto. Hoy un litro de leche permite adquirir, en promedio, 2,2 kilos de maíz y 1,5 de soja, superando niveles históricos. El precio internacional del litro, ubicado en torno a los U$S 0,40, duplica el promedio de los últimos siete años, lo que se traduce en una mayor rentabilidad.
A esto se suma la aparición de nuevas líneas de financiamiento productivo, como los créditos “a valor producto” del BICE, que fijan la devolución en litros de leche. Estos instrumentos facilitaron la incorporación de tecnología y automatización, registrándose un crecimiento del 20% en sistemas rotativos y más del 30% en robots de ordeñe, lo que permite avanzar hacia un modelo más eficiente y moderno, analiza el informe de la bolsa rosarina.
La contracara: el colapso de Lácteos Verónica
En este contexto levemente alentador, la crisis terminal de Lácteos Verónica, fundada hace más de un siglo, emerge como un caso paradigmático de las fragilidades que persisten en la cadena láctea. La empresa, que llegó a procesar un millón de litros diarios y tenía presencia exportadora en varios mercados, además de ser una de las marcas más elegidas por los consumidores argentinos, sobre todo en las plazas del interior del país, hoy atraviesa una situación de virtual quiebra.
Desde mayo de este año, las tres plantas industriales —ubicadas en Clason, Lehmann y Suardi, en Santa Fe— operan de manera intermitente, con apenas un 20% de su capacidad instalada y sin presencia efectiva del personal operativo, que mantiene una retención de tareas en reclamo de salarios impagos.
La deuda acumulada es alarmante: más de 5.400 millones de pesos en cheques rechazados y una deuda bancaria superior a los 9.000 millones de pesos con entidades públicas y privadas. A ello se suman pasivos con tambos y proveedores que interrumpieron el suministro de leche cruda. La empresa adeuda salarios desde mayo, no pagó aguinaldos ni aportes previsionales, y su producción está virtualmente paralizada.
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La planta de Veronica en Clason, Santa Fe. Una de las tres paralizadas que llegaron a procesar un millón de litros diarios de leche.
De la expansión exportadora al retroceso
Uno de los pilares que sostuvo a Verónica en los últimos años fue su negocio exportador, en particular con Argelia, destino del 72% de sus ventas al exterior, casi todas en forma de leche en polvo. Sin embargo, las exportaciones cayeron de manera abrupta: en el primer cuatrimestre de 2025 se vendieron apenas 3,8 millones de dólares. Con la estructura operativa al borde del colapso, ese canal de ingreso también corre riesgo de desaparecer.
Una recuperación con puntos ciegos
La situación de Verónica no es un caso aislado. Sitio Andino informó también de los remates de quesos de SANCOR y de varios otros conflictos en el sector, lo que es una advertencia sobre la vulnerabilidad estructural del sector lácteo, especialmente entre las empresas medianas y pymes, que deben afrontar altos costos, baja escala, mercado interno en retracción y una fuerte competencia externa no solo en los mercados externos, sino también en el propio, a partir de la apertura indiscriminada de importaciones del gobierno de Javier Milei, que permitió la entrada de lácteos importados (a precios ultra competitivos) al mercado argentino.
En Argentina, la actividad lechera es estratégica tanto en términos económicos como sociales. Garantizar la sustentabilidad de toda la cadena —desde el tambo hasta la góndola— sigue siendo un desafío central para el desarrollo agroindustrial argentino.