Todavía recuerdo la primera -y única- vez que viajé en el tren que unía Mendoza y San Luis. Fue cuatro años antes de que Menem y Cavallo decidieran suspender todos los servicios de mediano y largo recorrido en las seis líneas troncales de la empresa Ferrocarriles Argentinos. Mendoza y San Juan, que contaban con trenes de pasajeros a través del San Martín, quedaron incluidas en esa decisión con una alta pérdida de fuentes de trabajo y la casi desaparición de pueblos que antes bullían de vida.
Ese tren (en el que viajamos a San Luis) estaba algo maltratado, pero tenía hermosas terminaciones en las paredes de sus vagones y ventanas. Con mis amigas habíamos tomado el viaje como una aventura y no tardamos en darnos cuenta que la Primera Clase iba vacía. En poco tiempo ya habíamos ocupado esos sillones de hierro forjado y forrados de cuero verde -ese detalle tan inglés- que se reclinaban y estiraban como los de un dentista.
El tren era eso. Historias; paisajes; gente; pueblo; ciudades; y más historias El tren era eso. Historias; paisajes; gente; pueblo; ciudades; y más historias
La formación tardó unas diez horas en hacer ese viaje que en vehículo serían tres. Pero la experiencia de pasar por esos parajes y ser recibidos por familias que vendían sus productos a los viajeros, no la cambio por nada. “Sopaipillas, sopaipillas caseras”, gritaba una abuela con una canasta de la que emanaba el más rico aroma. “¡Jamón caseritooo!”, anunciaba un hombre paseando una exageración de crujientes sándwiches de pan a lo largo del andén.
El tren era eso. Historias; paisajes; gente; pueblo; ciudades; y más historias.
Por eso tal vez me supo a ¿poco? las opiniones y críticas que se hicieron ante la llegada del tren a Mendoza: "Polémica en Mendoza: el tren que reinauguró Alberto tarda casi diez horas más que cuando fue creado"; "El tren que retrocede más que avanzar"; "Ferrocarriles Argentinos, cuna de ñoquis", entre otras.
Recapitulemos... ¡El tren volvió a Mendoza! ¿Qué parte de la historia olvidamos?
Estuve en el andén cuando se despidió al último convoy que partió desde la estación de calle Belgrano hacia Retiro. Hubo lágrimas, adioses y creo que a todos los mendocinos ese día se nos estrujó un poquito el corazón. Tal vez porque sabíamos que algo importante estábamos perdiendo.
Y realmente estábamos perdiendo mucho.
El tren, un siglo atrás, trajo urbanizaciones, infraestructura, trabajo y vivienda. Pueblos y ciudades fueron creciendo al amparo de su corazón de hierro.
El Ferrocarril San Martín es el más importante de todas las trazas férreas que tiene el país. Su extensión y las riquezas de las tierras que atravesaba lo convirtieron en el que mayor carga movía entre el Oeste argentino y el Atlántico. Nació de la empresa Buenos Aires al Pacífico -BAP- constituida en Londres el 10 de octubre de 1882 con el objeto de construir un ferrocarril desde Mercedes (provincia de Buenos Aires) hasta Villa Mercedes en la Provincia de San Luis, empalmando allí sus rieles con el Ferrocarril Andino.
Desde el inicio fue un recorrido largamente esperado ya que Mendoza había quedado aislada en un mapa en que la mayoría de las provincias tenían su conexión con Capital Federal. Y además de todo esto, con el tren llegó un desarrollo inesperado.
El San Martín nació recorriendo la zona núcleo de la producción agrícola del país. Cereales, frutas y vinos eran transportados en trenes de carga desde el Cuyo y Córdoba hacia los puertos internos de Rosario… y de allí a Buenos Aires. Su objeto fue achicar distancias, abaratar los costos de las economías regionales y aportar desarrollo a lo que llamaban el “desierto” del interior.
El tren un siglo atrás trajo urbanizaciones, infraestructura, trabajo y vivienda. Pueblos y ciudades fueron creciendo al amparo de su corazón de hierro. Esos mismos pueblos hoy forman parte de los más de 1200 que comenzaron a desaparecer cuando las vías dejaron de temblar con el paso del tren.
¿Treinta horas son muchas para un recorrido que antes se hacía en 20? Sí, seguramente lo son. Pero fue un primer viaje en vías que habían desaparecido y hubo que reconstruir.
Un primer viaje de miles que volverán a pasar por andenes renovados, generando interés en esos pueblos que podrán apostar al turismo que trae el ferrocarril. Y porqué no, volver a enviar cargas de ese modo hacia el Este.
Como despedida les dejo algo que encontré de casualidad en un diario del interior bonaerense sobre "nuestro" Ferrocarril San Martín (o BAP como le llamaban muchos).
Allí cuentan que viajar de Buenos Aires a Mendoza era una aventura placentera. La disponibilidad de servicios era variada. Estaban los trenes sociales, más baratos, como El Zonda o El Aconcagua que tras la locomotora tenían el furgón de encomiendas, correos, primera y segunda clase, se completaba con el vagón clase Turista y el comedor.
Pero el convoy de lujo era el que llegaba a Mendoza. Se llamaba El Libertador y contenía coches pullman y dormitorio, un coche comedor y otros dos que alojaban un bar y un cine. Inclusive tenía "chatas" automovileras en las que algunas familias llevaban sus vehículos para las vacaciones en el mar.
El Libertador tardaba menos de 13 horas en llegar a Buenos Aires, a razón de 100km/h.
En ese diario uno de sus maquinistas recordaba: "En el coche comedor que era una belleza, se servían desayunos, almuerzos, media tarde y cenas. Los coches pullman tenían aire acondicionado, tapizados azules, alfombras en el piso, vidrios sellados. En cada vagón había un azafato o azafata que cuidaba de los pasajeros”.
“El viaje no era pesado, sino como un arrullo. Y cuando al amanecer aparecían en el horizonte las montañas de Mendoza uno sentía una pequeña tristeza porque sabía que el viaje había terminado”.
Hoy siento una pequeña alegría, porque ese viaje puede estar volviendo a empezar.