La economía y la opinión pública argentina volvió a situar al dólar en el centro de la escena. Desde la salida del cepo cambiario el 14 de abril de 2025, la cotización oficial de la divisa estadounidense aumentó 30%, cerrando julio al borde de la banda superior de flotación establecida por las autoridades.
El Gobierno, ante la escalada, desplegó un abanico de medidas con un objetivo claro: contener la suba, sostener el valor del peso y evitar que la volatilidad cambiaria se traslade a precios.
En este escenario, el Gobierno viene activando a niveles inéditos en años recientes la oferta de contratos de dólar futuro por parte del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Un instrumento que en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof fue tan polémico que les valió una causa judicial en el juzgado del recordado Claudio Bonadio.
¿Qué es el dólar futuro y cómo funciona?
El dólar futuro es un contrato financiero mediante el cual dos partes pactan hoy el valor al que se comprometen a comprar o vender dólares en una fecha futura determinada. Este tipo de instrumentos, ampliamente utilizado en el Mercado a Término de Rosario (Rofex) y en el Mercado Abierto Electrónico (MAE), permite tanto la cobertura ante variaciones drásticas del tipo de cambio como la especulación sobre movimientos futuros del dólar.
En la operatoria, no existe entrega física de dólares: al vencimiento del contrato, se liquida en pesos la diferencia entre el valor pactado y la cotización real del dólar mayorista en la fecha estipulada. Si, por ejemplo, se acuerda un valor de 1.700 pesos para diciembre y al momento del vencimiento la divisa cotiza a 1.800, el comprador del futuro recibe la diferencia en pesos; si la cotización final es inferior, la ventaja corresponderá al vendedor.
La dinámica de este mercado, además, exige el depósito de garantías que cubran potenciales pérdidas, brindando seguridad al sistema y posibilitando el apalancamiento: se pueden operar grandes montos comprometiendo solo un porcentaje relativamente bajo como respaldo.
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El dólar futuro se transformó en un instrumento fundamental para el Gobierno en el intento de controlar la cotización de la moneda norteamericana.
¿Por qué utiliza el Gobierno este mecanismo y cuál es su impacto?
Frente a la aceleración del dólar oficial —que rozó el techo de la banda superior al final de julio—, el Ejecutivo buscó reforzar las tasas en pesos para desalentar la dolarización de portafolios y, como complemento, intervino masivamente en el mercado de futuros.
El objetivo principal del Gobierno es anclar expectativas: si los contratos a futuro se ofrecen a precios inferiores al techo de la banda cambiaria, se transmite al mercado el mensaje de que el propio BCRA prevé cierta estabilidad o suba moderada, desincentivando las apuestas a una devaluación brusca.
Los analistas económicos subrayan que este tipo de intervención tiene, además, un efecto sobre la liquidez y sobre la rentabilidad de los instrumentos en pesos. Las tasas ofrecidas por el Tesoro, y la posibilidad de ganar importantes diferencias con cobertura a través de futuros, incentivan a los inversores a mantener sus posiciones sin correr al dólar físico, ya que las ganancias estarían aseguradas aun frente a una eventual suba limitada de la divisa. Nada más parecido a una timba financiera con algo de información privilegiada.
Esta operatoria, sin embargo, implica riesgos. Por un lado, si la presión devaluatoria se intensifica, el volumen de contratos vendidos por el BCRA puede generar una exposición considerable de la entidad, que debería afrontar los pagos en pesos pactados al vencimiento (algo de eso pasó el jueves, aunque es simplemente una muestra gratis del volumen operado post elecciones). Por otro, una intervención excesiva puede distorsionar las señales del mercado y comprometer el objetivo de acumulación de reservas.
El impacto reciente y el escenario a futuro
Según datos de casas de bolsa, bancos y consultoras privadas, la posición vendida del Banco Central en contratos de dólar futuro superó los 4.800 millones de dólares equivalentes hacia fines de julio, duplicando el nivel de intervención observado en el mes anterior. Sin embargo, el objetivo de contener la cotización por debajo de los 1.300 pesos, umbral considerado por el Gobierno para el equilibrio financiero y la estabilidad de precios, parece fracasado.
Pese a la artillería oficial —suba de tasas, intervenciones en futuros y anuncios de baja de retenciones para el agro—, el dólar oficial acumuló una suba del 13% en julio.
En definitiva, el dólar futuro se transformó —una vez más— en la herramienta clave del Gobierno para intentar estabilizar el frente cambiario sin resignar reservas internacionales, reflejando a la vez que los problemas de la economía argentina son estructurales y culturales.