El día 12 de octubre de 1972, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, alquilado por un equipo de rugby amateur, despegó de Montevideo, en Uruguay, hacia Santiago de Chile. Noticias de mal tiempo en los Andes obligaron al avión a aterrizar en Mendoza. Al día siguiente el tiempo mejoró. El avión despegó de nuevo y se dirigió hacia el paso Planchón, en el sur. A las 15.21 el piloto comunicó al control de tráfico aéreo de Santiago que volaba sobre paso Planchón y a las 15.24, sobre la ciudad chilena de Curicó. Recibió la autorización de virar hacia el Norte y de iniciar el descenso hacia el aeropuerto de Pudahuel. A las 15.30 comunicó que volaba sobre una altura de 5 mil metros, pero cuando un minuto más tarde la torre de control de Santiago se intentó comunicar no obtuvo respuesta.
Chilenos, argentinos y uruguayos buscaron el avión durante ocho días. Entre los pasajeros se encontraban los 15 componentes del equipo de rugby, 25 amigos y parientes de los jugadores. La búsqueda no obtuvo resultados.
Había muy pocas chances de encontrar el avión y muchas menos de que algunos de los 45 pasajeros y tripulantes hubieran sobrevivido a la catástrofe.
Diez semanas después un campesino chileno que arreaba su ganado en un valle perdido de las profundidades de los Andes vio, al otro lado de un torrente, las figuras de dos hombres. Los hombres empezaron a gesticular y se clavaron de rodillas en actitud suplicante, pero el pastor, creyéndolos terroristas o turistas, desapareció. Cuando al día siguiente volvió al mismo lugar las dos figuras seguían allí y volvieron a hacerle gestos indicándole que se acercara. Se acercó a orillas del río y lanzó al otro lado un bolígrafo y un papel envueltos en un pañuelo. El barbudo de aspecto harapiento lo recogió, escribió algo en el papel y se lo devolvió al campesino con el mismo método.
Decía así: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo…”.
Había 16 sobrevivientes y así comenzó a contarse la historia de lo que sufrieron y de cómo consiguieron vivir.
Para algunos fue una tragedia y para otros fue un milagro. Hubo libros, películas, documentales, conferencias, homenajes, encuentros para elegir repetir la historia una y otra vez o no contarla nunca.
Con sumo respeto por las víctimas, sus familias y los sobrevivientes sobrevolamos la tragedia y nos permitimos hacer unas reflexiones a partir de este episodio que tanto conmovió (y conmueve) que se conmemora en estos días.
Decisiones
Tomar decisiones es el proceso por el que se elige una opción entre varias a la hora de afrontar un problema, cuál es el camino para solucionarlo.
Es la elección entre varias posibles, teniendo en cuenta los recursos disponibles y las condiciones del entorno.
En un entorno tan cambiante como el actual, el proceso para tomar decisiones debe ser flexible y tomar diferentes enfoques, sin perder de vista el contexto y las consecuencias.
Etapas del proceso de toma de decisiones
Ante una situación determinada establecer un cuadro de situación, saber dónde estamos parados
Evaluar la mayor cantidad de alternativas posibles. Para este objetivo recomendamos escuchar todas las voces que puedan ser relevantes
Desmenuzar las alternativas, fortalezas, debilidades, factibilidad, recursos, si contamos con las personas aptas.
Pensar las consecuencias y repercusiones de la o las decisiones, visualizar el impacto.
Definir los criterios si será una elección individual, consensuada, si se van a usar modelos matemáticos o cuantitativos. A través del análisis de datos (tan en boga en los últimos años), estos modelos nos pueden servir como “un banco de pruebas”, teniendo muy claro que es un modelo teórico por lo tanto puede estar cerca o lejos de nuestra realidad. Debemos ser cuidadosos con el uso de modelos.
Solicitar asesoramiento externo.
Elegir la alternativa.
Implementación. Entender que es un proceso, recomendamos que una vez decidida una alternativa, comunicarla e informarla a todas las personas que se vayan a ver afectadas por ella.
Evaluar resultados.
¿Qué sucede en el día a día de las empresas?
El proceso de toma decisiones atraviesa todos los niveles de la empresa, desde la cabeza máxima hasta el cadete toman decisiones, con diferentes responsabilidades y consecuencias pero decisiones al fin.
Si uno comentara las etapas descritas con los sobrevivientes de los Andes, seguramente nos mirarían como si fuéramos marcianos, ellos no estuvieron en condiciones de reflexionar sobre esto ni nada por el estilo, aunque seguramente un observador externo en un análisis frío y extemporáneo pueda describir esas etapas.
En las empresas pasan cosas parecidas, por un lado va la academia y la teoría y por el otro va la gestión del día a día. Estudiar, hablar o escribir de cómo se decide no es lo mismo que decidir.
¿Queremos decir que no debemos hacerlo? No, lo que queremos decir es que muchas veces la vorágine de la gestión no nos da tiempo para “hacerlo como corresponde” o “aplicar una metodología” y dejamos de prepararnos y entrenarnos para incorporar procesos que faciliten la tarea y eviten la improvisación.
Todas las personas somos diferentes y cada empresa tiene sus propias necesidades, por eso creemos que debemos ser cuidadosos tanto los consultores con lo que recomendamos como los directivos de una empresa en el asesoramiento que reciben.
Nunca sabremos qué hubiese sido de los sobrevivientes de los Andes si hubieran recibido asesoramiento externo o si hubieran seguido una metodología predeterminada.
¿Tuvieron una metodología? Seguramente, una metodología que se fue improvisando día a día en un clima hostil, rodeados de parientes y amigos fallecidos, heridos, sin alimentos y abandonados. Si medimos por los resultados, sobrevivieron porque pasados los primeros momentos y días pudieron organizarse y tomar decisiones en principio para resolver hora a hora, luego día a día y finalmente decisiones estratégicas a mediano plazo.
Nuestro homenaje y admiración.
*En colaboración con la Lic. Sofía Florín, especialistas en Psicología Organizacional, Emprendedores y Empresas Familiares.