Sobrepracticas y diagnósticos, valores inflados hasta la próxima galaxia, retornos en todas sus formas (desde regalos “inocentes” hasta coimas lisas y llanas”), concentración en pocas manos del sistema, sistemas de cobertura multiplicados y superpuestos, coseguros inexplicables, prestaciones que no se prestan, medicamentos que al iguala que las prestaciones se sobrerecetan, patentes que terminan en manos privadas a pesar de que las investigaciones fueron financiadas por los Estados, sobre tecnologización y una larga lista de etcéteras que hacen del sistema un emporio imperio capaz de destronar gobiernos o llevar a la muerte a sus eminencias.
La otra punta de esa cadena son precisamente los Favaloro, los médicos, enfermeros, auxiliares, profesionales, sobre explotados, mal pagos y otra larga lista de atropellos.
Contra ese sistema perdió Favaloro su lucha y su vida. Contra un Estado por aquella década aún mucho más ineficiente que el actual, contra la corrupción publica y privada instalada, contra la burocracia también publicó privada, pero es aún más doloroso que esa batalla incluso la siguió perdiendo ya no solo contra el sistema sino contra la sociedad que lo alaba pero convalida en forma permanente las prácticas que llevaron al trascendental médico a su muerte.
Un tipo como él no tenía otro remedio que ser un fanático sanmartinano, a quien dedicó más de 30 años de investigación histórica. Sus investigaciones científicas corrían en paralelo con las históricas sobre el nuestro Gobernador Intendente, a quien le dedico dos libros rigurosos y a la vez conmovedores ¿Conoce usted a San Martín? (1987) y La Memoria de Guayaquil (1991),
Admiraba a San Martín por su caballerosidad, rectitud y valentía. Bien podemos preguntarlos si esa admiración era para imitarlo o porque el sabia en su fuero más intimo y humilde que compartía todas esas virtudes con el General José de San Martín.
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René Favaloro, el científico que salvo miles de vidas, que deleito a tantos otros miles de humanos con sus libros no pudo con el sistema que se llevó su vida.
Favaloro, el grito de despedida
Su carta de despedida sin dudas también podría haber sido escrita por el General. En su carta de despedida el médico expresaba sin medias tintas la situación:
Cuando entró en funciones ( la Fundación), redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno.
Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.
¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!
Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país. Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros, (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.
El que quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.
Lo mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.
Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este infundio? Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. ‘Pero cómo, ¿usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?’. ‘Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe’. El cirujano ‘de real valor’ además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!
Más adelante explicaba
La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter echo, cámara y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos.
No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle ‘la operación económica’ y entregará el sobre correspondiente!
La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir ‘no hay camas disponibles’. Nuestro juramento médico lo impide.
Y ya sobre el final agregaba
Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ‘sistema’.
Sí al retorno, sí al ana-ana.
‘Pondremos gente a organizar todo’. Hay ‘especialistas’ que saben cómo hacerlo. ‘Debés dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabés nada, que no estás enterado’. ‘Debés comprenderlo si querés salvar a la Fundación’ ¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!
En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil.
No puedo cambiar, prefiero desaparecer.
Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: ‘a mí no me ha derrotado nadie’. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla.
….
Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar.
La carta de despedida es tan actual que duele, es tan potente que su voz aún resuena. Hoy que Favaloro cumpliría 100 años el mejor homenaje no será una placa o un discurso grandilocuente, sino empezar a desarmar ese sistema apalancado por empresarios, estado y organizaciones del tercer sector que esta más disponible para la corrupción que para la salud.