Los imprescindibles de Mendoza

Museo Emiliano Guiñazú-Casa Fader, custodio del arte

Los mendocinos contamos con un espacio dedicado íntegramente al arte que tiene un nivel único: el Museo Emiliano Guiñazú-Casa Fader. Conocé su historia.

Por Walter Gazzo

El Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú-Casa Fader es una de las instituciones emblemáticas que tiene el arte en Mendoza y en todo el país. Este fue concebido para una función activa como cátedra de arte, cuenta con colecciones originales de importantes artistas provinciales, nacionales y con reproducciones de cuadros y esculturas del arte universal.

Lleva el nombre del extraordinario artista plástico Fernando Fader, quien pintó los murales del hall y de la piscina interna.

La casona donde funciona fue donada por Doña Narcisa Araujo de Guiñazú en 1945 y transformada con una original concepción de museo-parque (trazado geométrico de cipreses que forman salas al aire libre para la exposición de esculturas). Abrió finalmente sus puertas al público en 1951.

En 1998, se declararon Bienes del Patrimonio de la Provincia de Mendoza el edificio del Museo, su parque y la obra de Fernando Fader, señal del reconocimiento oficial por el valor patrimonial que el museo tiene para la vida de Mendoza.

La casa

Ubicada en Lujan de Cuyo, en una finca de 95 hectáreas, la casona estaba deshabitada y prácticamente abandonada cuando Emiliano Guiñazú compró la propiedad en 1889 a los herederos de Gumersindo Segura. De inmediato y con gran entusiasmo, Guiñazú y su esposa, Narcisa Araujo, se dieron a la tarea de recuperarla para convertirla en la residencia de veraneo.

La casa respondía a la tipología de vivienda rural de la Mendoza finisecular: altas y espaciosas habitaciones, una sala central de generosas dimensiones y amplias galerías perimetrales. Las refacciones se llevaron a cabo respetando la planta original y las características constructivas. Se colocaron techos de zinc, pisos de madera y mosaico, carpintería de cedro finamente tallada y con vidrios esmerilados que ostentaban las iniciales de Emiliano Guiñazú. En las ventanas se colocaron celosías metálicas y en las galerías columnas de hierro fundido.

Entre las modificaciones más significativas que se realizaron en el edificio, se destaca la construcción de una pileta interior revestida con mayólicas italianas y un gran sótano para conservar vinos y otras provisiones, necesarias para las reuniones sociales de la familia. Políticos, artistas, intelectuales eran visitas habituales. Siguiendo las tendencias de la época y de acuerdo con la posición social y económica de su propietario, los interiores fueron decorados con exquisito buen gusto. La mayoría de los muebles, accesorios, loza y platería fueron importados de Europa. En la entrada a la propiedad se colocó una reja de hierro sobre un muro de piedra que aún se conserva. En el portón de acceso, además de las iniciales de Emiliano Guiñazú, figura el año 1895.

Quién fue Emiliano Guiñazú

Los Guiñazú eran integrantes de una familia muy acaudalada, con varios emprendimientos en nuestra provincia. Emiliano Guiñazú llamó al artista Fernando Fader para que adornara las paredes interiores de la su enorme casona, cosa que hizo en el hall de entrada, en la pileta de invierno y en otros muros.

Fernando tiene otro premio (además de cobrar muy bien su tarea): conoce a Adela Guiñazú, la hija de Emiliano. Se enamoran y se casan el 6 de setiembre de 1906.

Emiliano Guiñazú murió en la ciudad española de Sevilla, el 24 de diciembre de 1907 víctima de un ataque cardíaco.

Acerca de Fernando Fader

El 11 de abril de 1882 nacía Fernando Fader, en la localidad de Burdeos, Francia. De familia acomodada, hijo de un emprendedor ingeniero naval, Carlos Fader, y de la vizcondesa Celia de Bonneval. A los tres años llegó con su familia a Mendoza y permaneció hasta los seis, cuando volvió a Europa para cursar sus estudios primarios.

Los Fader fueron una familia pionera en el desarrollo de la industria petrolera en el país. Se dice que crearon el primer oleoducto en la Argentina, el cual contaba con 42 kilómetros entre Cacheuta y la capital de Mendoza. Tuvieron varios proyectos hidroeléctricos y de energía. Supieron crecer y llevar adelante muchos de ellos. Sin embargo, el destino del pequeño de los Fader no estaba en la ingeniería ni los números, sino en los pinceles, los colores y las imágenes.

En 1904, Fernando definitivamente elige a Mendoza como su residencia y un año más tarde abre su propia academia de pintura en 1905. Fernando, a los veintitantos, ya había realizado varias pinturas y dibujos, y una primera exposición en Buenos Aires, que fue elogiada por Cupertino del Campo, director del Museo Nacional de Bellas Artes durante veinte años y también pintor. Esto le abrió ciertas puertas en el escenario artístico local. Pero no fue hasta su estadía de recuperación, cuando en 1915 conoció al galerista y marchante alemán, Federico Müller, que le ofreció un contrato para que continuara con su carrera pictórica y, sobre todo, para solventar sus gastos.

Su consagración internacional llega en 1915 con el primer premio de la Exposición Internacional de California.

En 1918 debe radicarse casi obligado por los médicos en Córdoba, en la finca Loza Corral, en el pueblo de Ischellín, a pocos kilómetros de Deán Funes y Capilla del Monte. La tuberculosis invade sus pulmones y la tos interrumpe cada vez más sus conversaciones, y esta será su residencia definitiva. Pinta mientras su salud se deteriora. Su última muestra individual fue en 1930.

Fernando Fader murió el 28 de febrero de 1935, en Loza Corral, rodeado de su familia. Pintó casi 800 obras –en las que retrató distintos lugares del paisaje nacional– y fue uno de los artistas más buscados por los coleccionistas del arte argentino. En su época y en la actualidad fue uno de los artistas mejor cotizados en el mercado nacional e internacional.

Un dato

El Museo Emiliano Guiñazú-Casa Fader se llama así pero nunca fue la vivienda de Fader. Fernando vivió en su casa de calle Buenos Aires 640. Fader pasaba en la enorme casona de Luján de Cuyo sus épocas veraniegas.

"Hay hombres y mujeres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles" (Bertolt Brecht).

Esta columna fue declarada de interés cultural por el Senado de Mendoza según consta en la resolución 78.208.

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