Hace un año, en septiembre del 2021, un episodio ocurrido en el Departamento de Aplicación Docente (DAD)- uno de las seis colegios que dependen de la UNCuyo)- llamó la atención del “mundo adulto” que quizás inmerso en la vorágine cotidiana no percibió a tiempo lo que se venía gestando frente a sus ojos. Aquel 8 de septiembre, los alumnos y alumnas del DAD realizaron una manifestación pacífica en la institución por un episodio que involucraba a una de sus compañeras de la escuela y mientras la Justicia investigaba los hechos, los estudiantes levantaban la voz con un reclamo: contención y atención a los aspectos relacionados con la salud mental.
Y sí, Argentina- de hecho, el mundo entero- atravesaba una pandemia que llevó a miles al confinamiento mientras un virus desconocido se cobraba cientos y cientos de vidas. El encierro, la incertidumbre, la ansiedad y el miedo surtieron efecto en la humanidad y aquel día, los estudiantes del DAD daban cuenta de ello en una sociedad que se atropellaba para regresar a la “normalidad”. No fue fácil para nadie.
Ante esto, debían tomarse medidas urgentes y se tomaron. La Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) que ya venía trabajando en capacitaciones sobre Educación en Emociones desde el 2019, tuvo que agilizar y reforzar sus talleres y su presencia en las instituciones porque la demanda no paraba de crecer: el foco estaba ahora en la salud mental y había que tomar cartas en el asunto.
“Venimos trabajando en las escuelas pre universitarias desde hace tiempo. Concretamente, desde el 2019 porque pensábamos que quienes estábamos involucrados con jóvenes y trabajamos en escuelas, tenemos la obligación y la responsabilidad de adelantarnos a lo que puede pasar a partir de lo que vemos en el mundo y cómo ha ido cambiando”, comenzó a explicar María Ana Barrozo, directora de Educación Secundaria de la Universidad.
“En el 2019, lanzamos una diplomatura en Educación en Emociones destinada a profesores y está funcionando. Fue diseñada antes de la pandemia y cuando llegó expuso estos episodios tan tristes que vivimos como humanidad. Exhibió cuestiones muy crudas vinculadas a nuestros jóvenes, a sus familias, a lo que les tocó vivir. Ese período atravesó e impactó con mucha fuerza en la escuela y cuando nos encontramos nuevamente empezaron a evidenciarse situaciones muy traumáticas de los estudiantes referidas a esos momentos”, agregó.
Fueron esas emociones las que mostraron con luces rojas la necesidad de agilizar, profundizar y pactar nuevas formas de encuentro, “de escucharlos más y de preparar a nuestros docentes, directivos, a los preceptores y trabajar juntos en este tema que hoy atraviesa la formación de cualquier joven”, agregó.
Con ese objetivo en mente, la UNCuyo acaba de finalizar una capacitación docente para enseñar cómo detectar situaciones en las que estudiantes de las seis escuelas secundarias que dependen de la institución no puedan controlar sus emociones, y pongan en riesgo su integridad psicológica o física.
“Se trata de la capacitación ‘Herramientas para la detección de riesgos en relación a la salud mental’. Vamos a repetirla el 9 de septiembre en General Alvear e invitaremos a escuelas de la provincia. Esto nos involucra a todos/as”, señaló Barrozo.
Y analizó: “Algo muy paradójico que ocurrió es que la escuela, particularmente la secundaria, fue foco de mucha crítica, era muy cuestionada y algo tan terrible como la pandemia puso en valor a la escuela, sobre todo, como un espacio donde no sólo se aprende lengua, matemáticas, sino como uno donde se dan las interacciones más ricas, donde el estudiante potencia los vínculos para construirse como persona, para ser un sujeto que ejerce sus derechos y en el que tome consciencia de que tiene una voz. Las familias se dieron cuenta que no es solamente ayudar con las tareas sino que la escuela nunca será reemplazable, tiene una función desafiante que es la construcción de un sujeto como persona, que necesita al otro, ese vínculo con compañeros/as. El estudiante necesita compartir, socializar, aprende tolerancia, convivencia, en definitiva, es ahí donde aprende a ser un sujeto socialmente responsable y eso lo constituye como persona y para eso no hay, por ahora, un sistema informático que pueda reemplazar al aula y la escuela, la riqueza está en las interacciones humanas”.