Balanza Comercial e Inflación

La economía apretada por las importaciones, la inflación y la escasez de dólares

Las importaciones crecen, la inflación mayorista se acelera y el superávit se achica: señales de alerta en el modelo económico con restricción de dólares.

Por Marcelo López Álvarez

La economía argentina atraviesa un momento de tensión entre la búsqueda de estabilización macroeconómica y los desequilibrios que comienzan a aflorar en sectores clave del comercio exterior. Mientras el Gobierno sostiene un discurso aperturista como herramienta para contener la inflación, la balanza comercial da señales de alerta, arrastrada por una suba abrupta en las importaciones, una desaceleración en las exportaciones y un contexto internacional que ya no resulta tan favorable.

Inflación: Los importados presionan al alza

Uno de los datos más ilustrativos de esta complejidad es el aumento del índice de precios mayoristas, que en abril se ubicó en 2,8%, acumulando un 7,7% en el primer cuatrimestre. Esta cifra empata con el nivel del IPC del mes, pero muestra una aceleración respecto a meses anteriores, donde el IPIM había quedado por debajo del índice de precios al consumidor.

El impulso inflacionario en los precios mayoristas se explica, en buena parte, por el encarecimiento de los productos importados, cuyo precio aumentó 6% mensual. Esta suba refleja el impacto del nuevo régimen de flotación cambiaria, que derivó en una devaluación cercana al 9% del dólar oficial. Así, lo que en teoría iba a aliviar presiones sobre los precios internos, terminó por agravar la inflación mayorista.

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Las importaciones no solo ponen en riesgo la balanza comercial y la acumulación de reservas, sino que también están presionando sobre la inflación.

Las importaciones no solo ponen en riesgo la balanza comercial y la acumulación de reservas, sino que también están presionando sobre la inflación.

Débil superávit ante el auge de importaciones

A la par de esta tendencia, el comercio exterior arroja señales preocupantes. Si bien el Gobierno recibió una inyección de liquidez por 12.000 millones de dólares del FMI, el resultado comercial del primer cuatrimestre fue de apenas 1.265 millones de dólares, y el superávit mensual de abril se redujo a 204 millones de dólares. Es una cifra modesta, especialmente si se la contrasta con la previsión oficial de un superávit de veinte mil millones de dólares para todo 2025.

Detrás de estos números, se esconde un fenómeno que inquieta: las importaciones crecieron un 37,3% interanual, mientras que las exportaciones apenas aumentaron un 2,3%. Aún más preocupante resulta la composición de esas importaciones: el rubro de mayor crecimiento es el de bienes de consumo final, que se incrementó 77%, mientras que las importaciones desde China crecieron 92%

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En otras palabras, no se trata de una demanda de insumos para producir más, sino de productos terminados que compiten directamente con la industria local.

Este nuevo patrón importador —favorecido por medidas como la baja de aranceles para celulares y tecnología — genera dudas sobre la sostenibilidad externa del modelo. De hecho, si se excluyera el aporte del sector energético, la balanza comercial ya estaría en rojo en más de 1.400 millones de dólares.

Energía, el salvavidas

El sector energético, particularmente el petrolero, fue hasta ahora uno de los grandes sostenes de la balanza. Gracias al crecimiento de Vaca Muerta y a la menor dependencia del gas importado, la Argentina había logrado revertir una fuente histórica de déficit. Sin embargo, los precios internacionales están cayendo por presiones geopolíticas, como la estrategia de Arabia Saudita y el impacto del nuevo gobierno estadounidense. En abril, el país exportó más volumen de crudo, pero a precios 14% más bajos, lo que derivó en un ingreso 10% inferior al de un año atrás.

En paralelo, el Gobierno apuesta a que la cosecha agrícola aporte cerca de 30.000 millones de dólares, pero los precios de los commodities agrícolas, en especial de la soja, muestran una tendencia bajista. El poroto se ubica en torno a 380 dólares la tonelada, muy lejos de los 530 dólares del año 2023. A ello se suma la incertidumbre de los productores, que siguen reteniendo stocks en silobolsas a la espera de un cambio favorable en el tipo de cambio.

El panorama se completa con un dato inquietante: el sector automotriz mostró un déficit comercial de 796 millones de dólares en abril, con caídas marcadas en las exportaciones de vehículos y autopartes. Y en el Mercosur, las ventas externas a Brasil cayeron, mientras que las importaciones desde el bloque subieron más del 40%.

En síntesis, la economía argentina enfrenta una combinación riesgosa: inflación importada, pérdida de competitividad comercial. La pregunta ya no es si hay superávit o déficit, sino cuánto tiempo puede sostenerse la negativa del gobierno a admitir que el atraso cambiario parece cada vez más evidente y la restricción de dólares para que la economía funcione no desaparece del horizonte cercano.

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